Mi opinión
Los chicos de cuarto de media con los que converso todos los lunes no sabían quién era Jorge Mario Bergoglio. Claro, cuando les comenté que es el mismo al que todos llaman Francisco; lo identificaron de inmediato. El Papa sigue siendo un personaje medianamente distinguible para estos adolescentes peruanos que observan el mundo acojudados por un discurso cultural basado en la liquidación del heroísmo y el culto al todo-vale-filosofal.
No quiero ser melodramático, pero nuestros muchachos andan más preocupados en las historias que se van sucediendo en los diez capítulos de la serie Narcos –vía Netflix o CD pirata- que en los discursos que el pontífice argentino nos ha ido regalando a su paso por Cuba y los Estados Unidos.
¿Saben de qué hablo, no? Me estoy refiriendo al último éxito de la tele gringa, el policial “Narcos”, un bodrio mal actuado que en su primera temporada ha trivializado como nunca el delito artero –en este caso el terrorismo que el capo Escobar utilizó para imponer sus reglas en Colombia – convirtiendo, por arte de magia, la coima, lo ilícito, la trasgresión de las normas, el dinero fácil, en virtudes casi teologales.
Digamos que un poco más de lo que ya se vende como pan caliente en los medios de comunicación del continente. Digamos que lo mismo que nos mostró “Escobar, el patrón del mal” o “La reina del sur”, la adaptación televisiva de la novela de Pérez-Reverte. Pablo Escobar en versión Netflix se parece mucho a Oropeza en fase El Trome. Los narcocorridos que endiosan a los capos de los carteles mexicanos han encontrado su alter ego en las cumbias que ensalzan a los narcos de Aucayacu y Trapiche.
En fin, es tal la pérdida de perspectiva, que los betosortices que lideran el rating de la farándula policial prefirieron solazarse anoche con el discurso trasnochado y anacrónico de un asesino confeso, que revisar siquiera un minuto el contenido de los discursos del Papa Francisco. Andan tan agobiados por el rating que optaron por hacer lo que hacen cada semana. Hurgar en el saco de nuestras miserias para seguir sembrando tempestades.
Bueno, los dejo con Bergoglio, vale la pena repasar un poco lo que dijo en nombre de una Iglesia que quiere dejar atrás el medioevo.
Apenas unos minutos después de despegar de Filadelfia con destino a Roma, el papa Francisco se acerca a la parte trasera del Boeing 777 de American Airlines para, como ya es costumbre desde su primer viaje a Río de Janeiro, someterse a las preguntas de los más de 70 periodistas que lo han acompañado durante los últimos nueve días por seis ciudades de Cuba y Estados Unidos.
Se le nota cansado —en las ojeras y en la lentitud con la que hilvana sus respuestas—, pero acepta y agradece todas las cuestiones, incluso las más peliagudas. Si en el trayecto entre Santiago de Cuba y Washington se le preguntó y repreguntó por su aparente condescendencia con el régimen de los hermanos Castro, ahora el interés gira sobre los abusos sexuales en el seno de la Iglesia, su reciente reforma de las nulidades matrimoniales, la crisis migratoria en Europa y la entusiasta acogida —superior a todos los pronósticos— de Estados Unidos. Hay quien le llega a preguntar si se siente una estrella. Su contestación incluye una frase enigmática: “Tengo miedo de mí mismo”.
Nulidades matrimoniales
Su reciente reforma, mediante un motu proprio o decreto papal, del sistema de nulidades matrimoniales sigue levantando suspicacias. “Hay quien teme”, le plantea un periodista francés, “ su reforma, pensada para hacer más ágil el proceso de nulidad matrimonial, esté abriendo la puerta a una especie de divorcio católico”. Jorge Mario Bergoglio se muestra tajante: “Los que piensan en el divorcio católico se equivocan, porque lo que he hecho es cerrar la puerta al divorcio que podía entrar por la vía administrativa. Este documento, este motu proprio, facilita los procesos en el tiempo, pero no es un divorcio, porque el matrimonio es indisoluble cuando es sacramento, y esto la Iglesia no lo puede cambiar. Es doctrina, es un sacramento indisoluble”.
