Mi opinión
Interesantes las opiniones de Richard Webb, un economista siempre mesurado, en El Comercio del día de ayer. «Lo que hoy hay más (en el Perú, se entiende) es un movimiento de ida y vuelta. Una antropóloga (Erdmute Alber) estudió la misma comunidad del valle de Chancay, Huayopampa, que fue estudiada por Matos Mar y otros antropólogos que se concentraron en la migración. Ella concluyó que ya no se debe hablar de migración. Lo que hay es oscilación. La gente va y viene (…) Es increíble cómo se va de un pequeño lugar de Puno a Rocky Mountain en Estados Unidos, donde necesitan gente que sepa cuidar ovejas, o a los llanos de Montana. Pero lo que hay más es un movimiento cercano. Por ejemplo, en Acobamba, provincia de Huancavelica, ahora hay carros que cada media hora llegan a Huanta y a Huancayo».
De acuerdo, los peruanos hemos dejado de mirar a Lima como la panacea del progreso y el desarrollo. Ahora, para muchos habitantes de la sierra (y de cualquier parte del país), la Meca del repunte social se encuentra en Madre de Dios, en los campos auríferos de La Pampa o en las faldas de la cordillera del Ausangate, en el Cusco.
Eso explica la profusión de ciudades en San Martín que delatan la procedencia de sus vecinos: Nueva Cajamarca, Nueva Talara, Nueva Cutervo. Como que los padres de los niños que juegan en el asentamiento humano San Bartolo tercera etapa o en las angostas calles de los suburbios de Chincha o Huacho trabajan en los socavones mineros de Chala o en el mercado popular de Juliaca. Desde allí envían las remesas a sus familias.
Igualito a Esther, la hermana de Sady. Ella trabaja en Santiago de Chile mientras los suyos la esperan en Puente Piedra. Es una nanaen un barrio rico, Sady se bate en la cocina de un restaurante en Bahía, Brasil.
Mi compadre Oscar Negreiros, mientras tecleo estas líneas se gana los frejoles en la lejana población de Steamboat, Colorado; es montañista y en esta época de vacas flacas en la Cordillera Blanca, los Estados Unidos pagan. Así de sencillo, nos movemos sin parar para seguir vivos. Economías transfronterizas, que le dicen.
La economía es una ciencia humana en boca de Richard Webb. A pesar de sus respuestas pausadas y sus dudas metódicas –nada de soberbia asertividad–, las cifras cobran sentido y emoción cuando las invoca. Está estudiando los 50 distritos más pobres del Perú y, en su casa de San Isidro, a sus pródigos 78 años, nos cuenta cuánto le falta entender del Perú.
Estamos obsesionados con el crecimiento y aterrados cuando este se desacelera. Hay una mirada demasiado cortoplacista. Sí creo que es fundamental el crecimiento porque es requisito absoluto para salir de la pobreza en la que todavía estamos. Pero necesitamos mirar otras cosas. Deberíamos mirarlo como un objetivo de largo plazo y no estar con esta fijación de ver mes a mes las cifras.
¿Estamos creciendo más desiguales que antes? Creemos que hay un número que resume todo, el índice Gini de desigualdad. Lo que pasa es que cuando uno reflexiona sobre la justicia social, una cosa es mirar este número y ver cómo baja de 0,47 a 0,46 y otra cosa son terrenos más prácticos y emotivos, como desigualdad de género, regional, pobreza absoluta. Para aclarar las cosas en mi cabeza hice un cálculo hace poco: ¿qué pasaría con la desigualdad total del Perú que ahora está en 0,44 de Gini, si se elimina la pobreza extrema al 100%? A todos los pobres extremos les damos un cheque. Bueno, el Gini bajaría a 0,43, o sea casi no cambia, a pesar de que logramos un triunfo histórico mundial. Si eliminamos la pobreza total, no solo la extrema, bajaría a 0,42. Uno se pierde en esos números.
El FMI señaló que un reto central en estos tiempos es la desigualdad, algo inusual. Sí, es una institución de 5 mil economistas. Están acostumbrados, por ser mundiales, a resumir todo en unos cuantos números. No es un buen consejero para un país cuando quiere dirigirse a la justicia social. Hay que pensar en no tolerar la pobreza, hay que pensar en distintas formas de desigualdad.
