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Con Chicamero en quebrada Fernández y el Coto de Caza de El Angolo

Mi opinión

Hoy y mañana los vecinos de Fernández, un centro poblado de El Angolo, un área natural protegida en las proximidades de Máncora, van a celebrar el primer Festival de la Chicama, el camaroncito de río que habita los cuerpos de agua de las quebradas donde viven, cuya comercialización se ha convertido en una actividad económica sumamente importante para muchas de sus familias. Los acompañan en la iniciativa el municipio distrital de Canoas de Punta Sal, el Sernanp, el Gobierno Regional de Tumbes y otras organizaciones amigas entre las que reconozco y saludo a Aider, una ONG que desde hace más de veinticinco años trabaja denodadamente por proteger y gestionar de mejor manera nuestro patrimonio forestal.


Por Guillermo Reaño . Fotos Gabriel Herrera / Mis lugares favoritos

Hoy y mañana los vecinos de Fernández, un centro poblado de El Angolo, un área natural protegida en las proximidades de Máncora, van a celebrar el primer Festival de la Chicama, el camaroncito de río que habita los cuerpos de agua de las quebradas donde viven, cuya comercialización se ha convertido en una actividad económica sumamente importante para muchas de sus familias. Los acompañan en la iniciativa el municipio distrital de Canoas de Punta Sal, el Sernanp, el Gobierno Regional de Tumbes y otras organizaciones amigas entre las que reconozco y saludo a Aider, una ONG que desde hace más de veinticinco años trabaja denodadamente por proteger y gestionar de mejor manera nuestro patrimonio forestal. Uno de sus funcionarios, el experimentado  biólogo, Juan Otivo, ha sido en estos días previos el más entusiasta de los impulsores del evento, sus posts y comentarios en redes los he visto y leído uno a uno para informarme en detalle de la naturaleza de la celebración.

Juanito Otivo, biólogo con varias décadas de recorrido por Tumbes y sus bosques mágicos en compañía de los guardaparques del Coto de Caza de El Angolo José María Guerrero y Freddy Meca. Foto SPH.

Otivo es un maestro: hace algunos meses tuve la suerte de recorrer con él estos paisajes extraordinarios para constatar las inmensas posibilidades que tiene el bosque seco ecuatorial para complementar el destino turístico de las playas del norte que como todos sabemos se tropieza muchas veces con la masificación, los temporales oceánicos y  algunos otros extremos del clima.(Lamentable que, pese a esas invariables, se siga sin tomar en cuenta el interior, el hinterland, de ese litoral tan popular que tiene en sus quebradas y montañas próximas habitadas por una insuperable flora y fauna nativa tantísimas posibilidades para el goce, la aventura y la contemplación del viajero atento).Bueno, les dejo estas breves notas sobre algunas de mis impresiones de ese recorrido:

Chicamero

Su alias define al hombre que nos estrecha la mano: chicamero. Ósea, pescador de una especie de un camarón de río propia de las quebradas que descienden desde el bosque húmedo tropical de los Amotapes para estrellarse contra el infinito azul del mar de Tumbes y que los lugareños de los bohíos dispersos entre la asociaciones de faiques, hualtacos, palo santos y guayacanes llaman chicama. Chicamero es su apelativo, su nombre real, Juan Francisco Atoche Serna, vecino notable del centro poblado de Fernández, un rancherío con más pedigrí que los varios que soportan la incesante sollama en el Coto de Caza El Angolo, el área natural protegida establecida por el Estado peruano hace justamente cincuenta años.

A nosotros nos lo presentó Juan Otivo, de Aider, la ONG que co-administra el área con el Sernanp, con la intención de que nos lleve a Los Pilares, el archipiélago de pocitas de aguas límpidas que surgen de la nada en medio un chaparral que pareciera no tener fin. Y, claro, para que allí, entre las piedras y el roquerío, nos muestre sus artes, su oficio de eximio cazador de Macrobrachium americanum, el nombre científico del camarón chicama, el diminuto crustáceo -ojo, distinto al que ha hecho famoso a Lunahuaná y le da tantos bríos a la cocina de Arequipa- que sobrevive a duras penas entre los charcos de agua que dejan las riadas de la temporada de lluvias en esos trópicos y los manantes, o jaguayes, tan propios de estos desolados, en apariencia, llanos costeros.

Juan Francisco Atoche Serna, Chicamero para todo el mundo. Foto Gabriel Herrera.

Cauque lo llaman en  Ecuador, en otros parajes langostino de río. Nosotros, chicama y los entendidos en la materia, como el buen Chicamero de este breve relato, saben muy bien que el animalito de marras requiere de aguas frescas y con cierta salinidad en su composición para reproducirse en masa. Las autoridades estatales, conscientes del poco conocimiento científico que se tiene de la especie, pero atentos a su descenso demográfico y ausencia total en algunos valles donde antes prosperaban sus poblaciones, prohíben su extracción durante los mismos meses de veda para el camarón del sur, Cryphiops caemantarius. Vale decir, entre los primeros días de enero y el 31 de marzo.

Me imagino que el buen Chicamero debe estar viviendo la fiesta de la chicama como se debe. Cuando llegamos a su casa en Fernández para darle curso al seco de cabrito y frejoles que su hija había preparado con especial esmero nos dijo que la extracción racional del recurso, la asociatividad en marcha y  su apropiada comercialización le estaban dando nuevos aires a la vida comunal en una región de nuestro territorio áspera, durísima y como en tantos otros sitios que recorremos, cercada por la ilegalidad y la sinrazón de los depredadores a la mala. En El Angolo, cazadores furtivos y taladores ilegales y, cuándo no, pescadores que a punta de barbasco contaminan las pozas donde vive Macrobrachium para llevárselos como sea y dejar sin sustento a los pobladores locales que se han organizado para cuidar y aprovechar sosteniblemente el recurso.

Gabriel Herrera, director de la revista Viajeros y Chicamero Atoche, en un minuto se hicieron compinches. Foto SPV

El festival de este fin de semana, en cuyo programa se ha incluido una campaña de salud para la población local, intenta llamar la atención sobre el recurso bandera de El Angolo y, también, visibilizar la belleza escénica de uno de los paisajes más extraordinarios de la costa norte de nuestro país, un bosque seco donde es posible tropezarse con flamencos, espátulas, garzas de todo tipo, espléndidos ibis solazándose a sus anchas en los charcales y jagüeyes.  Y darse un tiempo para bañarse en las aguas límpidas de Los Perales, una suerte de cenote en medio de la nada donde el tiempo parece haberse detenido y es posible sentirse en el primer día de la creación.

El Angolo es uno de #mislugaresfavoritos.

Juan Francisco Atoche en su vivienda de Fernández hecha a base de astillas de hualtaco y caña de Guayaquil, un portento del talento constructivo de los pobladores del bosque seco ecuatorial. Foto Gabriel Herrera.

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