Pere Ortín dice ser periodista y documentalista que hace crónicas collage y periodismo en escena. Vive en Barcelona, dirige Altaïr Magazine, un proyecto de periodismo para ir más lejos,piensa que la información está en crisis, afirma que los periodistas somos menos importantes de lo que nos creemos, pero que el periodismo es un lujo necesario.
Estuvo en Medellín, en el Festival Gabo, para hablar de su webdocumental Los desiertos de Sonora, una crónica literaria que es arte, literatura y periodismo audiovisual expandido en un formato múltiple y transmedia.
Comencemos pensando en el papel social del periodista o del periodista como agente cultural o como intelectual. ¿Eso se perdió o nunca existió?
Un periodista debe ser ante todo un intelectual al servicio de su sociedad. Trabajando con, no sé si para, pero con su sociedad. No sé si ha desaparecido la figura del periodista intelectual. Lo que sí sé, por mi dimensión profesional, y también ahora dirigiendo un medio todos estos años, es que cada vez se ha hecho más difícil plantearle a la sociedad debates intelectuales de cierto calado.
La dificultad actual se centra en que los medios tecnológicos han hecho muchísimo más difícil la dimensión intelectual del trabajo periodístico. Hoy es muy complicado porque un tipo como Google o una tipa como Facebook te puede destruir. Y eso no había sucedido antes en la historia de la humanidad.
Que el periodista fuera un intelectual, un agente cultural, significa que sea crítico y riguroso con las historias…
Sí hay que ser crítico, pero también hay que pensar en la belleza del relato, en el trabajo cuidado, en el rigor, en el contexto, en los procesos históricos. Todo eso significa ser intelectual: pensar. El periodista como artesano del pensamiento en cuanto construye ideas que tienen cierta utilidad. Eso sí, tampoco hay que darnos tanta importancia.
El periodismo del siglo XX, al estilo de EE. UU., ese de investigación, de referencia, ya no existe, y hay que hacer un nuevo periodismo. El mundo cambió…
Si la realidad cambió, nosotros tenemos que cambiar con la realidad, para contarla adaptada a las necesidades y las formas de hoy. Hay que buscar otros caminos de contar el mundo; de contar la atractiva complejidad de la vida. Reconocer que la información está en crisis. Nadie te da una información si no es por algo a cambio. Nadie está gestionando los procesos informativos de una manera cruzada por las necesidades, factores y situaciones que se están dando en el mundo tecnológico actual.
No podemos llegar a que el señor Google y la señora Facebook, esas plataformas tecnológicas que no hacen nada pero lucran todo, nos digan cómo debemos titular los artículos, cuántas palabras deben de tener, por qué debe ir ese párrafo, esa fuente.
El periodismo no está en crisis si busca contexto, historia, relato, narrativa, poesía, belleza, reflexión.
En esa perspectiva, hay que buscar lenguajes y formatos y formas. ¿Qué hay que buscar dentro del periodismo y qué hay que buscar fuera del periodismo?
Hay que buscar las novedades en la manera de contar esto que nos sucede mientras vivimos. Hay que buscar dentro del periodismo porque no hay que abandonar lo que el periodismo tiene de bueno: sus formatos y narrativas; unos géneros que son maravillosos, que tenemos que reinventarlos, pero no destruirlos, sino construir desde ellos. Hay que buscar una renovación intelectual, estética, periodística… Pero hay que buscarla fuera del periodismo, en las artes, la poesía, porque hay que buscar la belleza. Hay que producir desafíos intelectuales, estéticos en los lectores. Hay que volver a contemplar la belleza de otra manera y volver a buscar la belleza.
En el ‘pereodismo’, el periodismo de don Pere, se propone una conversación entre lenguajes narrativos, periodísticos, literarios, artísticos, tecnológicos; un periodismo que sea curioso, singular, diferente, lento y artesano. ¿Cómo es ese periodismo que le gusta hacer y proponer?
Si la literatura fuera un lujo, y el periodismo fuera una necesidad, a mí lo que me gustaría hacer es un lujo necesario. Que el periodismo que nosotros hiciéramos fuera un lujo necesario. Eso es lo que intentamos hacer, por ejemplo, con Los desiertos de Sonora. No hay ninguna necesidad, tu vida no cambiará por conocer los desiertos, no cambiará por conocer este tipo de maneras de contar las cosas; pero es un lujo necesario para el espíritu. Y eso es ser ambiciosos desde un punto de vista narrativo, intelectual, periodístico, estético, del atractivo visual de las cosas. A mí, lo que me gusta construir es ese lujo necesario a través del periodismo.
