Mi opinión
De acuerdo con Enrique Ortiz, los guardaparques vienen combatiendo en primera línea los efectos de la pandemia global que nos agobia así que estamos en la obligación de visibilizar su titánica y sacrificada labor. Son heroicos y se enfrentan cotidianamente a mafias poderosas y muy peligrosas: en el Perú la tala ilegal, el narcotráfico, la minería aurífera y el sempiterno olvido estatal; en el Congo, como lo hemos comentado en nuestras redes sociales, con los remanentes de la guerrilla que produjo el genocidio de Ruanda, la misma que la semana pasada asesinó a doce rangers del Parque Nacional Virunga, el área de conservación que protege la mayor población de gorilas de montaña del planeta.
Lo acaba de mencionar Kris Tompkins, el confinamiento urbano en el que andamos y la crisis económica que empieza a hacerse visible estimulan la presión sobre los recursos de las áreas protegidas para ponerlas nuevamente en peligro. En Argentina, donde opera Tompkins Conservation, los esfuerzos en la reintroducción de especies silvestres en zonas de conservación vienen sufriendo contratiempos enormes y retrocesos peligrosos.
“Mientras que el Perú, comenta Ortiz en el artículo que publicó en El Comercio hace unos días, se encuentra en cuarentena, la ilegalidad no ha descansado. Por ello, durante este tiempo cerca de 400 guardaparques permanecieron en sus puestos de trabajo en las 75 áreas protegidas de nivel nacional”, un territorio que alcanza el 17,5 de nuestro país. Tremendo esfuerzo por proteger lo que es de todos. Ha llegado el momento de valorar el trabajo de estos guardianes de nuestra riqueza natural y volver a discutir los temas que puso en agenda meses atrás Marc Dourojeanni a propósito del proyecto de ley 2854 que promueve la carrera del Guardaparque presentado en el 2017 por la bancada de Nuevo Perú.
Recuerdo haber coincidido con él en la necesidad de proveerles de un seguro especial, mejores equipos, facilidades para sus desplazamientos, teléfonos satelitales en las áreas remotas, entre otras cosas. Hemos empezado a hablar con entusiasmo de las inmensas posibilidades que ofrece el sistema nacional de áreas naturales protegidas para activar un modelo de turismo respetuoso del ambiente en que vivimos y la gente de sus entornos, incluyamos en ese sueño a los guardaparques del Perú. Celebro que Enrique Ortiz se haya ocupado de ellos en la nota que les dejo. Vamos a seguir insistiendo en este tema, es de extrema justicia y seguridad nacional.
En estos tiempos donde hablamos de nuestra anómala relación con la naturaleza, llaman a un merecido reconocimiento a un especializado grupo de profesionales a quienes genéricamente llamo “guardaparques”. Estos guardianes -que incluyen también a los jefes de área, especialistas y otros- se entregan día a día a cuidar nuestro patrimonio natural en los tiempos mas difíciles. Pocos saben quiénes son ellos, qué hacen y por qué su labor es también considerada como esencial para que sigan en el frente de acción. Pues sí, su labor es comparable a la del personal médico, el de las fuerzas del orden, de las personas que se encargan de traer y expender alimentos, de los que limpian las calles y hospitales y de todos los demás que hacen que el Perú resista y salga adelante en estos momentos difíciles. Se dice que en las crisis sale lo mejor y lo peor de la naturaleza humana. Es en esta gente valiosa, los guardaparques, donde vemos lo mejorcito del peruano.
¿Quiénes son los guardaparques? Ellos son los encargados de la protección y salvaguarda de las áreas que conforman el Sistema Nacional de Áreas Protegidas, sean estas áreas silvestres, así como sitios históricos y culturales. Ellos representan al Estado -y a todos los peruanos- en estas áreas. Son los embajadores, traductores, educadores, padres, madres, hijos y vecinos, dentro y fuera de las áreas protegidas donde laboran. No solo hablan el mismo idioma (sean las varias lenguas del Perú), sino que tienen el mismo sentir que sus vecinos. Y a veces, por defender los intereses de la Nación, tienen que asumir funciones difíciles y peligrosas. Bajo la tutela del SERNANP (Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado adscrito al MINAM), el personal de las áreas incluye cerca de mil profesionales, entre hombres y mujeres, guardaparques, especialistas y jefes. Todos ellos son personas impresionantes, de los que construyen un techo de la nada, se orientan en el bosque como jaguares o te maravillan con historias de la naturaleza. No he conocido un solo guardaparque que no esté perdidamente apasionado de su trabajo. Es por esta mística que hay mas de cien voluntarios en el campo para ayudarlos, y una lista de espera grande.
Mientras que el Perú se encuentra en cuarentena, la ilegalidad no ha descansado. Por ello, durante este tiempo cerca de 400 guardaparques permanecieron en sus puestos de trabajo en las 75 áreas protegidas de nivel nacional, desde el corazón del Parque Nacional del Manu hasta las punas del Santuario Nacional de Calipuy en La Libertad. Durante estos días, por ejemplo, el personal del SERNANP, actuando en conjunto con la policía y las Fuerzas Armadas, han hecho operativos para expulsar a mineros ilegales armados en la Reserva Nacional Tambopata y en la Reserva Nacional Allpahuayo Mishana en Loreto.
Pero en estos tiempos de emergencia, el rol del guardaparque se ha ampliado de manera no anticipada. La capacidad del SERNANP -por su personal de campo conocedor de las comunidades, sus equipamientos (botes, camionetas, de comunicaciones), y por estar presentes en los puntos mas alejados del Perú, se hizo imprescindible para ayudar en múltiples oficios a otros sectores del gobierno, a las direcciones regionales y directamente a la población. Desde repartir las canastas familiares, el transporte de alimentos, equipos e insumos médicos, de identificar necesidades en las poblaciones alejadas, hasta para evitar el ingreso de extranjeros en los puestos de las áreas protegidas fronterizas. Esta labor se ha dado principalmente en los sitios más lejanos y de más difícil acceso, mayormente en la Amazonía.
Según cuentan en el SERNANP, en las labores de apoyo se han seguido todos los lineamientos y protocolos de precaución del MINSA y MINCUL para evitar contagios en las comunidades. Por ejemplo, en las comunidades Matsigenkas, se han tomado las precauciones de dejar alimentos y combustible, sin entrar a las comunidades, en la otra orilla del río.
Las preocupaciones económicas para seguir cuidando y manejando nuestras áreas protegidas no faltan. ¿Cómo van a encarar las poblaciones locales la crisis económica a la que entramos? ¿Cómo comercializar los recursos manejados por las comunidades y que dependen de la exportación? Como es el caso de las “taricayas” (tortuguitas de acuario) en la Reserva Nacional Pacaya-Samiria, o la lana de vicuña en la Reserva
Nacional Pampa Galeras. ¿Continuarán esos mercados?
El SERNANP depende significativamente de los recursos por concepto de ingreso de turistas a las áreas protegidas. ¿Cuánto tardará en recuperarse ese sector? Ojalá que el Gobierno tome nota y conciencia de que el servicio de guardaparques es muy importante, cuando se tengan que asignar presupuestos para la recuperación nacional.
Mientras tanto, las labores de cuidar nuestras áreas protegidas y de apoyar en las actividades de manejo de recursos no se han interrumpido y no se deben interrumpir. El trabajo de los guardaparques es crítico y también peligroso. En los últimos meses varios han caído por diversas causas en Colombia, Brasil, y hace pocos días, 12 en el Congo. El Perú y su maravillosa naturaleza se lo agradecen.