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Contra la ley de la selva

Ica. En extensos territorios de la Amazonía peruana, lamentablemente, el achoramiento es la divisa de colonos y pobladores asentados desde siempre, “narcotizados” todos por el extractivismo y sus tantas pandemias. Lo he constatado en La Pampa, Madre de Dios, tierra de mineros informales, y hace poquito en Ucayali, una región saturada de cultivos de palma aceitera que se siembran sobre bosques que se derriban a la mala.

Y esa ley de la selva que se ha impuesto pese a los esfuerzos de autoridades honestas como las del SERNANP y otras instancias del gobierno –SERFOR una de ellas-, esa inveterada costumbre de zurrarse en la ley en nombre del desarrollo o la lucha contra la pobreza, es el principal escollo que tenemos los peruanos para salvar, de verdad, esta tierra promisoria, pulmón del planeta y reservorio de vida.

En el país real, en cambio, la punta del iceberg deja entrever un fondo calamitoso: autoridades locales y regionales, aliadas de la sinrazón de la turbamulta, que se lanzan a construir carreteras sin visos de legalidad ni pertinencia ambiental. Así, nomás, porque me da la gana y esto que destruyo es mío y punto. Y de verdad, nadie los para.

Resulta inverosímil, francamente incomprensible, que a estas alturas del partido personalidades como el congresista Tubino sigan subidos a este cochebomba que avanza en sentido contrario a la razón y se empecinen en defender un modelo de desarrollo amazónico colapsado y anacrónico. Las carreteras en la Amazonía solo sirven para transportar desatinos contra la naturaleza, para estimular la osadía de un ejército de peruanos (y también extranjeros) que se han adueñado de lo que es de todos para destruirlo a mansalva.

Es urgente retomar el principio de autoridad y no a través del imperio de las botas policiales y militares, que en algunos casos, como en el de Madre de Dios, solo han servido para lanzar más combustible a la hoguera social. Es urgente un debate público, una toma de posición de todos los actores comprometidos de verdad en el futuro del país. Partidos políticos, universidades, ambientalistas, ONGs, federaciones indígenas, gremios empresariales, iglesias, pobladores de toda condición, etc.

Si no se actúa rápido, mejor apaguemos la luz de una vez.