Mi opinión
Se inauguró en la localidad de Lamay, Cusco, La Base Lamay, una propuesta de turismo responsable desde las comunidades locales. Sus impulsores echaron a andar su proyecto en el marco del conocido festival Kuyapanakuy.
Lamay, el viernes que pasó, fue una fiesta…
Estuvimos allí para contárselo.
El sol ha vuelto a aparecer después de varios días en Lamay, la quebrada que desciende desde las alturas de la cordillera del Vilcanota para fundirse con los campos que fructifica el río Urubamba –el Vilcanota de los vallinos, el Willkamayu inmortal de los gentiles.
Son un poco menos de las cuatro de la tarde y Franco Negri y Diego del Río, dos de los socios de La Base Lamay, el invento de turismo responsable, agroecología y pura vida que he venido a conocer, apuran los últimos detalles de la inauguración en ciernes. El local de La Base luce esplendoroso, iluminado por la dicha, muy vital; un grupo de colaboradores y gente amiga coloca los panes, pasteles, refrescos sobre las mesas y los anaqueles.
Tienen todavía unos minutos para juntarse y lanzar los postreros vivas. La ocasión lo amerita. Franco agradece a su gente y todos aplauden, yo también, el momento es ecuménico e inolvidable. Estelar.
Dentro de unos momentos el sueño de Franco, Diego del Río y Daniela Gygax, lameños, empezará a rodar, como rueda el padre Inti por el firmamento desde hace tanto, mucho antes de que estas montañas empezaran a ser pobladas por los hombres que ahora intentan protegerlas.
He sido testigo del sueño de La Base Lamay. Desde hace varios meses Franco me lo ha ido contando. En su casita en este mismo valle, pletórico de entusiasmo, el Negro, así lo solemos llamar los que lo queremos, me ha ido relatando sus intenciones, una a una, los motivos que lo animan, su búsqueda personal de generar desarrollo de verdad en las poblaciones que habitan estas montañas.
Franco no es un improvisado en estos menesteres, desde hace más de quince años trabaja en turismo con comunidades campesinas asentadas en este territorio. Las conoce casi todas y ha sido testigo de excepción de como algunas de ellas han perdido protagonismo a medida que la modernidad impone sus rastreras condiciones. Por eso y por el deseo legítimo de acampar en sus pagos es que se lanzó a construir esta base de desarrollo rural, yo la llamo así, en Lamay.
Bravo por él y sus compañeros de ruta.
Amadores del mundo, uníos
No sé quién tuvo la feliz iniciativa de hacer coincidir la inauguración de La Base Lamay con la puesta en escena del fabuloso festival #Kuyapanakuy que desde hace algunos años impulsan los Conservamos por Naturaleza, otros bravos del mundo del futuro que tenemos la obligación de construir ahora y de la vida bien llevada.
Lo digo por lo afortunado de la simbiosis. Por un lado, los proyectos en fase de consolidación presentados por Bruno Monteferri, el líder del movimiento, y su gente; por otro, las ilusiones y expectativas de los que recién se lanzan a la cancha a hacer lo suyo.
Empecemos por los afuerinos, los que llegamos de Lima para festejar el Yuyapanakuy cusqueño.
Pero antes, la introducción al evento, el saludo de bienvenida de la gente local a los visitantes. Dos campesinos de una de las comunidades de Lamay integradas al proyecto, dos músicos, interpretaron un tinkuy, una melodía propia de la época del carnaval. Al acabar su participación saludaron el esfuerzo de Franco y sus socios.
Después de esta simpática bienvenida se dio inicio al evento. A los dos eventos.
Me encantó la propuesta del Proyecto Llama Pack sustentada por Coqui Gálvez. La iniciativa intenta volver a darle un papel estelar a las llamas en las rutas frecuentadas por los turistas. Los camélidos en mención son más adecuados en términos de la conservación del suelo que el ganado introducido y pueden generar, si se trabaja planificadamente, ingresos importantes a la familia campesina. “Un llamero, comentó, trabajando doce días al mes puede sacar a su familia de la pobreza”.