A propósito de Los desiertos de Sonora, usted dice que es como un opni, ‘objeto periodístico no identificado’.
Sí es un opni. ¿Es una crónica-ensayo? Puede ser. ¿Es un reportaje poético? Podría ser. ¿Es un recorrido cartográfico? Podría ser. ¿Es un desarrollo de una crónica interactiva? Podría ser. Periodismo en escena, periodismo “literario”, teatro “documental”; la suma de las herramientas del arte contemporáneo, con una estructura fija de secciones de tipo periodístico, pero con una dramaturgia inestable que permite cambiar de asunto manteniendo el ritmo narrativo muy vivo.
Todo surge a partir de la narrativa de un viaje real de vuelta a casa de la directora-periodista mexicana Paty Godoy a la frontera USA-México y teniendo como escenario clave la novela Los detectives salvajes, de Roberto Bolaño; desde ahí se construye un periplo literario-periodístico-teatral por los polvorientos caminos del noroeste de México para descubrir de modo periodístico (pero con un dispositivo y una dramaturgia de carácter teatral) los enigmas de un territorio extremo.
¿Es para proponer otra experiencia de sentidos, esa de vivir y habitar el desierto?
También es una reflexión sobre el poder de la imaginación en el arte. Imagínate que Bolaño jamás estuvo en ese desierto. El arte tiene ese poder de imaginar y proponer. Recorrimos ese espacio mítico que es siempre un desierto que aparece en la Biblia, en los grandes textos, en la gran literatura… Trabajamos la idea de viajar entre signos de interrogación. Recortar notas, apuntar, desarrollar fotos, remirar casi como periodistas DJ que remiten, que remezclen recuerdos, notas, memorias. Sentir el desierto, escuchar el silencio, degustar el viento; esas sinestesias caprichosas que se dan en un lugar tan brutal como, en este caso, el desierto de la frontera entre México y Estados Unidos.
Y luego, también está ese viajar contra el tiempo. Esa sensación, esa necesidad a la que todos nos enfrentamos como humanos, de saber que nuestro fin está marcado y que algún día moriremos, y esa lucha por buscar la vida a través de la belleza, incluso en los lugares más jodidos, áridos, difíciles, de este planeta. Esa sensación de tragarse la vida y escupir a la muerte a través del viaje.
Hacer realidad la frase de combate de Altaïr un ‘periodismo para ir más lejos’. ¿Periodismo para ir a dónde?
Periodismo siempre pa’ ir un poquito más lejos, pero no en el sentido olímpico de batir un récord de velocidad o salto, y tal. ‘Periodismo para ir más lejos’ es esa idea de periodismo que sea capaz de interrogarte, de interpelarte, de hacerte preguntas a través de la herramienta que consideres oportuna, la que a ti te gusta, la que tú consideres que es la más adecuada. Ir más lejos quiere decir ser más seres humanos.
Y la crónica collage, que es contar la realidad con pequeños recortes visuales y fotográficos y sonoros y escriturales…
Creo que la vida cada vez, nos guste más o menos, es un caos con apariencia armónica que no está necesariamente construida para ser explicada con facilidad. Y en esas contradicciones nos movemos. Soy un creyente en el periodismo, por eso hago también periodismo collage, por eso trabajo mis semánticas de los fragmentos. Creo que hay que pasar de la unidad de sentido periodístico llamada la escena a otras unidades de medida que son el fragmento, la retícula, la conexión, y todo eso es lo que yo hago con mi periodismo collage.
Recuperar esa idea de un vanguardista ruso Sergei Tretjakow, de principio de siglo XX, esa idea de la escritura de montaje hecha con citas, con lecturas, con fotos, con imágenes, con dibujos de los lugares y, también, con las contradicciones que representa la vida de un ser humano.
Pero también ser mejores narradores, ponerle más dinámica a la vida, más magia, más crítica. Periodismo en escena, que es como poner a la página, la pantalla, los audios, los videos a dialogar con los cuerpos y con los públicos.
La necesidad de plantear casi un sentido teatral o performativo del contar las historias. Creo que ya no es suficiente con contar bellas tragedias ilustradas, que es lo que básicamente hace el periodismo que gana premios; de lo que se trata es de un periodismo que se aferre al desarraigo, que se hace en esa idea de ausencia de lugar. El periodismo en escena es como si construyéramos algo que fuera un territorio nómada, que se pueda hacer en el teatro, en la calle, en un bar.
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