Interesante, sumamente interesante la ponencia del consultor israelí Joshua Levi, un empresario duro que entiende al turismo rural como lo que es: una actividad económica como cualquiera cuyo objetivo no es otro que el de beneficiar a las personas comprometidas en el negocio y desde ese cometido, mejorar la calidad de vida de sus entornos inmediatos, que en todos los casos significa cuidar el ambiente y la sociedad donde se realiza la actividad, .
A riesgo de mencionar algo de puro sentido común –como se ha dicho más de una vez, el menos común de los sentidos- el turismo es una actividad que se desarrolla dentro de los linderos propios de cualquier actividad económico; es decir, se rige por las inconmovibles leyes del mercado.
Levi comentó que el 80 por ciento de las empresas que se crean en el mundo mueren durante los primeros siete años. Así de sencillo y real. Por eso es que se animó a decirle a los asistentes que han llegado a la capital de San Martín desde el interior y del extranjero, que deberíamos empezar a medir sus beneficios a través de indicadores de gestión más precisos, o sea, de indicadores estrictamente cuantificables. Menos idealismo y más, por ejemplo, investigaciones de mercado que nos permitan conocer milimétricamente el modo de pensar, actuar, comprar de los turistas a los que se quiere llegar.
Para el consultor israelí, se trata de crecer, claro que sí, ese es el objetivo de cualquier emprendedor u hombre de negocio en el planeta, pero precisando en todo momento cuánto queremos crecer, cómo lo vamos a hacer, qué medios utilizaremos para llegar a tal cometido. En otras palabras, cuantificar los objetivos y derribar mitos que pueden conducirnos al fracaso, a la muerte súbita. De Perogrullo, ¿no?
Me gustó su exposición a pesar del poco tiempo que tuvo, dieciocho minutos, para tratar de decirnos lo que había venido a proponer. Tuve la suerte de compartir con él y con Talía Lostaunau, de la Estrategia TRC dekl MINCETUR, las dos horas que duró nuestro traslado de Tarapoto a Moyobamba y la sobremesa del almuerzo de ayer. El hombre viene moviéndose por la cancha hace mucho tiempo y aunque las distancias entre su país y el nuestro son siderales, me refiero a las estructurales y a las culturales, me quedo con una frase suya off the record: “A mí me interesa revisar, conocer más a fondo, los casos de fracasos; los casos de éxito son oportunos pero no tan necesarios para aprender de nuestros errores y crecer”.
Crecer, ese es el objetivo.
El Turismo Rural Comunitario peruano, para los que no los saben, fue una creación heroica de la inolvidable Cecilia Raffo y creció gracias al impulso y compromiso de los equipos que dirigieron Fernando Vera y Leoncio Santos, por cierto también amigo míos. El programa ha sido, a mi criterio, una de las contribuciones más notables que se ha hecho desde el Estado para construir desarrollo de verdad en el alicaído mundo rural nuestro. Lo certifica el hecho, no muy valorado, de haber sobrevivido a cinco gobiernos y estar respaldado por el trabajo y la fuerza de cientos –o tal vez miles- de líderes locales que conducen a sus comunidades hacia el buen vivir, hacia el bien estar.
Nos vemos dentro de un rato, salgo hacia Tingana a reencontrarme con mis amigos los Isuiza, emprendedores locales a la vanguardia del concepto que estamos revisando en Moyobamba.