Mi opinión
Los peruanos estamos tomando nuevos retos y queremos ser los mejores no solo en gastronomía. Richard Hidalgo es uno de estos peruanos luchadores: apoyado por Interbank quiere alcanzar las 14 montañas más altas del mundo en 2021.
«Siempre ha habido en mí un espíritu aventurero, pero no sabía dónde aterrizarlo. Seguí estudiando, haciendo mis cosas: iba de cacería, de pesca, de campamento, me trepaba a todos los árboles, caminaba por las cornisas de los edificios, etcétera. Hasta que un día vi un aviso del Club Andino Peruano, que dictaba un curso de montañismo. Yo no sabía qué era el montañismo, me imaginé campamento y nudos pero no sabía qué era. Me gustó tanto que hasta hoy no he podido dejarlo», me dice el montañista Richard Hidalgo.
¿Cuál es el plus del montañismo?
El esfuerzo personal. Si lo tomas como hobby no es tan exigente, pero, en mi caso, se necesita mucha dedicación y entrenamiento. No hablaría de sacrificio porque cuando algo te gusta no lo ves así.
¿Qué condiciones debe tener un montañista?
Hay que alimentarse y entrenarse muy bien y, sobre todo, ser muy centrado y hacer un gran trabajo mental, pues en la montaña uno se puede poner eufórico y emocionarse por tenerla tan cerca o querer demostrar a los demás nuestra capacidad: allí se pierde el horizonte. Eso es peligroso pues el éxito inmediato se puede convertir en tragedia. Si uno se entrena bien y le suma experiencia y sabe leer la montaña, los riesgos se minimizan. No hay que ser unos loquitos temerarios.
El Perú es un lugar privilegiado para este deporte, ¿no?
El Perú es una maravilla. Y su valor es reconocido a nivel mundial: tenemos una docena de cordilleras con glaciares perpetuos. La Cordillera Blanca –donde está el Huascarán– es muy atractiva por sus desniveles y por su fácil acceso, su proximidad. Uno no necesita una semana para subir al pie de la montaña y tomarse 15 para llegar al pico. En un mes, uno puede escalar cuatro o cinco montañas; en el mismo tiempo, en el Himalaya solo se puede subir una. Y, además, en nuestra cordillera, cada montaña es distinta por lo que uno puede tener muchas experiencias en un espacio geográfico reducido.
¿Esto no nos puede jugar en contra? ¿Un montañista experimentado no diría que todo es muy fácil?
Uno quiere cada vez más retos y desafíos, pero mientras más cumbres se cubran en un menor tiempo, mejor. Ir a una montaña de una pared vertical de 500 metros, treparla, bajar, descansar y, al siguiente día, hacer otra no es malo, al contrario, es interesante.
¿Qué sientes al llegar a la cumbre?
Depende del tiempo, si hay mal clima, frío (risas). Uno está cansado y hay una ligera satisfacción por haber logrado el objetivo, pero, después, uno vuelve a estar atento pues falta la mitad del camino: el descenso. El cerebro es bien interesante: si uno inconscientemente le transmite que el objetivo se alcanzó y no hay peligro, se relaja y el estado de alerta disminuye. Eso es bien peligroso, por eso, en la bajada se da el mayor número de accidentes. El descenso es más difícil porque uno está cansadofísica y mentalmente. Cuando uno llega a la cumbre ya no quiere estar más en la montaña. Uno está solo… hay que ser tan metódico como un budista (ríe).
Con tantas dificultades, ¿por qué practicas este deporte?
Porque después sí viene la satisfacción de haber hecho algo que ha costado mucho. La montaña me da paz interior y tiempo para pensar sobre la vida. Uno puede regresar cansado pero con una inmensa vitalidad y una gran energía interior. Además, el montañismo me ha demostrado que la vida es tan corta que hay que disfrutarla
¿Antes de subir una montaña le haces pagos a la tierra, te integras espiritualmente con ella?
Sí. Yo no solo soy respetuoso de las culturas de los pueblos sino yo mismo me lo creo: las montañas están vivas, te hablan, avanzan. La montaña te enseña a ser humilde pues uno no es nada frente a ella, por eso, hay que pedirle permiso, hay que hacerle los ‘pagos’ necesarios para que nos proteja y nos permita subirla. Lo curioso es que en el Himalaya hay prácticas similares: la ‘puja’ es una especie de pago al nevado: se hace un altar de rocas con alimentos y objetos –el lama determina cuándo– antes de trepar y se rezan mantras y, luego, todos comemos juntos.
¿Cuánto de ciencia y cuánto de instinto hay en el montañismo?
Todo es ciencia, pues uno no sube la montaña cuando le da la gana sino cuando los factores meteorológicos lo permiten.
Quieres subir las 14 montañas más altas del mundo, ¿no?
Son 14 montañas arriba de los 8 mil metros y todas están en el Himalaya. He ido cinco veces pero no siempre he hecho cumbre pues, a veces, uno no puede insistir. En 2009 me quedé a 500 metros del Everest: veía la cumbre, la tenía allí, pero ya no sentía los dedos de los pies, el mal clima se imponía… puse la cabeza fría y di la vuelta. De las 14, ya logré dos cumbres: 8027 y 8201. Mi proyecto –que ya es de todos los peruanos pues la bandera que flameará en estas cumbres será la nuestra– tiene como fecha final 2021, cuando se celebre el bicentenario de nuestra independencia. Subir las 14 montañas es como ganar Wimbledon, un mundial de fútbol.
¿Luego te jubilas?
No, los montañistas siempre tenemos un reto más.