Mi opinión
El último capítulo de El gran bazar del ferrocarril, el libro de Paul Theroux que narra sus peripecias en tren por todo el mundo, está dedicado al Transiberiano, el expreso cuyo recorrido ferroviario de más de diez mil kilómetros por tierra firme sigue siendo el más largo y mítico del planeta. Construido a fines del siglo XIX durante el gobierno del zar Alejandro III, el que alguna vez fuera considerado el Oro de los Zares, sin embargo, resulta a estas alturas del partido un armatoste antediluviano que más tiene de convoy turístico que de otra cosa. Theroux, que lo utilizó antes del estallido del imperio soviético refiere que el servicio que unía –y sigue uniendo- la Rusia europea con los confines de Siberia “contiene distinciones de clase tan sutiles que hay que ser un marxista bien entrenado para poder apreciarlas” y que son los viajantes que compraron su boleto para contar las hazañas vividas durante los siete u ocho días que dura su recorrido los que afean el paisaje siberiano. Para los que amamos los viajes por los caminos que recorrieron otros viajeros, el transiberiano sigue siendo una posibilidad, un deseo inacabable de utilizarlo alguna vez, qué importa que el ingreso a su último destino, en Corea del Norte, esté vetado por Kim Jong-Un. Les dejo esta bonita nota que ha publicado la revista Viajar sobre el coloso de fierro.
A través de 10267 km desde Moscú hasta Pyongyang, esta ruta transiberiana es la ruta de tren sin escalas más larga del mundo. Durante ocho días, los viajeros podrán recorrer el continente asiático de una punta a otra y pasar por siete husos horarios diferentes sin ni quiera bajar del tren.
Sin embargo, los turistas que no sean ciudadanos norcoreanos no podrán entrar en la capital del país, así que para ellos la ruta termina en Tumangang, la ciudad fronteriza de Corea del Norte con Rusia. O bien, pueden optar por no salir de tierras rusas y atravesar todo el corazón de Siberia hasta la terminal de Vladivostok.
Hay que tener en cuenta que, para quienes viajen por placer, no por necesidad, y quieran conocer y hacer escala en los lugares por los que pasa, no existe un tren transiberiano como tal, sino varios trenes turísticos y locales que recorren la ruta. Todos cuentan con decenas de compartimentos, un vagón restaurante y numerosas ventanas para disfrutar del paisaje cambiante: desde los frondosos bosques boreales a la fría tundra, pasando por los áridos desiertos de estepa.
Aunque la gran mayoría de turistas decide tomarse su tiempo para recorrer la ruta transiberiana y visitar algunas de la ciudades donde el tren hace una parada. Por ello, agencias turísticas como la norcoreana Young Pioneer Tours ofrecen viajes organizados para conocer en profundidad Moscú y Pyongyang, así como pequeñas ciudades poco conocidas como Ussuriysk en Rusia o pueblos y aldeas remotas en Corea del Norte.
Pero hay otras muchas ciudades en las que aventurarse a lo largo de la ruta. Una de las primeras paradas es Vladimir, donde destaca el edificio de las Puertas de Oro entre sus otros monumentos de color blanco inmaculado.
Siguiendo el recorrido, otra escala imprescindible es Kazán, una ciudad a orillas del Volga donde conviven católicos, ortodoxos y musulmanes. Esta diversidad cultural se ve reflejada en la arquitectura del lugar, por ello entre los edificios más destacados está la mezquita de Kul Sharif.
Y para disfrutar de un contacto puro con la naturaleza, la parada en la ciudad de Irkutsk ofrece la oportunidad perfecta para visitarel lago más profundo de todo el planeta, el lago Baikal. Además, desde el tren se puede disfrutar de unas vistas impresionantes del lago y sus aguas cristalinas desde las colinas que lo rodean.
Después de pasar Vladivostok, la última ciudad rusa del recorrido, solo los ciudadanos norcoreanos se podrán adentrar hasta Pyongyang, y es que el régimen tiene establecidas reglas muy estrictas para el turismo. Sus principales puntos de interés son edificios modernos como la Torre Juche o el Hotel Ryugyong, pero también el Mausoleo de Kim Il Jung.