Mi opinión
Los panameños acaban de entregarle al mundo otra obra monumental y están ñatos de risa. Nuevamente el nombre del país ha ocupado los titulares de la prensa internacional; a pesar de las quejas de ambientalistas y políticos de oposición. Hace unos años, cuando todavía se discutía la naturaleza de la mega construcción, visité el istmo y recorrí algunos de sus parajes más renombrados. Uno de ellos, Portobelo, fortín de las milicias coloniales y magnífica feria donde se exhibieron los productos emblemas de dos mundos que se empezaban a conocer. Les dejo este pequeño relato de un viaje revelador y gratificante por una de las tantas ciudades patrimonio de América Latina.
Debieron ser rudos esos hombres que levantaron una ciudad en el Atlántico de Panamá para pocos años después abandonarla a su suerte y lanzarse al sueño de cruzar a pie (cubiertos de yelmo y espada) la jungla exuberante del istmo panameño. Debieron ser arrojados y estar acostumbrados a sufrir las peores calamidades sin decir mucho, pues en tiempo record volvieron a levantar una nueva villa, esta vez sobre las orillas del océano que había descubierto Balboa, en 1513.
Cómo iban a saber que un día muy lejano a esta primera fundación, la nueva ciudad sería arrasada por las huestes de Henry Morgan, el pirata que también quemó la otra urbe, la de sus ancestros, la del Atlántico, la misma que piso después de haber recorrido los ochentaipico kilómetros que separan un mar del otro. En Panamá y en casi todo Centroamérica, las distancias parecen haber salido del mundo de Lilliput.
Pero Abel, el chofer que me ha traído desde Ciudad de Panamá tiene otras dudas. ¿Cómo hizo Morgan para quemar Portobelo, en el Atlántico y después hacer lo mismo con Panamá, en el Pacífico, si el canal fue construido apenas hace más de un siglo?
Es que no usó el canal, querido Abel, eran otros tiempos, de audacias y viajes alucinantes, Morgan debió navegar siempre en dirección al sur, cruzar los mares por el otro canal, marino se entiende, que lleva el nombre del capitán que lo cruzó por primera vez: Estrecho de Magallanes, le digo mientras levanto la basura que todo el mundo lanza contra el suelo cinco veces centenario de la Aduana Real de Portobelo, el punto de llegada del oro del Perú antes de ser trasladado a las arcas fiscales de la corona española y hoy puerto de pescadores pobres que apenas pueden sostener sus casas que solo describen penalidades y olvidos.
Contradicciones de nuestra América, reflexiono. Estas mismas piedras, mohosas y destartaladas, soportaron el peso de los indios que llevaban sobre sus hombros millares de toneladas de oro y plata obtenidos en las minas de Pasco, Huancavelica y Potosí, en el lejano Virreinato de Nueva Castilla o el Perú. Hoy solo son mudos testigos de una tremenda omisión: en Portobelo los pobres son la mayoría, los indígenas hace tiempo desaparecieron por obra del trabajo portuario o los mestizajes y los negros, antillanos o descendientes de los esclavos que España trajo de África, son la población dominante. Hasta el cristo que los fieles de la Iglesia de San Felipe adoran es negro, como Martín el santo de este lado del Pacífico. Y también lo celebran en octubre.
En la actualidad San Felipe de Portobelo no tiene la magnificencia de Cartagena de Indias o Colonia del Sacramento, sí sus blasones. Fundada en 1597 por un oscuro conquistador español, fue por muchos años sede de una de las ferias comerciales más fastuosas del Nuevo Mundo, por sus veredas y calles debieron pasar príncipes y virreyes, reos de vuelta a Europa y buscadores de fortuna. Colón, en su cuarto viaje americano, la atisbó desde la proa de la Santa María y alabó sus condiciones de puerto natural y postal de ensueño. Entre los siglos XVI y XVIII, Portobelo fue uno de los puertos más importantes de exportación de plata de Nueva Granada, y uno de los puertos de salida de la Flota de Indias. El oro, procedente sobre todo del Perú, era trasportado en mulas a través del Camino de Cruces, en Panamá, continuando por el río Chagres mediante pequeñas embarcaciones, hasta llegar a Portobelo, en donde era embarcado hacia España.
Alejandro Balaguer, mi anfitrión durante los días de mi estancia en el istmo centroamericano, no dejó de observar los profundos vínculos históricos que existen entre los dos países, relaciones por cierto tan antiguas como la conquista del Perú, cuando los hombres de Pizarro lograron arrebatarle a los indios del señorío de Comagre las primeras noticias de un reino pletórico en oro en dirección al extremo sur. De Panamá, la primera, la entonces llamada Nuestra Señora de la Asunción de Panamá, zarparon las naos que Pizarro y Almagro, su malogrado socio, trajeron a nuestras tierras. Y a Panamá llegaron, como hemos visto, las tentadoras riquezas del Perú, el país de Jauja, consumada la derrota del Tahuantinsuyo y fundado el nuevo virreinato.
Data viajera
Portobelo es una población situada a unos 125 kilómetros de la Ciudad de Panamá, en la provincia de Colón, en la zona norte del Istmo de Panamá.
¿Cómo llegar?
Desde la ciudad de Panamá se organizan visitas guiadas, en grupo o puedes contratar un coche particular. Pero también puedes ir en transporte público (por lo demás,con buses muy atractivos con sus colores y «geografía» humana variopinta) hasta la ciudad de Portobelo. El primer tramo será de Panamá a Colón y desde allí hasta Portobelo. En total serán aproximadamente 3 horas de viaje, dependiendo de las conexiones de buses que puedas encontrar.
Muy buena info sobre Portobelo: http://www.viajeros.com/destinos/portobelo/