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Una entrevista con Marc Dourojeanni a propósito de los 50 años del Parque Nacional del Manu

Mi opinión

Conversamos con el patriarca del conservacionismo peruano y actor de los trabajos que hicieron posible la creación en 1973 del Parque Nacional del Manu. En nuestro diálogo se entremezclan los nombres de un sinnúmero de personas, peruanos y extranjeros, que unieron sus esfuerzos para salvar de la voracidad humana casi dos millones de hectáreas de bosques prístinos en Cusco y Madre de Dios.

Profesor emérito de la Universidad Nacional Agraria e impulsor de la Fundación Peruana para la Conservación de la Naturaleza (Pronaturaleza), Dourojeanni repasa en esta entrevista los nombres y las tareas de ese ejército de ciudadanos comprometidos con el futuro que establecieron el parque que este año cumple sus primeros cincuenta años de vida.


Guillermo Reaño, especial para la revista Viajeros. Foto Gabriel Herrera.

Empecemos hablando del Manú, que era, digamos, el nombre con el que se conocía al Manu…

Efectivamente, se decía Manú, así lo conocíamos, ese era el nombre que se usaba en Madre de Dios y en el resto del país. Se sabía que en sus bosques había explotación maderera y también mucha caza. Uno de los madereros más conocidos en el Manú era precisamente un pariente del actual gobernador regional. Esa explotación maderera fue detenida cuando el Servicio Forestal y de Caza, a cargo del ingeniero Flavio Bazán Peralta, establece en 1963, un Bosque Nacional en el Manu sobre un área de 300 mil hectáreas.

Hablemos de Flavio Bazán, un serrano de voz potente al que ustedes en la Universidad Agraria llamaban el “Lobo”…

(Ríe) Efectivamente, Flavio Bazán es el padre de la forestería peruana. En rigor no era un ambientalista, pero fue uno de los primeros forestales de nuestro país. Era agrónomo de profesión con un posgrado forestal en los Estados Unidos. A su regreso al país trajo un interés por el tema ambiental. Sí, le decíamos “el Lobo” (vuelve a sonreír), pues tenía una voz muy profunda, era bajito, cajamarquino. Flavio Bazán ha sido el gestor de todo lo que existe en conservación de los bosques en el Perú. Y de la reforestación. Todo se lo debemos a él.

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Bazán no solo era jefe del Servicio Forestal también se le recuerda como el fundador de la Facultad de Ciencias Forestales de la Universidad Agraria.

Él era el jefe de todo el sector forestal desde los años cincuenta. Era el líder indiscutido de la forestería peruana. Dentro de sus proyectos estaba el de formar ingenieros forestales en el Perú, de allí que gestiona un proyecto de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) que se instaló en La Molina para formar profesionales forestales. En el marco de ese proyecto llegó un profesor de manejo de áreas protegidas y fauna silvestre: Paul V. Pierret, un agrónomo nacido en el Congo belga, que es el segundo personaje importante en esta historia. Bazán era el jefe, el que facilitó los cambios a los que me refiero y fue Pierret quien lanzó la idea de establecer parques nacionales y un sistema de áreas protegidas del cual el Manu sería el parque principal.

Y de pronto usted se convierte en la contraparte de este personaje.

Yo era un entomólogo, mi función era colectar insectos forestales, darlos a conocer y evitar que dañen los árboles y la madera. Cuando Pierret se integra al equipo del proyecto de la FAO, yo era el único en la universidad que trabajaba con animales y también el único que hablaba francés, así que me pusieron como su contraparte hasta dar con otro profesional que me remplace. Como no se consiguió otra persona me quedé con el encargo.

¿Qué edad tenía entonces, Marc?

Tenía 23 años, me acababa de graduar y ya tenía a mi cargo el curso de entomología forestal además de ser ayudante de Pierret en el curso de manejo de fauna… pero como el belga no hablaba bien español, en la práctica yo era el que dictaba las clases después de escuchar sus enseñanzas.

Visita al Manu del embajador de la entonces República Federal de Alemania y un grupo de expertos suizos en 1977. Archivo personal Marc Dourojeanni.

Volvamos al Bosque Nacional creado diez años antes del establecimiento del Parque Nacional del Manu.

En ese momento Bazán era director forestal y al mismo tiempo decano de la Facultad de Ciencias Forestales en La Molina. Él era el papá de todo. Lo primero que le dijo a Pierret fue: “Oiga usted, si quiere hacer un parque nacional, la selva del Manu es el sitio ideal”. De allí fue que nosotros, cuando empezamos a hacer el diseño del sistema, incluimos al Manu junto a Machu Picchu y a otros que ya habían sido propuestos o existían. Así se echó a andar el sistema que tenemos en la actualidad. Cuando se hicieron esas recomendaciones yo era el jefe del departamento de conservación del proyecto forestal. Son esas cosas que pasan cuando uno es joven y pionero (ríe): en cierta forma era el peruano a cargo de una sección donde trabajaban Paul Pierret, Rudolf Hofmann, Augusto Tovar y, tiempo después, Carlos Ponce y Manuel Ríos.

