Mi opinión
La campaña que viene impulsado el Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (Serfor) para que identifiquemos al árbol patrimonio o patrimonial del distrito donde vivimos para que las autoridades locales le brinden el estatus que corresponde es notable, la apoyo en todas sus letras. Somos de los que creen que el combate al calentamiento global que debemos derrotar lo vamos a ganar con ciudadanos ambientalmente responsables y comprometidos en sanar la tierra de todos.
Me parece genial que a la lista que se inició con la consagración del molle de Estuquiña, en Moquegua, como árbol patrimonio de la localidad de Los Ángeles y que ha proseguido con la incorporación de otros en Áncash, Ica, Cusco, Ayacucho y Lima, se vayan sumando nuevas propuestas. Pienso a la volada en el pisonay de Urquillos, o en los de Yucay, en el Valle Sagrado de los Incas; también en los ficus de la avenida de Pedro de Osma en Barranco o en las palmeras de Villa, algunas de ellas plantadas a principios del siglo pasado. O en las castañuelas de la plaza de armas de Puerto Maldonado. Hay mucho pan por rebanar si nos ponemos a escudriñar en la historia de cada una de las localidades que habitamos.
Según el Serfor un árbol patrimonial o monumental es aquel que destaca “por su longevidad, gran tamaño, belleza, originalidad en sus formas, su vinculación con el paisaje o su importancia cultural, histórica, científica o educativa”. Y representan, me toca agregar, una gran oportunidad para promover la conservación de la naturaleza a nivel local y generar orgullo por lo nuestro, que tanta falta nos hace. Anímate, aguza un poco más los sentidos y trata de identificar el árbol patrimonio de tu localidad, seguro que vas a dar con él. Ando en lo mismo en San Bartolo, a cincuenta kilómetros de Lima, una ciudad que pese a lo que se suele decir tiene árboles monumentales como cancha.
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En todos los rincones del Perú existen árboles que destacan por su edad, por alguna característica particular y porque son parte importante de la historia local. Sin embargo, muchos de ellos aún no están protegidos. Conozcamos a los árboles patrimoniales o monumentales.
En julio de 1995 ocurrió un suceso histórico en el Perú, y no estaba relacionado con algún evento político tradicional, un logro deportivo o un escándalo en el mundo del espectáculo. El suceso tenía que ver con algo que pocas veces se ha repetido en el país: un pueblo entero se levantó contra sus autoridades locales y el mismo Ejército para defender a un árbol.
El movimiento social ocurrió en el distrito de Huancapi, provincia de Víctor Fajardo (Ayacucho). El alcalde y sus regidores habían aprobado remodelar la plaza, construir una plataforma de cemento y talar el árbol central, un cedro de más de trecientos años.
El pueblo se opuso, pero el alcalde quiso concluir lo que ya había iniciado. Por ello, el viernes 21 de julio de dicho año, cerca de las 6 de la tarde, un hombre subió al cedro con una motosierra para empezar a cortar las ramas de este gran vegetal, pero los huancapinos se congregaron de inmediato en la plaza, alarmados por las campanas del templo, y se enfrentaron a miembros del Ejército e impidieron a la fuerza que el árbol, que conocieron hace varias generaciones, sea talado.
El cedro, que hasta hoy se mantiene en pie, es un árbol que resalta no solo por su tamaño, sino también porque pese a los años que tiene, se mantiene vigoroso y fuerte, elevándose hacia el cielo y por ello es conocido como “El bastón de San Luis”, patrón del distrito. La importancia de este árbol radica además en que es parte de la historia del lugar porque se erige incluso desde antes de la fundación del pueblo.
Las características de este cedro de Huancapi, que por esta defensa fue denominada “Ciudad Ecológica del Mundo” en la reunión Internacional de Preservación de la Ecología en 1995 en Suecia, encajan muy bien en el concepto deárbol monumental o patrimonial, una denominación que se da a algunos ejemplares excepcionales que existen en diversos rincones del país.
¿Qué es un árbol patrimonial o monumental?
Según el Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (Serfor), un árbol patrimonial o monumental es aquel que destaca “por su longevidad, gran tamaño, belleza, originalidad en sus formas, su vinculación con el paisaje o su importancia cultural, histórica, científica o educativa”.
Al igual que el cedro de Huancapi, otros árboles que reúnen estas características son, por ejemplo, el “Algarrobo Rey”, un árbol de más de 500 años que se encuentra en el distrito de Tambogrande (Piura) y que desde el año pasado forma parte de un circuito turístico. Otro ejemplar es el Molle Centenario de Estuquiña ubicado en el centro poblado Los Ángeles, ciudad de Moquegua, considerado además el “Primer árbol monumental del país”.