Frente a la pobreza, ¿cómo avanzamos más, con programas sociales o con el propio esfuerzo de los ciudadanos? Creo que hemos avanzado más en reducción de pobreza extrema. Es el gran logro de los últimos 20 años. Y el Gini se ha reducido un poquito. El ‘boom’ nacional ha ayudado, pero el factor número 1 es que se empoderó a los más pobres para resolver sus problemas ellos mismos y ese empoderamiento ha tenido mucho que ver con la conexión.
¿Por conexión te refieres a teléfono, Internet, caminos? Sobre todo por la tierra. Esto hizo posible mover mercadería y gente muchísimo más rápido y barato. No es que a la gente se le despertó un deseo por conectarse, siempre lo han querido. Los patrones de asentamiento [geográfico] en el Perú son unos de los más difíciles del mundo para salir de la pobreza.
¿Y al haber más acceso a lo que se necesita, se mantienen las mismas tasas de migración? Lo que hoy hay más es movimiento de ida y vuelta. Una antropóloga [Erdmute Alber] estudió la misma comunidad del valle de Chancay, Huayopampa, que fue estudiada por Matos Mar y otros antropólogos que se centraron en la migración. Ella concluyó que ya no se debe hablar de migración. Lo que hay es oscilación. La gente va y viene.
¿Y esta oscilación no solo tiene a Lima como referencia, sino a cualquier país extranjero? Es increíble cómo se va de un pequeño lugar de Puno a las Rocky Mountains en Estados Unidos, donde necesitan gente que sepa cuidar ovejas, o a los llanos de Montana. Pero lo que hay más es un movimiento cercano. Por ejemplo, en Acobamba, provincia de Huancavelica, ahora hay carros que cada media hora llevan a Huanta y Huancayo.
¿Si hubiéramos tenido esa conexión hace 40 años, de pronto no padecíamos el terrorismo como lo padecimos? Creo que me atrevería a decir que sí. Pero es difícil desenredar todas estas causalidades. Una estadística muy potente, viene del censo agropecuario. Se le pregunta al campesino si trabaja fuera una parte del año. En el censo del 94, 20% dijo que sí. En el censo del 2012, fue 40%. La gente se está moviendo y esto mejora las condiciones de vida.
Ya no se suele hablar de demografía, ¿ha disminuido ostensiblemente la tasa de natalidad? Ha disminuido y, por otro lado, ha bajado la mortalidad. Pero el neto es una tasa de crecimiento demográfico más baja. Pasa en todo el mundo. Lo que me fascina es que el crecimiento en las ciudades sigue siendo más rápido que en el campo. Pero lo que más crecen son los pueblos. Antes que a Lima, Chiclayo o Arequipa la gente se está yendo a capitales de distrito.
Donde encuentran niveles de vida que antes se pensaba solo existían en Lima. Mucho ha tenido que ver con ir a colegios secundarios para los chicos y querer trabajar en otras cosas. Las capitales de provincia e incluso muchos distritos tienen institutos de estudios superiores.
El mito educativo moviliza. La clave para que los hijos salgan es la educación superior. Me parece muy bien que la gente quiera estudiar más, pero me parece trágico que la expectativa sea exagerada, bastante exagerada. La desilusión será enorme de aquí a 20 o 30 años.
¿Por los límites del mercado o por la calidad de la educación? Por las dos cosas. Aún si la educación fuera buena, va a haber desilusión. Desde Lima basureamos a mucha de esta educación, como en Lircay, Huancavelica, que hay 2 universidades, a una le llaman la primera bilingüe del Perú porque exige el quechua para graduarse hasta para quienes no lo saben.
Veo que estos datos te producen entusiasmo y también ternura porque no son necesariamente señales de desarrollo. Sí y no. Para muchos individuos, educación es desarrollo pero colectivamente va a ser menos de lo que se espera. En los 70 me fascinaba la ola de jóvenes que iban más allá de la primaria. Hoy la secundaria es casi universal. ¿En qué trabajan los egresados de secundaria? Muchos son empleados domésticos, peones de construcción. O sea, no han salido de los niveles de vida más pobres. Es decir, cuando pocos tienen secundaria completa, ganan más. Cuando todos tienen, ganan poco. Se pierde esa renta de la escasez. Lo mismo va a pasar con el título superior.
El sueño de la educación va a ser burlado, qué terrible. El Estado debería estar alertando, asegurándose de que la gente esté bien informada. Es curioso, hay estudios de economía moderna, con mucho de psicología que dicen que la gente no es racional, que hay miopía. Y por eso hay que obligarlos, por ejemplo, a ahorrar o afiliarse a una AFP. Pero nadie está alertando de esto de la educación, porque el negocio va por allí.