Mi opinión
No sé a ustedes pero a mí el artículo de Rafo León sobre los comentarios destemplados y furibundos de la señora Martha Meier Miró Quesada a propósito de la gestión de la alcaldesa Villarán (en julio del 2014) no me parecen difamatorios. Tampoco subidos de tono. Cachosos de repente, socarrones, sobre todo en la parte en que el columnista de Caretas hace alusión a los vestidos de zorro (pudo decir visón) tan característicos de una época en que las señoronas los usaban para los convites y el sorprendente ecologismo de la susodicha.
Tremendo Rafo, fiel al estilo zahorí y zumbón que todos le conocemos.
Considero que los comentarios del creador de la célebre China Tudela no estaban cargados con el necesario anfo como para que se arme tan sonoro alboroto… ni para que la aludida, experta en decirle samba canuta a medio mundo, se fuera por la tangente judicial.
En todo caso de aplicarse la lógica Meier Miró Quesada pocos días de libertad le van a quedar a ella, a Carlín, a Aldo Mariátegui, a Faveron y a casi toda la gallada chola que se expresa cotidianamente en fase pleito en todos los medios de comunicación y redes que frecuento. No es que quiera darle patente de corso a ese estilo de vincularnos tan espantoso, vean si no mi columna “Contra el fanatismo” en esta misma revista https://soloparaviajeros.pe/columna/contra-el-fanatismo/, no, solamente trato de explicar mis razones para defender a Rafo León en estos tiempos de trifulcas y confrontaciones que a nada bueno conducen.
Propongo que la demandante y el acusado se reúnan para tomarse un café y dejen sentado para la posteridad un precedente que todos aplaudiríamos.
Les dejo los dos artículos en mención para que saquen sus propias conclusiones y me digan cuál, de verdad de verdad, es más achorado.
¿Qué hacemos con la primita?
Por Rafo León
Como ya me está persiguiendo ese alemán cuyo nombre he olvidado, me pasa que a veces me confundo y creo estar viviendo algo que no es lo que creo sino otra cosa. Me ocurrió en mi escritorio la mañana del 16 de julio pasado, cuando como lo hago rutinariamente, revisaba los diarios con mi expresso recién hecho al costado. En uno de esos periódicos leí algo y lo volví a leer, algo pasaba. Recordé los consejos de mi neurólogo para manejar el Alzheimer: relajarse y hacer el esfuerzo por conectar las cosas del entorno hasta darles su dimensión real, y evaporar la fantasía. Empecé reconociendo que no podía estar leyendo La Chuchi ni El Tío por la sencilla razón de que estos son tabloides y en cambio El Comercio tiene formato grandazo. Muy bien. Pero sobrevivía eso en lo que estaba posando mi vista que tercamente me confundía, ese algo muy asintónico no solo atribuible a los conectores de mi cerebro.
Se trataba de un editorial escrito por la señora Martha Meier Miró Quesada, titulado “El síndrome de Susy”, dedicado de comienzo a fin a denostar a la persona de la alcaldesa Susana Villarán, sin dar un solo argumento que evidencie una discrepancia o un desentendimiento. Era una retahíla de ironías de baja estofa y de insultos mal barajados, del que traigo un par de perlas, aparte del punto de partida en el que se sostiene categóricamente que la gestión de Villarán es “la más patética que ha padecido nuestra ciudad”, sin dotarnos de un solo porqué. Ahí van:
“Nada es su culpa ni la de su club de ineptos franeleros, perdón, ‘chalineros’. La señora bien podría pasar a la historia por ser víctima de un nuevo y desconocido trastorno de personalidad: el “síndrome de Susy”.
“La señora cree que ganará en las elecciones de octubre. Un síntoma más: lanzarse a piscinas vacías y aceptar postular por un partido que no es de ella; es decir, vivir en el planeta lalalá”
La Editora General de un diario que tiene 175 años de vida se manda contra la persona de una autoridad tal cual en las más corruptas y viles emisoras de ciertas provincias son trajinadas, no las gestiones, la identidad de los gestores. Troleó en el Decano, bajeza en uno de los diarios más antiguos, y por mucho tiempo, respetado en América del Sur.
Un periódico con tan larga vida, en un Perú que nunca está tranquilo, de hecho tiene que haber tenido resbalones, cometido errores, haber permitido que sus fobias y sus filias interfieran en la labor del periodista. Eso se entiende, y por ello la imagen de El Comercio es aún sólida y respetada en algunos sectores de nuestra sociedad. Porque además en su directorio y en sus páginas hay nombres de gentes que califican de largo para decentes, coherentes y mesurados. Por eso yo estoy seguro de que las cabezas del diario, hoy, lo que más quieren ser zafarse de la prima insurrecta que tanto impacto negativo viene causando desde que tomó el cargo.
