Mi opinión
Las comunidades que rodean la capital de Apurímac, con el apoyo de diversas instituciones e iniciativas de conservación, han emprendido una seria cruzada para salvar sus bosques andinos, con el objetivo de preservar su impresionante diversidad, mitigar los efectos del cambio climático y asegurar la provisión del agua en tiempos de estrés hídrico. El trabajo que viene realizando con ellas Regenera, una organización líder en la promoción y protección de los bosques de nuestro país, en alianza con diferentes instituciones de la sociedad y el Estado es meritorio: se trata, no hemos dejado de decirlo por aquí, de juntar voluntades para enfrentar con éxito los desafíos que nos plantea el cambio climático y la crisis del agua que ya estamos viviendo.
Gabriel Herrera, texto y fotos, especial para revista Viajeros
«Yo le he dado mi vida a estos bosques”, afirma con alegría y orgullo don Sabino Barretón, un respetado miembro de la comunidad campesina de San Ignacio de Kiuñalla y uno de los más curtidos conocedores de su terruño. Caminar a su lado por los estrechos senderos que recorren esta tupida floresta es toda una lección de botánica, pues don Sabino parece conocer cada hoja, cada tronco y tallo que sus manos van tocando. “Esta hoja es buena para los dolores del reumatismo, esta otra en cocimiento es buena para el asma, si rallas esta corteza puede curar la fiebre más alta”, nos va contando. “Mientras la edad me lo permita voy a seguir recorriendo estos bosques y a enseñar todo lo que sé a los jóvenes, a las personas que vengan a visitarnos”, sentencia con generosidad este incólume guardián de su tierra.
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Los bosques andinos, tal como los conocemos hoy, son un remanente de un ecosistema que cubría gran parte de las laderas de los Andes por encima de los tres mil metros. Se estima que actualmente solo queda el 5% de su cobertura original. Roberto Kommeter, especialista en recursos naturales y cambio climático de la Universidad Nacional Agraria de La Molina, en Lima, explica que: “Estas montañas han sido escaladas, con mayor destreza que el hombre, por los ecosistemas forestales que se han dispersado sobre ellas. Estos han sido mudos testigos, a través de miles años, de cómo las culturas andinas –desde su inicio hasta la actualidad– han usufructuado sus bienes y servicios, arrinconándolos a las zonas más escarpadas y de difícil acceso. El hombre les ha arrebatado sus mejores tierras para instalar sus cultivos, pero ellos continúan fieles, ofreciendo sus más preciados frutos: agua, energía (leña), alimentos (frutos), plantas medicinales, paisajes, entre otros”.
En Abancay, capital del departamento de Apurímac, más de 60 mil personas dependen de forma directa e indirecta de los servicios ecosistémicos que brindan los bosques andinos, el más importante de ellos, la provisión de agua para el consumo humano. A esta población urbana se suman las comunidades campesinas que habitan las partes medias y altas de la cuenca, en cuyos territorios están ubicados estos bosques.
“Los bosques andinos cumplen un rol clave en la provisión de bienes y servicios ecosistémicos: regulan el clima y el suministro de agua, atenúan las inundaciones y las sequías, mitigan las emisiones de GEI y mantienen los hábitats que permiten la permanencia a largo plazo de la biodiversidad”.
Roberto Kommetter
Sembrando bosques
Augusto Ramírez, director ejecutivo de CEDES Apurímac –una ONG que desde 1992 realiza proyectos de desarrollo rural en la región– señala que “desde 2014 trabajamos acciones de conservación y restauración en diversas comunidades de la región, pero sobre todo de gobernanza, ya que esto nos permite visibilizar la importancia de los servicios que nos brindan los ecosistemas forestales. En la comunidad de Kiuñalla, por ejemplo, además de reforestación y restauración hemos realizado siembra y cosecha de agua y se ha conformado un Consejo de Desarrollo Comunal, en el que se articulan acciones vinculadas a la conservación”. Gracias a esta labor se han restaurado 103 hectáreas de bosques degradados con especies nativas.