Alfredo Gálvez, abogado del Programa de Biodiversidad y Pueblos Indígenas de la SPDA, destaca que los árboles patrimoniales representan una “gran oportunidad para promover la conservación a nivel local e incentivar un turismo arbóreo único en el Perú”.
“A lo largo del tiempo ha existido una suerte de conexión espiritual y sentimental entre las poblaciones de la costa, sierra y selva, con muchos lugares y rasgos de la naturaleza que, por lo general, son espacios que a veces no cuentan con protección alguna ni reconocimiento por parte del Estado para su puesta en valor y una adecuada gestión. Entre ellos se encuentran los árboles monumentales, que pueden llegar a tener centenares de años, como testigos vivientes de nuestra historia”, explica el especialista.
Debido a la importancia de estos ejemplares, agrega Gálvez, resulta primordial brindarle a la población las herramientas necesarias para que puedan proteger y conservar aquellos árboles con los que tradicionalmente han mantenido una conexión histórica y un respeto especial.
En Lima, un árbol de estas características se encuentra en el bosque El Olivar de San Isidro. Se trata del olivo que habría plantado el mismo San Martín de Porres. El árbol tiene casi 400 años y forma parte de un recorrido turístico a donde llegaban decenas de visitantes cada día antes de las medidas sanitarias declaradas por la pandemia. También en Lima, distrito de Pueblo Libre, en el parque El Carmen, se encuentra el Árbol Ombú, conocido como el “Árbol de la bella sombra”, un ejemplar de más de 200 años que habría sido sembrado por el libertador Don José de San Martín.
Fuera de la capital, otros árboles monumentales son el “Cedro Centenario” de Pomabamba (Áncash); la “Palmera de las Siete Cabezas” en Cachiche (Ica); el “Árbol de Piscobamba”, ubicado en Piscobamba (Áncash); los árboles de pisonay en Andahuaylillas (Cusco); o el “Olivo Monumental”, que se encuentra en Moquegua. Y si hablamos de árboles con años encima, podemos voltear la mirada a nuestra Amazonía, que posee miles de árboles centenarios, entre ellos el shihuahuaco (que teniendo 200 años se considera joven) o la castaña, pero lamentablemente son codiciados por madereros que tumban estos ejemplares en minutos.
En suma, existen diversos árboles que podrían ser declarados como monumentales, y por ello el Serfor inició una campaña para que cualquier ciudadano u organización pueda realizar una propuesta para que algún ejemplar de importancia local aspire a tener esta denominación.
Para ayudar a este objetivo, en marzo de este año, la autoridad forestal publicó la Guía para el Reconocimiento de Árboles Patrimoniales, una herramienta que sirve para identificar a los árboles más representativos de cada lugar con el fin de protegerlos y ponerlos en valor.
Esta guía, dirigida tanto a las autoridades como ciudadanos en general, ayuda a que el proceso de designación sea más claro y sencillo. Una vez que se realice la propuesta, esta pasa por una evaluación de la Gerencia de Gestión Ambiental (CGA) correspondiente y, si cumple con los requisitos, es aprobada por ordenanza municipal para su posterior rotulación.
¿Por qué hablar de árboles patrimoniales y no de bosques enteros? Si bien existen zonas que poseen más de un árbol centenario, estos no son comunes, especialmente en las zonas urbanas.
Según el ingeniero forestal Guillermo Gonzales, los árboles podrían vivir cientos de años, pero los malos mantenimientos, la infraestructura urbana que afecta el suelo y las raíces, entre otros factores, hacen que estos árboles vivan poco, aunque ese poco sea mucho en comparación a la edad promedio de los seres humanos.
“En Lisboa hay árboles que tienen más de 2 mil años y siguen dando aceitunas. Hace poco, el exalcalde Luis Castañeda se quería tumbar los árboles de la avenida Salaverry diciendo que eran árboles viejos de 80 años, cuando en Argentina hay árboles de la misma especie con 250 años y aún están jóvenes”, explica el ingeniero.
Gonzales resalta que otro problema es que Perú aún carece de especialistas dedicados especialmente a los árboles, y eso sucede porque no se le da importancia a este tema a nivel del Estado. Mientras exista esa falta de interés o concientización para proteger a los árboles como se debe, el ciclo de vida de estos vegetales continuará siendo menor al que realmente podría llegar. Quizás, hoy más que nunca, nos falta tener el mismo espíritu de los huancapinos.
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