Mi opinión
Llegar a Cocha Cashu es asunto serio. El lago meándrico o cocha en forma de herradura se encuentra en el corazón del Parque Nacional Manu, un área natural protegida de 1’716,295, 22 hectáreas ubicada en las provincias de Paucartambo, Cusco y Manu, Madre de Dios.
La cocha no excede en tamaño las 24 hectáreas y debió formarse hace más de cien años al desviarse las aguas del río Manu de su cauce original, un hecho común en los ríos de la selva baja.
Se llega a la Estación Biológica Cocha Cashu después de una navegación de dos días por los ríos Alto Madre de Dios, Madre de Dios y Manu que se inicia, por lo general, en el puerto de Atalaya, en el límite departamental entre Cusco y Madre de Dios.
Los bosques que rodean Cocha Cashu se han mantenido intactos debido a la poca presencia humana y al establecimiento, en 1973, del Parque Nacional Manu. Cuatro asentamientos humanos poblados por indígenas matsigenkas : Tayakome, Yomibato, Cacaotal y Maizal, se han desarrollado alrededor de la estación biológica.
El área es habitada por grupos nómades de indígenas mashco-piros, probablemente yines, en estado de aislamiento. Los científicos de la estación biológica los llaman “nomoles” y están obligados a cumplir un riguroso protocolo para el contacto cuando estos ingresan a sus trochas o se acercan a las estructuras de madera de la estación.
Acabamos de volver de este paraíso…
John W. Terborgh, ícono de los estudios científicos en la Amazonía peruana, llevaba más de diez años recorriendo las selvas más recónditas de nuestro país sin haber visto, en materia de grandes vertebrados, casi nada: “Apenas un mono araña y una que otra manada de huanganas”, ha comentado repetidas veces. Por eso es que tomó la decisión de llegar hasta el Manu, el Parque Nacional que el Estado acababa de crear en 1973 para proteger cerca de dos millones de hectáreas de bosques intactos y naturaleza pura en el sud-este del Perú.
Una vez en el Manu, Terborgh y sus compañeros de aventura –Howard y Nicholas Brokaw, Esteban Carpio, Klaus Wehr y Robin Foster- se instalaron en los bordes de una cocha poblada por aves de todos los tamaños donde curiosamente encontraron una cabaña de madera cuya puerta sellada con un candado invencible no pudieron franquear. Durante los diez días de permanencia en ese Edén natural los afortunados investigadores no hicieron otra cosa que avistar decenas de monos, caimanes de tallas descomunales, felinos y varias manadas de huanganas desplazándose sin problemas entre los grandes cedros, caobas y shihuahuacos de los entornos próximos a la laguna.
“Lo que vi en esos días me hizo revisar, de manera bastante radical, mi comprensión del ecosistema del bosque tropical”, comentaría Terborgh tiempo después. El entonces profesor de la universidad de Princeton y por muchos años catedrático en Duke University se enamoró a primera vista de los bosques de Cocha Cashu, un lugar de la tierra ajeno a la cacería comercial donde la flora y la fauna se habían mantenido tal como en el principio de los tiempos.
La casita en la pradera
La cabaña que el Dr. Terborgh encontró en Cocha Cashu fue construida en el verano de 1969 por un grupo entusiasta de alumnos y profesores de la Universidad Nacional Agraria La Molina (UNALM) con parte de los recursos económicos proporcionados por la Sociedad Zoológica de Fráncfort para llevar a cabo un estudio sobre lagartos negros (Melanosuchus niger) en la cuenca del río Manu. El primero de la larga historia de la Estación Biológica.
Desde entonces Cocha Cashu no ha dejado de recibir a estudiantes e investigadores de diversas nacionalidades -18 según Terborgh, el científico a cargo de la estación durante 39 años- quienes se introducen en el corazón del parque para tratar de descifrar las incógnitas de la vida natural que bulle entre sus árboles varias veces centenarios y en sus cuerpos de agua. 770 publicaciones científicas, 36 tesis de maestría y doctorado, centenares de papers, componen el corpus académico de un centro de generación de conocimientos que se ha convertido, cincuenta años después, en una de las estaciones científicas más renombradas del neotrópico.
Para celebrar este primer medio siglo de vida, los directivos de San Diego Zoo Global, la institución científica que administra la estación biológica desde el año 2011, al alimón con el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas (SERNANP), decidieron tirar la casa por la ventana y armar la jarana.
En junio, el ingeniero forestal César Flores Negrón, director de la Estación Biológica Cocha Cashu y administrador de San Diego Zoo en Perú, en su momento aplicado estudiante en Cashu, se encargó de inaugurar en el Centro Cultural Brasil-Perú de Miraflores una exposición fotográfica dedicada a conmemorar el acontecimiento con imágenes captadas por diez destacados fotógrafos de paso por la estación. La muestra que en Lima reunió a multitudes de vecinos y a cashuenses de hasta cuatro generaciones será llevada también a Puerto Maldonado y Cusco.
La muestra que en Lima reunió a multitudes de vecinos y a cashuenses de hasta cuatro generaciones va a ser llevada también a Puerto Maldonado y Cusco. Las fotos de André Bärtschi, Dano Grayson, Christian Quispe, Fortunato Rayan Pérez –ex motorista y ahora fotógrafo de naturaleza, un recio paucartambino formado en la estación-, Jessica Groenendijk, Christian Ziegler, Walter Wust, Gabriel Herrera, Frank Hajek y otros investigadores y fotógrafos de paso por Cashu grafican con claridad el trabajo científico y la impresionante biodiversidad de la estación.