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“Los comuneros veían cómo la pérdida de sus bosques estaba afectando el flujo hídrico que utilizan tanto para su consumo como para sus labores agrícolas”, señala Augusto Ramírez, “por tal razón, por consenso logrado en una asamblea comunal decidieron restaurar su paisaje forestal, y para ello elaboraron una línea de base de flora y fauna, un plan de restauración, recolección de germoplasma, instalación de un vivero y la implementación de tres unidades de ejecución. Esta labor se realizó con el apoyo de la ONG Helvetas”. A esto se ha sumado la protección de los pastizales ubicados en las cabeceras, la construcción de diques y la mejora de la infraestructura de riego, y los resultados saltan a la vista: a pesar de la sequía que ha golpeado a los Andes del sur este año, los comuneros de Kiuñalla iniciaron sus labores de siembra con normalidad ya que tenían asegurada la despensa de agua para sus labores.
Sostenibilidad para los bosques
Una de las claves para este resurgir de los bosques de Abancay es el trabajo articulado que se está realizando con diversas instituciones aliadas. Una de ellas es Regenera, una iniciativa a través de la cual empresas y personas compensan su huella ambiental a través del trabajo de conservación realizado por comunidades rurales, como en Abancay.
“Regenera comienza su trabajo en Apurímac de la mano de CEDES, nuestro aliado técnico en la zona, como un mecanismo de financiamiento para darle sostenibilidad al trabajo que han venido realizando junto con otras organizaciones, como Helvetas y Cáritas”, señala Frank Hajek, director de Regenera.
La primera comunidad en unirse a Regenera fue San Ignacio de Kiuñalla, en 2019, luego le siguió San José de Karqueque, en 2022. Y este año han sido tres las nuevas comunidades que participan en la iniciativa: Ccolpa, Occopata-Ccoya y Micaela Bastidas. Más allá de los fondos que reciben y que les permite fortalecer su trabajo de conservación, restauración y monitoreo, Regenera les permite contar con asistencia técnica permanente, así como conectarse con otras poblaciones, empresas y personas que tienen un objetivo común, “y esto es tan valioso como el dinero”, señala Frank Hajek.
La propuesta de Regenera es involucrar a empresas y personas en los entornos urbanos que –interesados en gestionar su huella ambiental– adquieren planes de compensación a través de su plataforma web: www.regenera.earth. El trabajo de esta iniciativa está basado en paisajes como Abancay, donde trabajan con comunidades y propietarios privados a los que se les denomina ‘Guardianes’.
“De esta manera apoyamos el trabajo de conservación de la gente en el campo. Ellos reciben el 60% de los ingresos de forma directa, y otro 20% se dirige a los aliados técnicos, que como CEDES, apoyan esta labor de forma continua”, explica Frank Hajek.
Lo que el bosque MERESE
En la microcuenca del Mariño, a la que pertenece la ciudad de Abancay, se ha implementado con éxito un Mecanismo de Retribución de Servicios Ecosistémicos (MERESE), a través del cual un porcentaje de cada recibo de agua es invertido en infraestructura y proyectos que aseguren la provisión de agua.
Conan Kari Damián, coordinador técnico del programa MERESE de la EPS EMUSAP Abancay nos cuenta que “este proyecto nació en 2008 como respuesta a la creciente degradación de los ecosistemas en las partes altas de la cuenca del Mariño, causada por el sobrepastoreo, la quema de pastizales, entre otras actividades humanas. Con el apoyo de un grupo impulsor se organizaron talleres y charlas sobre el mecanismo y el 2018 se logra un acuerdo con las comunidades de Atunpata y Micaela Bastidas”.
El dinero que se obtiene –en 2023 se estima un monto 280 mil soles que representa el 4.5% del agua facturada en la ciudad de Abancay– es invertido en acuerdo con las comunidades para construir diques y represas, campañas de reforestación y cerco de praderas, entre otros mecanismos que permitan mejorar la recarga hídrica de la cuenca.
Juntos por el agua
Otro de los proyectos de gran envergadura que se llevó a cabo en la cuenca del Mariño fue “Agua para Abancay y comunidades para siempre”, trabajado por un consorcio de instituciones liderado por la SUNASS, junto con la ONG Helvetas, la EPS EMUSAP Abancay y CEDES Apurímac. Como indica Augusto Ramírez: “La idea fue trabajar una propuesta integrada de manejo de recursos hídricos basada sobre todo en combatir la degradación de los ecosistemas, la escasez de las fuentes de agua y resolver los problemas de uso que se daba en la microcuenca del Mariño y en la ciudad de Abancay. Este proyecto ha permitido trabajar acciones que garantizan y fortalecen la oferta del agua. En ese componente hemos trabajado con las comunidades siembra y cosecha de agua, y se ha construido seis diques con el proyecto Euroclima y el mecanismo MERESE, que garantizan la oferta hídrica para todos los usos y usuarios aguas abajo. También hemos trabajado la optimización del agua en sus diversos usos, poblacional y agrario”. Este proyecto ha beneficiado a toda la población de la microcuenca Mariño, en los distritos de Abancay y Tamburco, que suman casi 80 mil habitantes.
