Solo Para Viajeros

TURISMO DE NATURALEZA

Hace un montón de días le vengo dando duro al tema del turismo que se viene impulsando en El Ñuro a propósito de la presencia en las cercanías de su muelle de tortugas verdes (Chelonia midas), un quelonio que recorre la costa peruana durante su aventura migratoria. Como lo han relatado Aldo Durand en su cuenta de Facebook y el periodista Ralph Zapata en las páginas de El Comercio, en la otrora apacible caleta talareña se ha producido una avalancha de turistas atraídos por una propuesta definida por la posibilidad de bañarse con las benditas tortugas.

Lo que fue en un primer momento una promesa de disfrute para los que llegan de afuera, además de una interesante oportunidad económica para la población de El Ñuro se convirtió, debido a un manejo ligero del producto que se ofrece sin ninguna restricción, en una pesadilla. Me cuentan que un fin de semana cualquiera de esta temporada de vacaciones podía contarse dos mil personas pugnando por tomar por asalto el mar de la aldea con el propósito de interactuar con las ocasionales visitantes. Horrible. Apocalíptico.

El turismo de naturaleza en ecosistemas tan frágiles como el que habitan lobos de mar, ballenas, pingüinos y tortugas requiere regulaciones y controles que no se están activando de la manera en que se debe y si no actuamos de inmediato para ordenar la creciente actividad que se está desarrollando en algunas zonas del país: islas Cavinzas y Palomino, ensenada de San Fernando, Órganos y El Ñuro, por mencionar algunos sitios emblemáticos del turismo de avistamiento de fauna silvestre, vamos a lamentarnos muy pronto.

Los que habitamos el paradójico planeta turismo sabemos qué es lo que viene después de la difusión masiva de propuestas como ésta y el consecuente éxito económico de sus propulsores. Sabemos que el libre mercado y las leyes que rigen el turismo masivo en el Perú van a precipitar sobre estos paraderos mágicos, frágiles y tan necesitados de propuestas nuevas, el ingreso de la informalidad y el negocio chicha. Eso ya pasó en Taquile, en Huaraz, en Lunahuaná, en tantos otros lugares donde la actividad se instaló a la mala, sin planificación ni una adecuada gestión.

El turismo informal impone en los territorios donde no hay regulación ni presencia de autoridad su lógica inmediatista, mercantil y una forma de entender el negocio que no sabe de conceptos básicos que el turismo formal ha introducido en su praxis. Uno de ellos, el de capacidad de carga. ¿Cuántos visitantes por día puede recibir El Ñuro sin que se altere la vida de las tortugas, sin que se ponga en riesgo el ciclo migratorio de la especie y todos los demás aspectos que rigen su vida en estado silvestre?.

Otro, el del respeto por las comunidades donde se realiza la actividad. ¿Se ha trabajado con los pobladores de El Ñuro un plan, una estrategia de intervención que los beneficie de verdad y se eviten los pasivos culturales, también ambientales, de una actividad que hace tiempo dejó de ser inocua?

Hay que empezar de cero en El Ñuro. Tenemos una oportunidad magnifica, lo he comentado en redes, para “desfacer entuertos” provocados por la primera de un turismo con capacidad de impactar en las economías locales y producir desarrollo. Sé que la Dircetur Piura ha convocado a las partes para trabajar una hoja de ruta que permita revertir lo actuado y solucionar los cuellos de botella que produjeron las medidas que tomó sin escuchar las voces de los que pedían sensatez y pasos ligeros. Ahora toca que los demás actores de esta historia depongan intereses particulares y se pongan a trabajar pensando en ordenar la actividad para que no cunda la informalidad y se instale la ley de la selva. Y para empezar a mirar otro problema en ciernes, quizás más grave que el anterior: la poca cultura turística, uso un eufemismo para no decir la ausencia de ciudadanía y educación, del nuevo turista peruano.

Buen viaje…

(23/03/2015)