Diario de viaje, día 126.
Ñape, el último eyámitekua de la nación Ese eja, tuvo que luchar a brazo partido contra los guardianes del bosque, los edósikianas, para adquirir los saberes que todo chamán o curandero local debía poseer para ejercer tan importante oficio.
El suyo fue un combate tenaz, sin cuartel, durísimo. Una lucha simbólica, mágica, pues habían sido los propios edósikianas los que lo eligieron para que ocupara ese cargo.
Dicen los hombres más viejos de la comunidad nativa de Infierno, Miguel Pesha, José Mishaja, Víctor Pesha, que para ser eyámitekua no solo era necesario tener un corazón bueno, también se necesitaba tener un espíritu fuerte.
Y Ñape cumplía con esas dos condiciones.
…
Herido de muerte por el impacto de una flecha de chonta, resistió como pudo y al final del combate fueron los mismos espíritus del bosque quienes lo ayudaron a sobrevivir, a salir airoso de tan decisiva y tremenda prueba.
A partir de ese momento Ñape, ungido eyámitekua por los espíritus del bosque, se encargó de recorrer el territorio de los Ese ejas dando salud y bienestar a los que lo necesitaban.
Lo protegían, de daban sabiduría, los poderes que había recogido del bosque “a través del aire, del sonido de las ramas, del grito de los animales, del vuelo de los pájaros, del viento, del sonido del río…”.
“No lo conocí, me va contando Miguel Pesha, profesor de la lengua Ese eja en la escuela local por encargo de la comunidad de Infierno, pero mi padre me contó que Ñape solo curaba en las noches, con sus manos, tocando a los paisanos, sin usar tabaco u otras plantas. Todo lo que sabía lo había aprendido del chullachaqui. Dicen que cuando Ñape se metía al río, salía del río seco, sin nada de agua en el cuerpo”.
Para los Ese ejas de Infierno, Palma Real y Sonene, también para los amahuacas de Boca Inambari, el duende amazónico o chullachaqui es un espíritu del bosque noble, que cuida con afán los recursos que provee la naturaleza.
Ñape tuvo una larga vida y así como había nacido tuvo que partir.
Y aunque después de él han habido otros chamanes en territorio Ese eja -uno de ellos, Roberto Kioshe, Shai jame Kioshe o Caimán- los mayores en Infierno están convencidos que Ñape fue el último de todos, el último eyámitekua.
¿Qué pasó?, le pregunto a Víctor Pesha en la puerta de la Casa de la Cultura Ese eja de la Comunidad Nativa de Infierno, ¿por qué no ha aparecido un nuevo eyámitekua?. “Muy difícil es, me responde con seguridad, el espíritu del bosque que les da poder es muy celoso. Es muy difícil que un Ese eja los adquiera porque ahora estamos contaminados, estamos muy cerca de las ciudades, tomamos trago, fumamos cigarro, nos alimentamos de comidas artificiales, por eso el espíritu del monte ya no nos quiere”.
“Si hubiera un nuevo Ñape, un nuevo eyámitekua todo sería diferente, los Ese eja volveríamos a ser los de antes”, termina de decirme.
Yo, por supuesto, le creo…