Diario de viaje, día 127. “Mi padre era toyoeri, no era ese eja neto, se llamaba Mariano y su papá de él se llamaba Saringuia. Bravos eran, como buenos harakbut. Los arasaeris acabaron con los toyoeris, entonces todos nos mezclamos, como ahora.
El apellido Pesha recién lo tomamos cuando los toyoeris se juntaron con los ese ejas de estos bosques.
Yo ya soy ese eja puro y he vivido desde que nací en estos ríos y aunque he recorrido el mundo hablo y pienso como un ese eja, soy Baawaja kuiñaji . Ahora me desempeño como profesor de lengua en la escuela de la comunidad de Infierno, enseño a los muchachos de primaria la lengua de nuestros abuelos.
Antes, mucho antes, los ese ejas éramos errantes, no teníamos territorio fijo, mitayábamos por todos estos bosques, de río en río, era otra vida, éramos felices. Al río Tambopata lo llamábamos Baawaja, al río La Torre Kuisho Kuey, al Heath, Sonene, al río Malinowski le decíamos Nao´o y al Távara, Ibabi Anaji.
Eso hay que saberlo para no perder nuestras costumbres, eso les enseño a mis alumnos.
Les cuento lo que he visto. Yo he vivido en el bosque yendo de un lado para otro con mi familia hasta los doce años, a esa edad me integré a la sociedad occidental. Mi padre me llevó a la escuela de Chonta y allí aprendí a hablar español y muchas cosas más. Me gustaba aprender, he sido toda la vida bien curioso.
En esa época los ese ejas solo podíamos estudiar hasta tercero de primaria. Yo me rebelé y me fui a estudiar a otra parte, terco era, así acabé la primaria y después serví a mi patria en el ejército y cuando volví me hice dirigente. He sido presidente de mi comunidad y tres veces presidente de Fenamad.
Haciendo gestión he conocido el mundo. Así como me ves conozco Suiza, Estados Unidos, Noruega, Bolivia, Ecuador, tantísimos otros países, bonitos todos. Conozco África, he visto jirafas y otros animales que no tenemos por aquí.
Ahora estoy retirado, dedicado a lo mío, a enseñar, ya tengo 73 años.
Fue Benito Arévalo, de Pucallpa, quien nos enseñó a usar ayahuasca, los ese ejas no conocíamos esa planta, tampoco el tabaco.
Nuestros curanderos, nuestros eyamitekuas, curaban de otra manera. Su conocimiento era otro, todo lo que sabían lo habían aprendido de los chullachaquis, los espíritus que cuidan al bosque y a los animales. Mi papá siempre me habló de Ñape, el eyamitekua más poderoso que han tenidos los ese ejas. Ñape solo curaba de noche, con las manos, dicen que se metía al bosque y salía seco. Ya no tenemos eyamitekuas, hemos perdido esa tradición, nos hemos contaminado.
¿Has hablado con mi hijo? Se llama Víctor, él también ha sido presidente de Infierno, lo vas a encontrar en el Centro Cultural Ese eja. Ilustrado es, sabe mucho. Mis hijas se han casado con shawis, con matsés, hasta con chinchanos, somos una comunidad intercultural. De todo hay en Infierno”.