Mi opinión
Esta es la segunda entrega de una sección heterodoxa de Solo para Viajeros, SPV, esta revistita que por lo menos desde el 2014 sostenemos en Internet. Se trata de un guiño a la memoria, ese estado de ánimo tan selectivo y en el caso nuestro, peruchos y peruchas al fin y al cabo, tan volátil, escurridizo, olvidadizo. Ojalá que nos sobre fuelle para obligarnos a adjuntar cada martes una foto en sepia, en blanco y negro -o a todo color- de los hechos más importantes que construyeron las bases del futuro que estamos enhebrando. Vamos a intentarlo, espero que con su ayuda, ustedes deben tener en casa, bajo cuatro llaves, testimonios gráficos que les interesaría compartir con nosotros. Ojalá.
Por Guillermo Reaño / Solo para Viajeros
Eran jóvenes, jóvenes desenfadados. Fue Álvaro del Campo, molinero y experto organizador de los inventarios biológicos rápidos que están terminando de descubrir la Amazonía, quien me contó la historia que por cierto la he referido antes: en 1995, a poco de haber dejado atrás la época del terrorismo que asoló al Perú durante varios años, Kim Basinger, el sex symbol de los años ochenta, la célebre actriz de “Nueves semanas y media” y la multipremiada “L.A. Confidencial”, visitó nuestro país -caleta- para filmar un documental que denunciaba la atrocidad del tráfico de especies silvestres en el mundo.
Y los muchachos pelilargos de la foto al lado de la rubia de esta segunda entrega de #ViajerosenSepia, Luis Zapater, Eduardo Nycander, Álvaro del Campo y Kurt Holle, cabellera también blonda y muy larga, para que lo sepan, parte del team Perú dispuesto a socorrerla cuando hiciera falta.
Andábamos reunidos en la oficina de la revista Viajeros ultimando los detalles de la publicación de un reportaje sobre los bosques del Putumayo, una región riquísima en biodiversidad que compartimos con Colombia cuando Álvaro soltó lo que para mí y los que me acompañaban en la mesa de edición era una verdadera primicia. ¿Verdad?,¿ustedes fueron los chaperones de la Basinger? le preguntamos al unísono los presentes. “No me creen, nos dijo, yo tuve el privilegio de introducirla en los secretos de la selva amazónica”
…
Kim, mejor dicho Kimila Ann Basinger, rubia, un metro setenta y un centímetros de estatura, miss Giorgia a los 16 años y modelo de pasarelas antes que actriz, ya era en el 95 una figura consagrada en Hollywood. Y un ícono sexual capaz de competir con otras divas del séptimo arte. Algunos críticos no habían dudado en compararla con otra beldad, la también rubilinda Norma Jeane Mortenson, más conocida como Marilyn Monroe. No exagero, las escenas que la Basinger había filmado como chica Bond para “Nunca digas nunca jamás”, la película de 1983 que marcó el regreso a la zaga de un avejentado Sean Connery y, sobre todo, las que protagonizó con Mickey Rourke para Nine ½ Weeks, recordado filme de 1989, la habían convertido en una luminaria capaz de causar más de un infarto con su sola presencia.
Pocos tomaban en cuenta entonces que la actriz nacida en Athens, una pequeña ciudad de Georgia, era vegana desde los ocho años y una ardorosa defensora de los derechos de los animales, lo que hoy algunos llamarían animalista a secas. Esa fue la razón, rememora Álvaro, de la llegada a nuestro país de la megaestrella. En enero de 1995 la revista National Geographic había dedicado la carátula y 21 páginas de su edición más esperada del año al proyecto que un jovensísimo Eduardo Nycander y su patota de melenudos y no tan melenudos compañeros de ruta, habían echado a andar en las proximidades de la collpa Colorado para salvar las poblaciones de guacamayos de ese sector del Tambopata.