Y también Ian R. Grimwood, el militar inglés, héroe de la Segunda Guerra Mundial, que había manejado con éxito la fauna en Kenia y Tanzania…

Grimwood llegó invitado en 1965 por el Servicio Forestal para asistir al país en materia de fauna, pero como sabía mucho de áreas protegidas se integró al equipo en el que estaban Pierret, Hoffman, Tovar y yo. Es así como Grimwood fue el primero de nosotros en ir al Manu en compañía del técnico forestal Juan Toullier.

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Dourojeanni es un inagotable obrero del trabajo intelectual. Estuvimos en su casa de Lima hurgando entre sus documentos los retazos más suyos del Manu, cincuenta años después de su creación. Foto Revista Viajeros.

¿Y se quedó con la boca abierta?

Se quedó con la boca abierta y confirmó la idea de Bazán y nuestra propuesta [de Pierret y Dourojeanni] de hacer un parque en el valle del río Manu. Es importante reiterar que Grimwood no fue quien propuso el Manu, absolutamente. El Manu ya había sido propuesto antes de que él pisara el Perú. Grimwood se encargó de ratificar la propuesta.

¿Y la versión de Celestino Kalinowski? ¿Se ha dicho que el taxidermista fue quien le propuso la creación del área a Felipe Benavides?

He demostrado con papeles en la mano que Kalinowski nunca propuso hacer un parque nacional, él era un cazador profesional que producía material taxidérmico para el Museo de Historia Natural y museos del exterior. También para el Parque de las Leyendas. En medio de los problemas que surgieron con Benavides a propósito del manejo de la vicuña en Pampa Galeras fue que éste inventó que la creación del Manu había sido obra suya gracias a los datos que le había proporcionado Kalinowski. Pero si es verdad que éste conocía el Manu pues cazaba allí. Eso no lo convierte en el “ideador” del Manu.  Esa es una historia estrafalaria que no tiene ni pies ni cabeza.

Entonces la zaga la componen Bazán, Pierret, Dourojeanni…

Bazán, Pierret, Dourojeanni y de allí vienen Rudolf Hofmann, Carlos Ponce, Manuel Ríos, Los puestos de vigilancia de Panahua y Tayakome en el Manu, los primeros que se establecieron en el área, los instaló Pierret y fue Hofmann, un veterinario y forestal alemán que se integra al proyecto FAO, quien con ayuda de estudiantes de La Molina construye la infraestructura que encuentra Terborgh cuando llega al Manu en 1973 en pleno gobierno militar.

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Usted ha comentado que han sido los gobiernos militares los que más atención le han puesto al tema de la conservación en nuestro país. Recordemos que la creación del parque el 29 de mayo de 1973 se produjo durante el gobierno de Velasco.

No tengo duda de eso, he escrito un artículo sobre ese tema. A lo largo de la historia ha sido más fácil convencer a los militares de la necesidad de proteger territorios para la conservación de la naturaleza que a los gobernantes civiles. Paracas, Machu Picchu, Huascarán, todas esas áreas fueron establecidas durante el gobierno militar. Los militares tienen una mente territorial y los de entonces, además, eran gente muy patriota, entendieron nuestras propuestas y, conocían palmo a palmo el Perú. Los ministros militares escuchan con más atención a los técnicos que los ministros civiles, esa ha sido mi experiencia a lo largo de toda la vida, resulta más fácil convencer a un general que convencer a un abogado (ríe).

Lobos de río en Estación Biológica Cocha Cashu. Parque Nacional Manu.

¿Usted estaba en el Perú cuando se establece el parque?

El Parque Nacional del Manu fue creado dos meses antes que asumiera la Dirección General Forestal y de Caza del Ministerio de Agricultura, a poco de mi regreso de Bélgica, de manera que no tengo el honor de haber firmado el decreto de creación del parque.  El decreto lo firmó Eduardo Izquierdo, el director general de ese entonces.

Usted ha mencionado que fueron buenos tiempos tanto para el parque como para el sistema de áreas protegidas que empezaba a consolidarse…

Sí, se dio mucha más atención a los parques nacionales y a las reservas que se habían establecido. Entre 1973 y 1980 el Manu prosperó, tuvo un presupuesto adecuado y personal suficiente. Lamentablemente las cosas empezaron a cambiar con el regreso del presidente Belaunde a inicios de los años 80, la llamada década perdida de la economía nacional. Con Belaunde el parque y el sistema de áreas protegidas se debilitan notablemente, ya no había un centavo para conservar la naturaleza en el Perú. Es allí cuando se crean Pronaturaleza y Apeco.

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Antes de entrar a ese tema, ¿qué fue lo que ocurrió? ¿por qué el parque se convierte en un estorbo para el presidente Belaunde?

Por la Marginal. Recordemos que Belaunde quiso revivir su proyecto de llegar al Manu con la carretera Marginal de la Selva e intentó interconectar las cuencas del Ucayali con la del río Madre de Dios. La expedición que organizó para tal fin generó conflictos con la población local, hubo indígenas muertos de por medio y fue una vergüenza para su gobierno.