“Cuiden las montañas desde sus trincheras” fue el llamado final de Coqui al terminar su presentación.
Lo mismo comentó Luigi Marmanillo, del proyecto Marañón Libre, un colectivo ciudadano comprometido en proteger la cuenca del río que más caudal hídrico aporta al Amazonas, un amaru extraordinario cuya belleza escénica e importancia biológica no ha sido del todo ponderadas. Sobre el Marañón pende la amenaza de la construcción de un paquete de represas e hidroeléctricas proyectadas por los mismos que sacaron adelante los megaproyectos made in Coima que venimos sufriendo.
No digo más.
El plato de fondo fue la presentación del video A la Mar, la película dirigida por el propio Bruno que detalla el trabajo paciente de los activistas del colectivo Hazla por tu Ola por preservar las rompientes que se utilizan para la práctica del surf y otras actividades deportivas.
Tremendo ejemplo de militancia ambiental y vigilancia ciudadana. En este punto, la concurrencia, que ya era masiva, aplaudió a rabiar la consecuencia de Monteferri, Carolina Butrich y el equipo de Conservamos por Naturaleza
Ahora el turno de los lugareños. No lo mencioné pero la primera presentación del Kuyapanakuy lameño fue la de Sandra de Ugarte, vecina del distrito, kayaker y celosa defensora del legado de Juanito de Ugarte a través de una Beca conocidísima y una asociación sin fines de lucro cuyo principal objetivo es fomentar el cuidado y la conservación de los ríos a través de la promoción y desarrollo de los deportes. Una trome.
Sandra explicó los alcances de su trabajo y los planes que tienen los que la apoyan para llevar a los becarios del año 2020 a las correntadas del Marañón.
El público la premió con fuertes palmas.
Sandra jugaba de local en Lamay.
El sueño Lamay
Al final hablaron Diego del Río y Franco Negri. El primero manifestó su emoción cámara de fotos en ristre y todas las ganas de consolidar el proyecto que inauguran. El Negro fue más explícito. Power point de por medio y, me imagino, un par de cervecitas se animó a contarnos más detalles del sueño:
«La Base Lamay, copio mis apuntes, es en principio un proyecto para compartir, para inspirar, para aprender. Creemos que el turismo bien manejado contribuye a darle mayor valor al trabajo agrícola y a la producción de las comunidades locales. Esto, consideramos, resulta muy importante porque contribuye a la conservación del medio ambiente y la cultura local».
Eso es, en síntesis, La Base Lamay, un proyecto generoso que intenta convertir la quebrada que habitan sus impulsores en una fábrica de propuestas e ideas que pongan en valor los activos culturales y naturales que han sobrevivido a la furia del tiempo para que, manejados con sensatez, puedan seguir dándole calidad de vida a sus hijos: a los que nacieron en la quebradita y a los que vinieron desde lejos para sentar reales convencidos de que es posible vivir en armonía con la pachamama y las estrellas.
Por ahora el tridente de La Base Lamay ha programado un rol de salidas diarias para caminar por las montañas en grupos de no más de doce personas. Y hacerlo por los caminos ancestrales, visitando las comunidades asociadas a la iniciativa para compartir con sus habitantes su forma de vida y sus cosmovisiones.
La idea es sencilla: ir creando productos que puedan satisfacer las apetencias de los visitantes y a su vez generar ingresos a la población involucrada. Desde experiencias agrícolas y gastronómicas hasta escalada en roca pasando por pesca deportiva, bicicleta de montaña, trail running, safaris fotográficos y mucho más.
Lo dejo allí, debo correr desde mi casita de Calca a Lamay. Hoy en La Base Tony de Ugarte y un grupo de buenos patas se juntan para hacer buena música. Eso también es La Base Lamay: un centro cultural abierto todo el día y un punto de reunión para amadores de la vida y las montañas.
Feliz por eso, que no se apaguen nunca las luces…