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Mi opinión

La casa de Cecilia Sala Otero en Tarabamba es un invento de la perseverancia y del buen gusto. Ella misma la diseñó, ella misma la levantó, ella misma se ha encargado de decorarla hasta convertirla en una propiedad llena de encantos, propia de esta campiña tan hermosa, vibrante, acogedora.


Le cuento a Cecilia Sala que fueron las pururaucas, las piedras que Pachacútec convirtió en impetuosos guerreros para enfrentar a los belicosos chancas, las que salvaron de la destrucción a la ciudad del Cusco luego de que el inca Huiracocha, su padre y también el príncipe Urco, su legítimo hermano, la abandonasen a su suerte.

Pachacútec se llamaba entonces Cusi Yupanqui y a pesar de no ser el preferido del Sapa Inca reinante, destacaba por su arrojo y valentía. Fue él quien lideró la defensa de la ciudad imperial ante la deserción de su progenitor; fue él, apoyado por las piedras que se amontonaban en los cerros que rodeaban la ciudad imperial, el encargado de derrotar al ejército de Astoy Huaraca, el poderoso rey de los chancas.

Las piedras, lo sabe bien Cecilia, tienen una fuerza poderosa, extraña, telúrica. Especial.

Hemos salido a dar un paseo por el segmento del Qhapaq Ñan, el camino señorial de los antiguos peruanos que en el sector de Tarabamba, distrito de Urubamba, se empecina en derrotar al tiempo y al olvido. El poderoso Wilkamayo, “el río que nace de una lágrima solar” al decir de Alfonsina Barrionuevo, se deja oír a la distancia, seguro de su linaje y de su incomparable belleza.

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La casa de Cecilia

La casa de Cecilia en Tarabamba es un invento de la perseverancia y del buen gusto. Ella misma la diseñó, ella misma la levantó, ella misma se ha encargado de decorarla hasta convertirla en una propiedad llena de encantos, propia de esta campiña  hermosa, vibrante, acogedora.

En el sector del distrito de Urubamba donde la construyó los eucaliptos, los más viejos de este valle, parecieran que dormitan al lado de los molles y sauces que los vecinos de estos pagos, hace mucho, sembraron para darle sombra y aire fresco a los caminantes.

Por el camino real que vamos dejando atrás, tomo nota, solo transitan a esta hora del crepúsculo campesinos que halan toretes de tallas impresionantes y escolares que retornan a casa después de una larga jornada.

Bellísimo…

Cecilia Sala Otero, limeña, hasta hace un tiempo dedicada a la informática, se atrevió a dejar atrás la gran ciudad para avecindarse en este valle que se ha ido poblando de gentes que llegaron de todos lados para crear un ecosistema mejor al que soportaban en sus lugares de procedencia.

Sus hijas, todas, se sumaron a su sueño y en esta ya larga diáspora familiar han ido aportando cada una lo suyo para que su ilusión prosperara y se hiciera fuerte en el tiempo. Y vaya si no lo han logrado, las mujeres de este clan, juntitas, se han empecinado en sacar adelante proyectos de vanguardia como el de la Kaia Sharanam EcoTienda de la avenida Berriozabal, frente al taller de Seminario y ahora éste de la casita Inyan: Villa Natural, la cabaña que la propia Cecilia terminó de  construir hace unos meses en un rinconcito primoroso de su vivienda-jardín-altar para las piedras sagradas a cien metros del majestuoso Wilkamayu.

La casita Inyan

Tuve el privilegio de ser un solitario huésped durante cuatro días de Inyan: Villa Natural, uno de los lugares más plácidos e inspiradores de este Cusco & Valle Sagrado de los Incas tan extraordinario y lleno de propuestas.

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Comenzaré por el nombre. Los indios dakotas de las planicies norteamericanas, como los mayas y también los aztecas, rindieron devoción a las piedras. Grata revelación: en la mitología de los pueblos que se establecieron en las llanuras del gran país del norte, allá donde vive una de las hijas de Cecilia, Inyan (roca) fue el primero de los espíritus poderosos. De ese ser inanimado debieron nacer los demás. Y de esos, los hombres y mujeres que se desplazaban por el continente en pos de los bisontes y los días soleados, propicios en extremo para continuar vivos.

