Me muero de vergüenza. El bote espera por mí y yo trato de caminar lo más rápido que puedo mientras empiezo a despertarme. Son las cinco de la mañana y un poquito más y no me queda otra que aceptar que voy a ser ese pasajero dormilón que retrasa la partida de todos. Atroz, qué tragedia: como sea empiezo a explicarle a los que puedo que mi despertador no sonó, que suelo ser tan puntual como un reloj suizo, que es la primera vez que algo así me sucede…
Ni modo, el botero ha puesto proa en dirección al río Malinowski y punto final, solo queda pasar inadvertido. Felizmente el río Tambopata y su maravilloso entorno distrae desde un primer momento a mis compañeros de ruta; acabamos de zarpar y nuestros check lists no dejan de aumentar : una garza blanca, enorme, y una garza cuca cerca a la orilla derecha; guacamayos escarlatas y también azul y amarillos sobre un bosque bastante denso; lupunas y shihuahuacos elevándose sobre el dosel; más adelante, en el follaje, una tropilla de monos titís, luego unos caimanes blancos sobre el barrizal y a lo lejos, mimetizado, un distraído chotacabras.
Juan Carlos, el guía de naturaleza de Rainforest Expeditions, explica: “En el último #GlobalBigDay logramos identificar 300 especies de aves diferentes en las cercanías de Refugio Amazonas y si a estas le agregamos las que se registraron en los dos albergues de la compañía la cifra supera las mil especies avistadas en un solo día”. Los turistas y yo, el dormilón, asentimos con admiración. Hoy nos toca recorrer, ya que hablamos de emplumados, los dos avistaderos de guacamayos más estupendos de la ruta, las famosas collpas Chuncho y Colorado, dos de los destinos de turismo de naturaleza más famosos de las selvas de Madre de Dios.
Guacamayo multicolor
En el mundo hay 17 especies de guacamayos, las aves de exótico plumaje que alentaron la creación en 1989 del icónico Proyecto Guacamayo en el Tambopata Research Center. Los guacamayos o guacamayas, los coloridos macaws de esta historia, se diferencian de los loros por su pico potente y la desnudez de su piel facial. Aunque Se distribuyen a lo largo del territorio tropical de nuestro continente, no todos habitan la cuenca amazónica. He tenido la suerte de verlos sobrevolar el Pacífico costarricense y haciendo de las suyas en Panamá. Es posible encontrarlos en México y en casi toda Centroamérica.
Lo curioso del caso es que solo los guacamayos que se mueven por esta parte de la Amazonía occidental –me refiero a un arco geográfico que va desde Bolivia hasta Ecuador- colpean, peruanismo que los pobladores del oriente peruano utilizan para definir una de las actividades más características de guacamayos, loros y pericos (psitácidos): tragar arcillas que encuentran en las laderas barrosas de los barrancos ribereños llamadas ccollpas, tierra salada en quechua, para proveerse de las sustancias minerales que le son necesarias para vivir a su antojo.
Sobre esa afición tan particular, compartida por cierto con algunos mamíferos, la mejor explicación me la ha dado Kurt Hole, fundador de Rainforest: “Mira, es sencillo, los guacamayos buscan las collpas en Madre de Dios y en otras zonas porque allí encuentran las sales, sodio en particular, que necesitan para su metabolismo. Los guacamayos de Brasil y el resto del continente no tienen la urgencia de comer tierra para obtener sodio, las frutas que consumen de por sí son más “saladas” debido a la cercanía de esta región amazónica con el océano Atlántico”.
Chuncho
La collpa –o clay lick, por su denominación en inglés- de Chuncho, la primera que nos sale al frente luego de dos horas y un poco más de navegación por el río Tambopata ofrece uno de los espectáculos silvestres más impresionantes del mundo. El bote que nos traslada nos deja en una playa de piedras muy redondas desde donde tomamos un sendero en medio de la vegetación ribereña que en poco menos de diez minutos nos conduce al paraíso. Guacamayos rojos, verdes, azul-amarillos y loros de varias especies se amontonan en el saladero -que es inmenso- para proveerse de sus raciones cotidianas de arcilla. El ruido que hacen entre todas es sencillamente ensordecedor.
Juan Carlos nos va explicando los detalles más resaltantes de este retablo natural en movimiento constante. Alrededor de veinte especies diferentes de aves tropicales visitan Chuncho todos los días, comenta, mientras nosotros con la ayuda de los imprescindibles binoculares y de un potente telescopio vamos entendiendo tamaño jaleo.
