Por Enrique Ortiz para El Comercio
Pregunto, hipotéticamente, si se encontrara petróleo o una gran vena de cobre en Machu Picchu, ¿sería aceptable su explotación? Un reciente Proyecto de Ley presentado por el congresista Jorge Flores (Podemos Perú) pretende modificar la Ley de Áreas Protegidas y abrir todas las áreas protegidas para la extracción de hidrocarburos y a toda actividad extractiva de “interés nacional” de manera que -dice el mismo- aumente las regalías para las regiones. Además de ser redundante, esta iniciativa legislativa minimiza el rol de las áreas protegidas para el desarrollo nacional, deja en segundo plano a la autoridad técnica en el manejo de ellas, y que, en vez de mejorarlo, debilita un sistema de coordinación que funciona entre sectores de gobierno y la población. ¿Es necesario?
Las Áreas Protegidas del Perú son fuente de desarrollo y orgullo nacional
El Perú, uno de los 20 países más biodiversos del Planeta, cuenta con un sistema de áreas protegidas por el Estado, que incluyen tipos áreas nacionales (de varias categorías), regionales, privadas, y otras varias. El principal objetivo de éstas es de proteger áreas y ecosistemas que son el patrimonio natural de la nación, y que han sido identificadas bajo criterios técnicos y consultas muy rigurosas.En la mayoría de las áreas protegidas se usan los diferentes recursos naturales, especialmente renovables, bajo planes de manejo bien regulados y permanentemente actualizados. Esto último incluye también la extracción de hidrocarburos y hoy en día, hay 11 áreas protegidas en armonía con los objetivos de estas, donde las empresas operadoras son aliadas para su protección y manejo.
Además de mitigar los impactos del cambio climático, las áreas protegidas contribuyen significativamente al desarrollo del país, no solo por los ingresos que generan (por ej. solo en turismo, encima de mil doscientos millones de dólares anuales), sino también por los beneficios que generan a las poblaciones que viven en ellas –y a las que las rodean (cerca de 3 millones de peruanos). La riqueza genética albergada en ellas es un seguro para el presente y el futuro del Perú (y para nuestra seguridad alimentaria), y proveen de servicios ambientales que muchos no ven o cuantifican, pero que son esenciales, tales como la provisión del agua que irriga los cultivos y la que llega a las ciudades, la protección de suelos, especialmente en cabeceras de cuenca, la proteína animal para alimentación (el pescado de rio es casi el 70% de la ingesta en las poblaciones amazónicas), entre otros muchos. Ellas también protegen esos paisajes que atraen a peruanos y extranjeros que las visitan y que son nuestro orgullo. En suma, las áreas protegidas no son un obstáculo para el desarrollo, sino todo lo contrario, son parte importante de él.
Las áreas protegidas están manejadas por el Servicio Nacional de Áreas Protegidas -SERNANP (probablemente la instancia del gobierno más eficiente) y por las direcciones ambientales de los respectivos gobiernos regionales. Además, éstas cuentan con mecanismos de gobernabilidad que incluyen a sectores del gobierno (ministerios de Energía y Minas, Agricultura y Riego, y de Cultura, y otros), incluyendo consultas y validaciones permanentes con las poblaciones locales colindantes. En su conjunto, las áreas protegidas son una muestra de inter-institucionalidad eficiente que opera de manera bastante funcional. Un orgullo nacional mirado por otros con envidia que ha tomado más de 60 años en forjarse.
La seguridad energética del Perú
Aunque se hable tanto de la transición energética, el Perú y el mundo seguirán dependiendo de los hidrocarburos aún por varias décadas. La hidroenergía basada en grandes represas, nuestra principal fuente, tiene un futuro de alto riesgo dada la impredecibilidad del clima en nuestros tiempos (miremos lo que pasó recientemente en Ecuador). Si el Perú tiene hidrocarburos en su subsuelo, en mi opinión este debe ser explotado para evitar una crisis similar a la de nuestro vecino país altiplánico. Y, aunque es un recurso no renovable, el país necesita renovar sus reservas, y esta puede darse de una manera apropiada mitigando sus impactos ambientales y sociales. Un caso para analizar es el de la explotación del gas de Camisea, en el cual con el uso de tecnología de punta se logró un mutualismo extractivista-ambiental reconocido mundialmente. Y ese “extra” tecnológico, además de rentable para el operador y los socios financieros, lo sigue siendo para el Perú. Camisea demostró que se puede compatibilizar las necesidades energéticas nacionales, la conservación de los bosques y el beneficio de las regiones bajo las regalías. La línea que siguió el Perú fue: Camisea sí, pero no como sea.
Mirando hacia adelante
Es claro que el mencionado proyecto de ley se basa en un supuesto conflicto entre las áreas protegidas y las necesidades energéticas, que en realidad no existe. Este, abre una puerta donde pueden pasar todos los recursos no renovables, que puede ser muy dañina para el Perú. Es imprescindible evaluar cuidadosamente qué lugares deban ser inelegibles para la explotación de recursos no renovables, bajo criterios más allá de los estrictamente económicos, considerando todas sus externalidades. Recordemos el reciente caso de las concesiones mineras en la reserva arqueológica de las líneas de Nasca, y volviendo a la hipótesis con que empecé este artículo, Camisea sí, pero no en cualquier lado. No es necesario modificar la Ley de Áreas Protegidas como pretende esta iniciativa legislativa. Podría haber espacio a modificaciones (en la categorización o zonificación, por ejemplo), pero para ello no es necesario tirarse abajo una institucionalidad lograda a través de décadas de maduración, basada en criterios técnicos y concordancia entre sectores dentro del gobierno, entre gobiernos, y con base en consultas con la población que la ley exige. Finalmente, este PL es ajeno a los acuerdos internacionales por los que el Perú tiene un lugar en el escenario internacional con las consecuencias económicas positivas que esto trae. Es necesario tomar en cuenta estos criterios para la discusión.