“Fueron días inolvidables, rememora Álvaro, Kim Basinger y Alec Baldwin, su pareja, resultaron ser magníficas personas. Kim había donado su tiempo –y su trabajo- a favor del proyecto del documental y la pasó de lo mejor con nosotros a pesar de las dificultades y privaciones propias de vivir una semana en la selva del Tambopata”. Del Campo no había cumplido los treinta años y sus compañeros de aventura –Lucho Zapater, Kurt Holle y Eduardo Nycander, al igual que Agustín Mishaja, famoso luego por su participación en Candamo, la última selva sin hombres, otro de los miembros del equipo de recepción de la estrella de cine. Kim y Alec, en cambio, eran “un poco más grandes, pero todo fluyó”.
Los días de filmación fueron intensos, el director del documental era sumamente exigente y el resto del equipo fílmico andaba a mil por hora: se debía cumplir sí o sí plazos e itinerarios. Sin embargo, rememora Álvaro veintitantos años después, la rubia de Athens llevó las cosas con calma y se dio tiempo para caminar feliz de la vida por los senderos que se habían implementado en el bosque y gozar de los viajes en bote por el río Tambopata. “Era bellísima, suspira Del Campo, mucho más linda que en el cine… pero lo que más recuerdo de ella era su simpatía desbordante, su buena vibra”.
El que no la pasó nada bien fue el guardaespaldas asignado a su cuidado, un policía de Boston que no entendía el afán por la naturaleza de la estrella de cine ni el locuaz despliegue físico de los muchachos trepando a los árboles y haciendo de mil oficios. “En esa época hacíamos de todo: recuerdo que Kim tenía que subir a la torre de observación que habíamos construido a pulso para un documental de la BBC así que fui el encargado de colocarle el arnés. Pocos seres humanos en el planeta podían darse el lujo de tener ese privilegio”.
“Una noche, alarga su relato Álvaro del Campo, mientras descansaba en el cuarto que me habían asignado escuché un grito aterrador. Era Kim, no podía ser otra persona. Me levanté a toda prisa y entré a su habitación. Allí estaba ella, muerta de miedo, una cargatabla, una cucaracha silvestre de tamaño desproporcionado, la había despertado y permanecía allí, cerquita a la diva, moviendo sus patas y el resto de su anatomía. Dedo decir, sonríe, que estuvimos solitos, ella y yo, a quince centímetros uno del otro, los dos alumbrados por el resplandor de una linterna y no se me ocurrió mejor cosa … que acercarle el bicho para que se asustase un poquito más”. Las carcajadas de los que se habían despertado por el estrépito fue general. Todos, incluida la actriz, se mataron de la risa.
Todos menos el policía de Boston. “Para el guardaespaldas de la Basinger estábamos totalmente locos”, colige. Y lo estaban, la suya era una desinteresada locura por la ciencia y la conservación de uno de los bosques más prístinos del planeta. El bosque que siguen cuidando los buenos amigos de Rainforest Expeditions.
Les dejo estas dos fotos del paso de Kimila Ann por el Tambopata Research Center. Y un saludo cariñoso de todos los muchachos de esta historia.
Hasta la semana que viene.

Esta es la segunda entrega de una sección heterodoxa de Solo para Viajeros, SPV, esta revistita que por lo menos desde el 2014 sostenemos en Internet. Se trata de un guiño a la memoria, ese estado de ánimo tan selectivo y en el caso nuestro, peruchos y peruchas al fin y al cabo, tan volátil, escurridizo, olvidadizo. Ojalá que nos sobre fuelle para obligarnos a adjuntar cada martes una foto en sepia, en blanco y negro -o a todo color- de los hechos más importantes que construyeron las bases del futuro que estamos enhebrando. Vamos a intentarlo, espero que con su ayuda, ustedes deben tener en casa, bajo cuatro llaves, testimonios gráficos que les interesaría compartir con nosotros. Ojalá. |