Sucede lo previsible. El necesario banquete de sodio y otras sales expone a las aves de manera peligrosa; las convierte, por decir lo menos, en presas fáciles para sus depredadores, jaguares y águilas arpías incluidos, que conocen al detalle la cronométrica rutina de cada especie.
Nuestro guía confirma lo que especulábamos en voz bajita, son los guacamayos rojos o escarlatas (Ara macao) y los azul y amarillos (Ara ararauna) los más numerosos en la reunión de esta mañana. Escarlatas, azul y amarillos y verdes o cabezones (Ara chloropterus) son los más frecuentes en las collpas del Tambopata.
Planeta Guacamayo
De la collpa Chuncho pasamos al Tambopata Research Center, el magnífico albergue y centro de investigación que está cumpliendo 30 años de trabajo ininterrumpido y valiosísimo. En el TRC busco a Lauren Bazley, bióloga de la Universidad de Trent, y a César Huamaní, del pujante Senati maldonadino, los guacamayeros responsables del proyecto durante los días que dure mi visita al ecolodge. Por ellos me entero que las collpas sirven también de necesario punto de encuentro para que guacamayos y loros juveniles formen pareja y se perpetúe la especie.
Así de sencillo, las collpas son comederos donde los psitácidos obtienen las sustancias para combatir las toxinas de los frutos que se despachan en el bosque y salón de citas y si se puede de algo más…
La primera noche de mi llegada al TRC las asistentes de Lauren en el Proyecto Guacamayo se encargan de brindarle a los visitantes la información necesaria para la visita a la collpa Colorado, el centro neurálgico de los estudios de ecología y la historia natural de los guacamayos del Tambopata. Me voy a dormir lleno de inquietudes. Colorado, como Cocha Cashu o Los Amigos, las dos estaciones biológicas más notables de Madre de Dios, resulta una tierra prometida para cualquier viajero por el planeta…
Colorado
Maldición, me volví a quedar dormido. Vuelvo a correr por el bosque en busca de mis compañeros de aventura pensando en el nuevo papelón que me espera. Llego al embarcadero TRC en pleno zarpe. Ni modo, perdí mi boleto a la collpa.
De la nada, o de la bruma matutina, qué importa, aparece otra embarcación, es la de los guacamayeros del equipo de Lauren, presta a salir, como cada mañana, hacia la cocha para el cotidiano censo y reporte aviar. Con los cooperantes del proyecto Guacamayo logro embarcarme, felizmente que a ninguno de estos buenos muchachos se le ocurre preguntar por mi demora. No tendría qué contestar…
En la collpa Colorado, diez minutos o un poco más de navegación, la felicidad vuelve a asaltarme. ¡Qué espectáculo, por dios! Cientos de guacamayos y loros de todas las trazas revolotean sobre el lamedero –exageradamente amplio- o se posan sobre las ramas de los árboles más cercanos.
A pesar de los derrumbes, que son visibles, la collpa sigue siendo un atractivo inolvidable… y no solo por la profusión de aves de todos los linajes, a Colorado, como a la mayoría de lamederos de sal de Madre de Dios y Ucayali llegan sajinos, pecaríes de labios blancos monos, huanganas, ciervos, osos hormigueros, tapires, monos y, quién lo diría, otras aves. Extraordinario.
…
En el apostadero de los investigadores soy un privilegiado. En silencio, tratando de pasar desapercibido, los observo: son un equipo concentrado, atento hasta el exceso en cada uno de los movimientos que se suceden en la collpa. “Hoy hemos registrado 35 azul y amarillos, 25 escarlatas, 2 cabezones y también un grupo de pavas, otro de loros, dos gansos del Orinoco: en total 13 especies de aves”, me comenta Lauren. Carlos Huamaní, el experto en el manejo de las cuerdas para trepar a los nidos artificiales que los guacamayeros han instalado en los árboles de las inmediaciones del albergue, y las dos voluntarios que me salvaron del «naufragio», siguen en lo suyo.
Magnífico, después de tanto solo me queda volver. La felicidad, parece mentira, tiene el encanto del plumaje multicolor de unas aves salidas del taller de los pintores impresionistas.
Buen viaje, las collpas del Tambopata ocupan un lugar especial en #MisLugaresFavoritos
Prometo no volver a quedarme dormido…