¡Piedra entera, orgullosa! ¡Piedra piedra!
¡Basalto de grano tan apropiado para los grandes dentales como para las simples aglutinaciones!
Pablo Neruda

La casa Inyan, también la casa de Cecilia Sala, está rodeada de piedras. De piedra son los pilares que sostienen la puerta de ingreso; piedras son las que constituyen sus muros; piedras las que permanecen, grávidas y vigilantes, en cada uno de los sectores de la espaciosa propiedad. Piedras, piedra en realidad, la que le da forma a la ducha que usé cada mañana para empezar mis días en el campo.

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Piedras y adobes confeccionados con la tierra fértil de estos valles pero también barro y madera firme. En Inyan: Villa Natural lo demás, después de estos elementos, son los insumos que sus propietarios han ido recogiendo por todas partes para construir un refugio que lo tiene todo: versatilidad, comodidad, espacios llenos de luz, lujos que estimulan el descanso, la contemplación absoluta y el bien estar.

Como reflexiona la propia Cecilia,  cada uno de los elementos que ha utilizado con estilo propio y mucha audacia “construyen una arquitectura forjada en equilibrio con el entorno”.

Tanto en la casa principal como en la casita de huéspedes que ha empezado a gestionar para beneplácito de los que amamos el estío eterno y las mañanas pobladas de sol y trinos, los pisos son firmes y las paredes muy altas, como en la casa de sus padres, me lo confesó, en La  Mejorada, la hacienda a las afueras de Huancayo, en la sierra central,  que arropó su infancia cuando este país era otro y el campo alimentaba de verdad –en todos sus sentidos- a sus ciudades.

Con esmero de alarife Cecilia ha ido pincelando cada espacio de la cómoda casita de dos pisos y un balcón colgado sobre el Qhapaq Ñan que ha inventado, para que sus visitantes se puedan dedicar el día entero al relajo sin renunciar a las comodidades. Lo ha previsto todo: desde la conexión oportuna a Internet –vía WiFi- hasta la ubicación de las cómodas camas con colchones de alta calidad, pasando por sábanas y toallas de puro algodón, frazadas de plumas,  difusores de aceites esenciales y hasta una radio, que funciona, de la época del rey Pepino.

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Y también las mantitas, alfombras, floreros, mesas y sillas primorosamente ubicadas, el desayuno saludable y la mejor granola de estos valles; en fin, el elogio a las delicatessen y el culto al placer de vivir en las montañas como vivían los Ingalls. De verdad, eso pensé mientras oteaba el cielo infinito durante mi primera noche en el anexo de Tarabamba tratando de contar las estrellas y las estrellas fugaces dedicadas a bombardear nuestro planeta con sus destellos de luminosidad.

Qué lindo era mi valle

Los cactus y las piedras se llevan a la perfección, lo sabe Cecilia, también los perros y los humanos. Una mañana de mi permanencia en Inyan, salí a caminar con Clarita, una de las dos mascotas de la casa, una perrita recogida en la calle que suele acompañar a placer a quien se lo pide. Clarita me condujo por el camino ancestral hacia una playa de piedras en el río Wilkamayu –el Urubamba de nuestros días- y al puente de colores que lo cruza para ir llegando, de a poquitos, a las salineras de Maras.

Por la tarde me llevó en sentido inverso por un camino, otra vez piedras y más piedras, intenso, también especial, lleno de naturaleza y más placer. Al día siguiente, a un apartado rincón de sus pagos donde el río forma un meandro repleto de patos silvestres, uno que otro ibis de la puna y mil gaviotas andinas. La ruralia en toda su extensión de la palabra, magnífico recuerdo. Imperecedero.

El último día, después de las despedidas y agradecimientos de ocasión, Clarita en nombre de las mujeres que la alojan para siempre, me acompañó a tomar el vehículo que debía de llevarme de nuevo a los caminos. Nos despedimos con muchas ganas de volver a vernos. Si la felicidad se puede atrapar con las manos, estoy seguro que tendría el rostro de quien descansó, feliz y bien acompañado, en las montañas de ese Cusco indómito y fuera de serie, como dice el poeta, en “ese arrecife andino de colonias glaciales”.

Sube conmigo amor americano
Besa conmigo las piedras secretas.
Otra vez Neruda.

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Inyan: Villa Natural
Hospedaje familiar, áreas verdes y desayunos saludables.
Sector Tarabamba, distrito de Urubamba, Valle Sagrado de los Incas
Cusco – Perú
A cinco minutos de la estación de los buses camino a Urubamba (4 km)
Reservas:
Perú: +51 988 883 138
México: +52 1 5520435147
Estados Unidos: +1 225 2840797
casainyan@gmail.com

 

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