Crisis migratoria
Un periodista alemán le pregunta por la crisis migratoria y por la decisión de varios países de blindar sus fronteras con alambres de espino. El Papa es tajante. Dice que la palabra crisis esconde detrás un proceso largo, provocado en buena parte por “la explotación de un continente contra África” y por las guerras interesadas, como ya denunció en la ONU. Pide a los Estados que, en vez de gastar dinero en defenderse, inviertan en ayuda al desarrollo. Sobre los alambres de espino, advierte: “Todos los muros caen, hoy, mañana, o dentro de cien años, pero todos caen. No es una solución. El muro no es una solución. El problema permanece. Y permanece con más odio”.
Abusos a menores
Durante sus últimas jornadas en Estados Unidos, Francisco tuvo duras palabras de condena contra la pederastia en el seno de la Iglesia. Incluso elevó el listón verbal al hablar de “menores que han sido violados” y anunciar que, entre los verdugos, también había obispos. Una periodista de origen mexicano le pregunta si entiende a las víctimas —o a las familias de las víctimas— que jamás perdonan a los abusadores. El Papa responde: “Sí, los comprendo, rezo por ellos y no los juzgo. Una vez en una de estas reuniones me encontré con varias personas y una mujer me dijo que cuando su madre se enteró que habían abusado de ella ‘blasfemó contra Dios, perdió la fe y murió atea’. Yo comprendo a esa mujer. La comprendo. Y Dios, que es más bueno que yo, la comprende. Y estoy seguro de que a esa mujer cuando murió Dios la ha recibido porque lo que fue manoseado, lo que fue destrozado era su propia carne, la carne de su hija. Yo la comprendo. No juzgo a alguien que no puede perdonar. Rezo y le pido a Dios porque Dios es un campeón en buscar caminos de solución. Le pido que lo arregle”.
Bergoglio se mostró satisfecho con el principio de acuerdo de paz alcanzado entre el Gobierno de Colombia y las FARC, pero añadió: “Ahora lo importante es llegar a marzo para firmar el acuerdo definitivo. Veo voluntad por ambas partes”. A raíz de los halagos encendidos que dedicó a las monjas de Estados Unidos —“son fantásticas, y el pueblo estadounidenses las quiere mucho, no sé si a los curas también…”—, una periodista española le preguntó si en el futuro cabría la posibilidad de que las mujeres accedieran al sacerdocio. El Papa respondió una vez más que no, que ese asunto lo dejó zanjado Juan Pablo II, pero a lo que sí está dispuesto es a llevar adelante una “teología de la mujer” para darle más protagonismo en la Iglesia. “Pero hay una cosa que debo reconocerte”, añadió, “nosotros vamos un poco con retraso en una elaboración de la teología de la mujer; debemos avanzar en esa teología. Eso sí es verdad”.
Un par de periodistas intentaron indagar en los sentimientos más personales del Papa después de ser aclamado por multitudes en las calles de Washington, Nueva York o Filadelfia. “¿Se siente una estrella?”, le preguntó una enviada francesa, que aún fue más allá: “¿Es bueno para la Iglesia que el Papa sea una estrella?”. Bergoglio respondió con otra pregunta: “¿Tú sabes cuál era el título que usaban los papas y que se debe usar? Siervo de los siervos de Dios. Es un poco diferente de una estrella. Las estrellas son lindas para verlas. A mí me gusta mirar cuando el cielo está sereno, en verano… Pero el Papa debe ser el siervo de los siervos de Dios. Es verdad que en los medios de comunicación se usa eso [la definición del Papa como una estrella], pero, ¿cuántas estrellas hemos visto que después se apagan y caen. Es una cosa pasajera. En cambio, ser el siervo de los siervos de Dios es bueno; eso no pasa”. A una pregunta parecida sobre si se sentía poderoso, respondió que no, que seguía teniendo muchas dudas, incluso de su propia capacidad para hacer el bien: “Tengo miedo de mí mismo”.
De lo que no tiene miedo es de seguir abriendo frentes. En noviembre viajará a África, y en el horizonte se vislumbra un deseo: “Yo amo al pueblo chino, lo quiero mucho. Yo deseo que la Santa Sede establezca buenas relaciones. Tenemos contactos, hablamos, vamos adelante. Para mí tener un país amigo como China, que tiene tanta cultura y tantas posibilidades de hacer bien, sería una alegría”.
28/9/2015