Personaje extraño MMMQ, su militante ecologismo (de un océano de extensión y un centímetro de profundidad), la viene distinguiendo por años como “su tema”. Pero para ser un auténtico ecologista hay que saber respetar también las áreas de amortiguamiento de otros derechos que tenemos los seres humanos, como la libertad de elegir, la opción del laicismo, el pensamiento sin límites. Sin embargo, resulta que mientras la señora defiende a las taricayas de Pacaya Samiria, en una columna vecina se alía con el cardenal Cipriani en las opiniones más cochambrosas y naftalineras posibles, sobre la unión civil, el aborto terapéutico, la defensa cerrada y unívoca de la familia occidental y cristiana. Y un par de páginas más allá, en Sociales, aparece envuelta en zorros, tomando el té con las cuatro condesas que dan lustre a nuestra Lima.
El Comercio está en pleno turning point, acelerado por la muerte de Fritz Dubois. Es el momento para desembarazarse de una persona que hace un periodismo irresponsable y más. Y desde acá me aúno al pedido de Michel Azcueta, formulado en carta pública, para que MMMQ pida disculpas a la alcaldesa Susana Villarán. Es lo justo, varón. (Escribe: Rafo León)
El síndrome de Susy
Martha Meier Miró Quesada
Nada es su culpa ni la de su club de ineptos franeleros, perdón, ‘chalineros’…
El olón, el huaico, el oleaje anómalo y cualquier fenómeno natural previsible es usado, una y otra vez, como excusa por la alcaldesa Susana Villarán de la Puente. Esto para evadir sus responsabilidades y justificar su improvisación.
Nada es su culpa ni la de su club de ineptos franeleros, perdón, ‘chalineros’. La señora bien podría pasar a la historia por ser víctima de un nuevo y desconocido trastorno de personalidad: el “síndrome de Susy”.
¿En qué consiste ese síndrome? En sonreír de oreja a oreja cuando se comete un error, dar la media vuelta como si la cosa no fuera con uno (es decir, con ella) y luego apelar a cualquier extravagante argumento para salir bien de la situación.
Los afectados por el “síndrome de Susy”, como nuestra alcaldesa, dicen “no” cuando en realidad quieren decir “sí”. ¿Ejemplo?: “No voy a postular para una reelección”, dijo, pero terminó haciéndolo. Y llamó “cambio de opinión” a la mentira.
Los afectados tienen, además, otra concepción del tiempo y del curso de las estaciones: “La Costa Verde Sur se inaugurará en el verano del 2012”, dijo la alcaldesa Villarán. Los limeños estamos viviendo en julio del 2014 y vemos que no hay tal malecón; en realidad, con el frío invernal resulta evidente que no es necesario apurarlo. Pero quienes padecen por contagio de lo mismo que la alcaldesa, viven en otro año y en otra estación.
El lunes, mientras los periodistas no encontraban cómo abrigarse a orillas del helado mar de la zona de las playas Venecia y Barlovento, el ingeniero Javier Sota Nadal, presidente de Emape, anunció: “En un máximo de un mes, la obra va a estar a disposición de los que quieran transitarla”. Y lo dijo como si estuviéramos viviendo el más ardiente de los veranos.
Suponemos que la transitarán algunos potenciales suicidas que desean morir de neumonía o alguna otra enfermedad pulmonar.
Este malecón de marras, como otras emblemáticas obras de la gestión villaranista, fue afectado por un fenómeno natural predecible, especialmente en unas playas conocidas por su bravura, aunque Sota Nadal llegó al extremo de culpar al cambio climático global. Ya no ya.
Parte del muro del malecón, en el extremo sur, se vino abajo, y las olas se llevaron una franja de arena. Sí así mismito como ocurrió con el ‘olón’ de la playa La Herradura que arrastró aquella arena regalada al municipio por la constructora brasileña Odebrecht. Vale recordar que La Herradura es conocida por sus olones. Para los sufrientes del “síndrome de Susy” todo eso es purita mala suerte, pero para nosotros los sufrientes vecinos de la gestión más patética que ha padecido nuestra capital, eso se llama improvisación, incompetencia y cuajo (como cuajo es el indebido préstamo que se hizo de la Caja Municipal).
Los efectos del “síndrome de Susy” son evidentes y han llevado a la primera mujer elegida alcaldesa de Lima por voto popular, a contar apenas con un escuálido 10% de intención de voto. Pese a esto, la señora cree que ganará en las elecciones de octubre. Un síntoma más: lanzarse a piscinas vacías y aceptar postular por un partido que no es de ella; es decir, vivir en el planeta lalalá.. (Escribe: Martha Meier Miró Quesada)