Para Jaime Valenzuela, jefe del Santuario Nacional Ampay, un área protegida vecina de la ciudad de Abancay, se ha avanzado mucho, pero quedan más acciones por hacer en vista de los efectos cada vez más intensos del cambio climático. “La crisis actual debido al calentamiento global ha hecho que el glaciar del nevado Ampay retroceda, afectando la provisión de agua superficial y subterránea en esta parte de la cuenca. A esto se suma los cambios en la cobertura vegetal, el aumento de las actividades antrópicas como los incendios forestales que se salen de control debido a la extensa sequedad”, indica.
En la misma dirección, Frank Hajek nos comenta sobre la necesidad de “trabajar acciones que nos permitan fortalecer el monitoreo de los cambios que se están produciendo debido a la crisis climática, pues eso nos va a servir para tomar acciones más informadas sobre cómo proteger nuestro capital natural. Y a la par, debemos seguir trabajando en acciones de restauración, protección y reforestación de los bosques, y esa es la apuesta de Regenera en el Paisaje Abancay”.
“Un paisaje modelo como Abancay es un mosaico de bosques, pajonales, lagunas, agricultura y poblados. Regenera es una herramienta para reconocer el trabajo de conservación y manejo sostenible que se viene dando, y para articular a las pobladores locales con sus aliados”.
Frank Hajek
Con sequías cada vez más persistentes en los Andes del sur, un régimen de lluvias cada vez menos predecible y un planeta que se calienta, los abanquinos van a seguir apostando por proteger sus bosques y praderas, sembrando y almacenando agua, y restaurando los ecosistemas degradados. Una apuesta hacia el futuro que esperan ganarle a la crisis del clima mundial. ••
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Praderas seguras
Como parte de un proyecto de la Fundación Alemana del Agua, coordinado en Abancay por Cáritas, se han creado cinco Reservas del Patrimonio Natural (REPANAS), que consisten en el cerco de 700 hectáreas de praderas altoandinas, que protegen las fuentes de agua, impidiendo el ingreso del ganado y de otras actividades humanas que degradan los pastizales en las cabeceras de cuenca. A esto se suma el establecimiento de tres viveros forestales, la construcción de ccochas que favorecen la infiltración del agua en el suelo, y la capacitación de los agricultores en el uso eficiente del agua. El proyecto ha beneficiado a 1,850 personas de nueve comunidades de Abancay.
Bosque modelo
El Bosque Modelo Abancay-Apurímac es una propuesta que surge de un acuerdo entre las comunidades rurales de la región con el apoyo de instituciones como el Programa Bosques Andinos-HELVETAS Perú, CEDES Apurímac, Nature Services Perú, GORE Apurímac, SERFOR, SERNANP y la Comisión Ambiental Regional (CAR). Como parte de la Red Latinoamericana de Bosques Modelo (RLBM), se busca “visibilizar, consolidar, garantizar la sostenibilidad y beneficios de los paisajes y bosques, considerando los avances y procesos desarrollados en la gobernanza territorial, conservación y manejo sostenible de los bosques andinos (Helvetas)”.
Bosques diversos
Este es el hogar de la famosa queuña o queñual, especies del género Polylepis, cuyo nombre latín describe a la perfección su más notable característica: “muchas capas”. Y es que están cubiertos por delgadas láminas, tan gruesas como alas de mariposa, que recubren troncos y ramas, protegiendo al árbol y la savia de las bajas temperaturas. Existen 28 especies de estos árboles, y uno de ellos, la tarapacana, es capaz de crecer a más de 5,000 metros de altura. Otro habitante estrella de estas regiones es el quishuar (Buddleja incana), cuyas hojas poseen espejos naturales en su envés, que le permiten refractar la intensa luz que podría dañarlas. Otras especies símbolo de estos bosques relictos son el chachacomo, el kolle, el japru y la yareta, que sirven de hogar a una amplia diversidad de aves, reptiles, artrópodos y mamíferos grandes como el puma, el oso andino y el venado gris.