Asimismo, San Diego Zoo Global, en su afán de alentar el trabajo periodístico en el ámbito de las áreas naturales protegidas anunció la convocatoria del Premio Bárbara D’Achille en Periodismo de Naturaleza y Conservación, certamen que cuenta con el auspicio del Sernanp y el diario El Comercio que premiará a dos de los ganadores con una estadía de cuatro semanas en la estación biológica. La recordada Bárbara D’Achille visitó repetidas veces Cocha Cashu convirtiéndose en una de sus más activas promotoras.
Lost in the Jungle
Pero allí no acabaron las celebraciones. La semana que pasó la estación ubicada a tres días del Cusco –dos de ellos de obligada navegación por los ríos Alto Madre de Dios y Manu– recibió a un nutrido grupo de expertos en ecología tropical provenientes de las más prestigiosas universidades de los Estados Unidos. Con sus pares peruanos, los investigadores visitantes se juntaron en el mismo lugar donde los molineros del 69 construyeron la cabaña que Terborgh se encargó de reconstruir siguiendo el modelo original, para evaluar los cincuenta años transcurridos desde ese primer impulso y planear los retos por venir, que son muchísimos y están definidos por el cambio climático y la degradación de los ambientes naturales.
Bajo la batuta de Ron Swaisgood, director de ecología animal del San Diego Zoo Global y director científico de Cocha Cashu, un estudioso en cuyo palmarés académico destaca su trabajo con pandas gigantes, rinocerontes negros, cóndores de California, osos de anteojos y demonios de Tasmania, y el monitoreo de Varun Swamy, experto indio con largos 16 años de recorrido por la Amazonía peruana, los convocados al workshop afinaron la puntería y al término de los tres días de trabajo, paseos por las trochas de la estación, avistamiento de aves y chapuzones en la cocha incluidos, concluyeron que tenemos Cocha Cashu para rato.
Varun sintetizó mejor que nadie el trabajo realizado: “Hemos tenido la suerte de recibir a un grupo de científicos de diferentes disciplinas relacionadas a la ecología tropical. Con ellos hemos sintetizado los primeros 50 años de nuestra estación biológica, por Cocha Cashu han pasado gigantes de las ciencias naturales pero ahora nos encontramos en el siglo XXI, la tecnología ha evolucionado tanto que podemos darnos el lujo de tener aparatitos que cuestan menos que una lap top que pueden volar sobre el dosel del bosque para interpretar la vida que existe en la copa de un árbol como nunca antes se había hecho. La idea es que la ciencia que se produce en esta estación ingrese al nuevo siglo. Queremos que las nuevas tecnologías, los nuevos métodos de investigación, las nuevas preguntas que nos hacemos nos permitan entender de mejor manera el funcionamiento de estos bosques tropicales y su adecuada conservación”.
Magnífico. Entre los ilustres participantes en el taller estuvieron Brian Sedio, experto en ecología y evolución química de las plantas de la Universidad de Texas; Kenneth Feeley, especialista en ecología y biogeografía de bosques tropicales de la Universidad de Miami; Louis Santiago, profesor de ecología y evolución de los procesos fisiológicos vegetales de la Universidad de California; Haldre Rogers, investigadora en ecología de poblaciones y comunidades, biología tropical, servicios ecosistémicos y conservación de la Universidad Estatal de Iowa y Dushmantha Jayawickreme, especialista en geofísica, hidrología y ciencias del suelo de la Universidad Estatal del Sur de Connecticut.
La lista incluyó también a ornitólogos, estudiosos de la conducta de lobos de ríos, otro de los animales emblema de la estación biológica, y oceanógrafos. Ciencia pura al servicio del futuro del planeta.
Cincuenta años más
“Queremos que Cocha Cashu se convierta en los próximos años en un espacio de diálogo intercultural e interdisciplinario que permita a los involucrados en su protección y apropiada gestión -machiguengas, amazónicos, andinos, costeños, extranjeros- encontrar las soluciones que se necesitan para enfrentar los grandes desafíos de la cuenca y del planeta”, comentó César Flores, el responsable en el Perú de las actividades de San Diego Zoo Global.
Y que la nueva generación de científicos peruanos pueda asumir la posta que están dejando John Terborgh, Mercedes Foster, John Fitzpatrick, Robin Foster, masters entre los masters de los estudios amazónicos.
Cocha Cashu, sigue albergando, pese a las arremetidas del extractivismo chicha y el crecimiento demográfico de las localidades de la provincia de Manu, poblaciones sanas de especies ecológicamente importantes o en peligro de extinción como maquisapas, huanganas, lobos de río, tapires y jaguares. De allí la importancia de seguir conservando sus espacios naturales y apoyando desde el Estado y la sociedad el trabajo de los investigadores que arriban a la estación.
Como lo han comentado los directivos de San Diego Zoo Global, a medida que la selva tropical se siga perdiendo –y un estudio reciente estima que solo en el último año se deforestaron en Brasil 1´347,132 hectáreas de bosques– el valor de Cocha Cashu y el Parque Nacional Manu como paisaje de referencia para sanar lo que nos obstinamos en destruir irá en aumento.
Larga vida a la Estación Biológica cuya primera cabaña levantaron a pulso los estudiantes de la facultad de Ciencias Forestales de la UNALM Jaime Evans y Manuel Ríos, patriarca en vigencia del conservacionismo peruano, sus profesores Rudolph Hofmann y Augusto Tovar y el científico belga Paul Pierret. Ellos, con la invalorable ayuda de un motorista, un carpintero y dos trabajadores reclutados en Boca Manu, la población más cercana a Cashu, sentaron los cimientos de un gabinete científico que enorgullece a los peruanos y sigue convocando prosélitos de todo el mundo.