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Marc Dourojeanni, Carlos Ponce del Prado y Manuel Ríos, padres del conservacionismo peruano. Foto Pronaturaleza.

Ahora sí, hablemos de la Fundación Peruana para la Conservación de la Naturaleza– Pronaturaleza, ¿usted fue su fundador?

Yo fui presidente de Pronaturaleza cuando se funda en 1984 y volví a ocupar ese cargo veinte años después. Gran parte de los éxitos de la conservación en el Perú en los años 80 se deben a Pronaturaleza y a la labor de sus directores ejecutivos y allí debo mencionar el nombre de Gustavo Suárez de Freitas, que es sin duda el que más ha luchado por la salud del Parque Nacional del Manu. Gustavo también fue mi alumno en la Agraria. Dirigió Pronaturaleza en una época muy difícil y lo hizo con mucha eficiencia, pero no ha sido el único. Hemos tenido muchos funcionarios en el campo, cito los nombres de esas personas en varios libros, sobre todo en el último, donde hago una crónica de la conservación de la naturaleza en el Perú.

¿Por qué no se llevó a cabo el proyecto de Belaunde de “conquistar” esa porción de la Amazonía?

Porque nos opusimos, porque si no nos hubiéramos opuesto en el Perú y en el extranjero Belaunde hubiera hecho realidad su proyecto de poner la Marginal en medio del parque y eso hubiera destruido Madre de Dios mucho antes de los desastres originados por la construcción de la carretera Interoceánica del Sur…

¿Le preocupa la pavimentación de la carretera que desciende desde Tres Cruces para llegar hasta el valle del río Madre de Dios?

Tremendamente, ese es otro desastre anunciado porque esa carretera no va a estimular el manejo forestal, la conservación, el turismo; esa carretera va a estimular, como lo ha hecho la Interoceánica, la minería ilegal, más deforestación porque al lado de esas grandes obras no se invierte en el desarrollo a lo largo de su recorrido. La tragedia de la Interoceánica, en la que se gastaron 1,800 millones de dólares oficialmente, es que no se invirtió nada en conservación, nada en desarrollo rural sostenible, nada en salud, seguridad, educación… solo se hizo la carretera y se le ha dejado a la buena de dios y es allí cuando el narcotráfico, la minería ilegal, la explotación ilegal de madera han hecho su agosto.

¿Cómo se puede evitar este “desastre anunciado”?

Todos los días hago discursos al respecto, ayer me tocó hacerlo en una presentación en La Molina explicando eso. Hay muchas cosas que se pueden hacer, se pueden dar títulos de propiedad a la gente que ya deforestó para que se establezcan de manera ordenada en la tierra que ocupan y que no sigan deforestando. La minería ilegal se puede controlar con buenos puestos de control y una buena fiscalización financiera. Todo tiene solución.

John Terborgh, profesor de la Universidad de Duke, tuvo a su cargo la Estación Biológica Cocha Cashu durante dos décadas. Archivo personal John Terborgh.

¿Qué hacer para que el Manu se convierta en un ícono del turismo?

Ya lo es, lo que pasa es que el costo de visitación al Manu es alto y en estos momentos hay otras alternativas como Tambopata. Realmente el Manu es el área preservada de bosque tropical más importante de Latinoamérica, las hay mayores, pero no existe otra más importante. El turismo dentro del parque a pesar de que se ha incrementado sigue estando demasiado restringido, no concuerdo con esa visión hermética con respecto al turismo, tenemos que ampliar la visitación.

Una última pregunta, ¿qué deberíamos hacer los peruanos para que el Parque Nacional del Manu sobreviva y podamos festejar otros cincuenta años más? Para que esto suceda no hay una sola tarea, son varias. La primera es obviamente resolver el tema indígena interno, ese es un tema fundamental. Se puede resolver de diferentes maneras, por ejemplo, asegurando que esas comunidades tengan un desarrollo realmente sostenible; o sea, invirtiendo en su desarrollo para que su presencia no afecte al resto del parque ni al área que vienen ocupando. Lo segundo es evitar la presión de la minería ilegal y la explotación maderera. La tercera es más general, todos los parques necesitan más financiamiento, más personal, más recursos. Y, finalmente, replicar lo que se ha hecho en Cocha Cashu en otros lugares. Hay muchos espacios en el área del Manu para establecer centros de investigación que permitan conocer mejor el Perú y asegurar el conocimiento del área que al final reditúa en su conservación. En realidad, no hay mucho misterio. Conservar las áreas naturales protegidas es un deber. Otro tema es valorizar los bosques que están allí en términos de carbono y conservación del recurso hídrico, alguien debe pagar por eso y hasta ahora nadie lo está haciendo. Haciendo eso podríamos festejar otros cincuenta años más, no tengo ninguna duda.

El autor de la nota con Marc Dourojeanni, cuanto honor… Foto Revista Viajeros.

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