Por Guillermo Reaño
San Bartolo. Don Máximo Damián, el peruano ilustre que acaba de partir, fue cultor de una música que está desapareciendo, lamentablemente, herida de muerte por el empuje y predominancia de una modernidad que está matando otras expresiones culturales de este país multidiverso y antiguo. Su partida a los 78 años es una pérdida invaluable, de inconmensurables consecuencias para la pervivencia del arte popular que se gestó en el siglo XX y del cual él fue uno de sus más grandes exponentes.
Que el drama de su muerte, precedida del funesto y peruanísimo olvido, llame la atención de autoridades y público en general; finalmente, como dice Leo Casas, otro artista olvidado, el Estado tiene la obligación de velar por la salud y la obra de una pléyade de artistas que debido a su avanzada edad y los rigores propios de una vida dedicada a la música y otras expresiones la pasan mal. Uno de ellos, el gran charanguista ayacuchano Jaime Guardia.