Mi opinión
La semana que pasó se celebró el Día Internacional de la Limpieza de Playas. En San Bartolo, donde vivo, un grupo decidido de entusiastas se reunió en la bahía sur del distrito para recoger la basura que se acumula sobre las piedras y el muelle. Magnífico gesto, me queda claro.
Aunque un poco tarde, pero entendiendo que todos los días deberían ser propicios para reflexionar sobre estos temas, les dejo el reportaje –con video incluido- que le han dedicado los chicos de la universidad de Lima a la bióloga Susana Cárdenas, la responsable de la estación científica de Punta San Juan, en Marcona, el epicentro en Perú de los estudios sobre la biología y conservación de los lobos de mar que habitan nuestro litoral y los pingüinos de Humboldt.
Conozco a Susana desde hace mucho y he tenido la oportunidad de pasar unos días con ella y su equipo en el centro de investigación científica fundado por Patricia Majluf, por cierto, uno de los más notables en esta parte del Pacífico sudamericano. La bióloga Cárdenas es una de las protagonistas elegidas por el Centro de Creación Audiovisual de la mencionada universidad para uno de los episodios de la serie documental Rostros del Bicentenario. Sonaly Tuesta y Ema Tapullima, dos amigas entrañables, son parte también de la serie que comento. Los dejo con la aguerrida profesional formada en las canteras de las Universidad Peruana Cayetana Heredia. Buen fin de semana para todos, a seguir cuidando nuestras playas y océanos, #otromundoesposible
Tomado de Internet
La bióloga peruana protagoniza el quinto episodio de la serie documental ‘Rostros del Bicentenario’, realizado por el Centro de Creación Audiovisual (Crea) de la Universidad de Lima. En esta oportunidad, comparte su experiencia en la conservación de especies en el programa costero de San Juan y explica la conexión existente entre peruanos y su fauna.
Cuando pensamos en el Perú, una de las primeras virtudes que sacamos a relucir con orgullo es nuestra diversidad. Ya sea en paisajes, comidas, pueblos, lenguas, recursos. Se trata de un concepto que hemos tomado como parte de nuestra identidad, pero que pocas veces vinculamos al reino animal y la amplia variedad de especies con la que compartimos territorio. Susana Cárdenas empezó a descubrir la riqueza de nuestra fauna lejos de su patria, en un zoológico de Nueva York, donde se acostumbró a mirar los animales, el entorno que construían para ellos y su relación con los hombres que los cuidaban. Desde ese entonces, quedó fascinada por la ciencia que permite explicar estas interacciones y dedicó su vida a proyectos de conservación que acercan a los peruanos a una mejor convivencia con los seres vivos que los rodean. De esta manera, la bióloga peruana se convierte en la protagonista de la quinta entrega de ‘Rostros del Bicentenario’, serie documental realizada por el Centro de Creación Audiovisual (Crea) de la Universidad de Lima.
“Creo que los peruanos tienen dentro un interés por el mundo natural. Sabemos apreciar los paisajes y toda la diversidad que vende la marca país, pero nos falta recordar que otros seres vivos son parte de esto y que todo está conectado con nuestras vidas diarias. A veces en Lima y las zonas urbanizadas es difícil tenerlo presente siempre, pero la relación que tenemos con nuestro entorno tiene un impacto en el aire que respiramos, el agua que tomamos y los alimentos que consumimos”, explica Cárdenas.
Naturaleza cíclica
La extraña convivencia entre humanos, animales y naturaleza puede ser para muchos un fenómeno del día a día, pero para Susana es una de las ciencias más fascinantes que encontramos en la vida y, más aún, en un país como el Perú. “Lo interesante es pensar cómo es que tantas especies diferentes llegan a coexistir juntas, crean un equilibrio y se adaptan a las condiciones ambientales que creas. Si las personas pensaran un poco más en que cada animal tiene una función dentro del espacio y que, al igual que nosotros, solo buscan sobrevivir, tendríamos un poco más de respeto por su vida y su conservación”, indica.
Asimismo, la bióloga destaca que para crear esta cultura respetuosa del ecosistema, y los animales que viven ahí, es importante que los peruanos sean conscientes de la reciprocidad que existe en los procesos ecológicos y cómo nuestras acciones regresan como un bumerán a nosotros. “Actividades como la sobrepesca y la extracción indiscriminada de recursos genera un cambio en la cadena de funcionamiento de ese ecosistema y si cambiamos parte del proceso, evidentemente se van a alterar los resultados. En ese sentido, es posible que en una siguiente viaje de exploración ya no encuentres a una especie en el mismo lugar, podrá haber migrado o simplemente se quedó sin condiciones para existir”, agrega Cárdenas.
Por otro lado, Susana remarca que esto no significa anular por completo actividades como la pesca y otros negocios extractivos, sino hacerlo de una manera responsable y que asegure la continuidad del ciclo ecológico dentro de los ecosistemas. “Para eso existimos los biólogos, que estudiamos el comportamiento de la fauna y las interacciones que se producen en el medio ambiente. Nosotros podemos dar soluciones para que estas actividades sigan desarrollándose, generando el menor impacto posible”, resalta.
Un oasis en San Juan
No hace falta irse hasta los pomposos ecosistemas de nuestra amazonía para encontrarse con auténticos escenarios de vida silvestre. Lugares especiales donde aún se puede apreciar la vida animal en su estado más natural, donde se puede ver cómo se comunican con los suyos y cómo subsisten en el contexto en el que se encuentran. Susana encontró este oasis en el actual programa de Punta San Juan, un proyecto al que llegó buscando prácticas profesionales y en el cual se terminó quedando. Sin darse cuenta, ya lleva ahí 17 años. “Me enamoré de los lobos marinos y me empecé a interesar por los procesos costeros que involucran el mar peruano. Estudiar su comportamiento y ver cómo iban regresando y repoblando una isla que había sido suya allá por el 97’ o 98’ fue realmente increíble, es ciencia pura. Es como tener un tubo de ensayo en laboratorio, creas las condiciones y ves cuál es la respuesta natural a lo que insertas”, describe.
De esta manera, Susana cuenta como en la Punta San Juan (Ica) ve reflejada también la vida de las personas en Lima y los 200 años de historia que tuvimos que cargar para sobrevivir en nuestro entorno. “Al igual que los lobos marinos, nosotros también entramos y salimos del mar, buscamos alimento con la pesca, hacemos lo que necesitamos para sobrevivir y sacar adelante a nuestras crías. Encontré la especie en la que veía a las personas y su capacidad de adaptación ante ambientes hostiles, algo que también podemos proyectar en los peruanos”, señala.
Igualmente detalla que el trabajo de conservación que lidera su equipo de biólogos en el programa parte del estudio de especies como los lobos marinos, pingüinos y aves guaneras y las características que buscan en el lugar que deciden habitar. A partir de esta información es que se elabora el plan de conservación para el ecosistema y las actividades que se pueden ejecutar en su favor.
Prioridades
A pesar del tiempo transcurrido, desde su experiencia en el zoológico de Nueva York, Susana nunca pudo desprenderse de la vocación medioambiental, sobre todo cuando en el Perú de los años noventa la conservación o la crisis climática era una discusión casi inexistente. “Como suele pasar, en ese entonces el país se recuperaba de una crisis. Eran otras las prioridades. Han pasado 20 años desde que me decidí a estudiar biología y seguimos sumergidos en otros problemas, ¿para qué seguir esperando? Es importante que la gente entienda que no es necesario ser biólogo o ingeniero medioambiental para poder contribuir a la conservación de hábitats y especies, todos pueden sumarse a proyectos en áreas naturales. En Punta San Juan hemos trabajado con personas increíbles de todas las carreras que uno se puede imaginar”, apunta.
Finalmente, Susana señala que, si bien el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp) supervisa el funcionamiento de Punta San Juan y otras tantas reservas naturales, hace falta una mejor gestión de los procesos ecológicos que ocurren a diario en estos espacios. “Siempre voy a abogar por un mayor compromiso del Estado con proyectos como el nuestro y más que cantidad de áreas nuevas, se les pide un correcto trabajo ecológico dentro de las que ya tenemos. Si no se quiere incentivar por amor a la investigación, pueden hacerlo por el turismo que generan y las actividades económicas que dependen casi exclusivamente de este bienestar”, finaliza.