Mi opinión
Los desafíos que supone enfrentar con éxito el Cambio Climático a estas alturas del partido son inmensos, inconmensurables, lo sabemos y como lo dice Corine Vriesendorp en esta sensata reflexión por el Día de la Tierra, cuya conmemoración por cierto pasó este año bastante desapercibida, los plazos que nos quedan para hacerlo con suficiencia se acortan cada vez más. Qué peligroso…
La Dra. Vriesendorp es en la actualidad la directora de ciencias de Conservación Amazónica – ACCA, la organización conservacionista que entre otros muchos esfuerzos administra tres estaciones biológicas en la Amazonía sur peruana, Wayqecha, Manu y Los Amigos. Bióloga con amplia experiencia en estos trópicos y ecóloga vegetal, su voz y sus reclamos nos han sonado más fuertes que nunca esta mañana: como ella, también nosotros por aquí nos devanamos el seso pensando en qué hacer para contener los continuos despropósitos que nuestra especie sigue generando en asunto tan crucial como el de la destrucción de la floresta amazónica, con todo lo que aquello significa para la biosfera en general, y si alguna respuesta tenemos, tal vez sea esta: resulta urgente, perentorio, consolidar, apuntalar, apoyar, visibilizar, todos los verbos en esa dirección resultan válidos, el trabajo científico que se viene realizando en las estaciones biológicas desperdigadas por todo nuestro territorio y también el que se realiza en los centros de investigación particulares, muchos de ellos asociados a iniciativas turísticas.
Si logramos que ese archipiélago de gabinetes científicos que se han creado en nuestro país -desde el que visitamos en El Caucho, Tumbes, hasta el que apoyan nuestros amigos de Maderacre, en Iñapari, Madre de Dios, en la triple frontera entre Perú, Bolivia y Brasil- sobrevivan a la crisis que el negacionismo ha generado en el espíritu global estaríamos dando un paso gigantesco en la reconversión de la realidad que describe Corine Vriesendorp en su alegato por la razón y el sentido común.
¿Cómo hacer para lograr tamaño cometido? Pienso que ahora es más importante que nunca coaligar intereses. Éste, por ejemplo, con el que tiene la comunidad turística de nuestro país para revertir la crisis que generó en el sector en pleno la pandemia y la crisis social posterior. Si los hacedores de política sectorial supieran que existe en el Perú una infraestructura capaz de soportar la llegada de miríadas de estudiantes y científicos de todo el mundo para hacer ciencia de primer nivel, como lo están haciendo en las estaciones biológicas las tres mujeres de las historias que reporta la bióloga estadounidense, tendrían la obligación de activar los mecanismos para que el Estado, a través de Promperú, MINCETUR y las demás oficinas encargadas de la generación y promoción de nuestros destinos turísticos, de la mano obviamente del sector privado, salieran a vender esa posibilidad, esa nueva propuesta de turismo interno y receptivo.
Imaginémonos, estimada Corine, convertir a nuestro país en un destino científico de primer orden en el planeta turismo, que ya lo es en la práctica: una industria que aporta el 10 por ciento del PBI mundial, que genera uno de cada diez empleos en el planeta y que según el World Travel & Tourism Council (WTCC), lo acaba de mencionar en un post Claricia Tirado, de la Universidad de San Martín de Porres, crecerá en los próximos años de manera exponencial. De esos miles de millones de visitantes, ¿cuántos corresponden al segmento de turismo de naturaleza, de ecoturismo, de aventura, de ciencia ciudadana, de ciencia pura y dura como la que con tanto amor vienen llevando a cabo en las estaciones de ACCA Juliana, Ruthmery y Elena y cuántos al nicho de gente como yo, convencidos de que existen maneras de viajar por el planeta con capacidad para sembrar una semilla de esperanza en un universo mejor?
Lo dejo allí. Soy de los que creen que estamos a tiempo de “sinergizar”, que feo neologismo, entusiasmos entre el sector público y el privado para convertir al Perú en el primer país de la región en turismo científico para salvar el mundo. Si logramos aquello habremos dado un paso importante para iniciar el cambio que necesitamos para enfrentar de manera renovada la degradación de la cuenca amazónica, el cambio climático y la crisis espiritual que está acentuando el caos.
Corine Vriesendorp, Director of Science, Conservacion Amazonica ACCA-Perú
Desde el aire, muchas partes de la Amazonía occidental aún se perciben como un mar verde inmenso, que se extiende hasta donde alcanza la vista. Sin embargo, este bosque, el ecosistema terrestre más diverso que jamás haya existido, enfrenta una realidad alarmante: todos los días perdemos grandes pedazos de la Amazonía incluyendo las conexiones claves entre las zonas altas de los Andes y las tierras bajas del llano amazónico.
Los impactos de esa perdida de bosque ya se están manifestando en la disponibilidad de agua en ciudades lejanas. En Bogotá, Colombia, hay racionamiento de agua porque la deforestación en el pie de monte andino reduce el movimiento y las cargas de agua de los “ríos voladores” – corrientes de humedad atmosférica que nacen en la Amazonía y nutren a los Andes—y los embalses no se llenan lo suficiente para sostener el uso humano. En Ecuador, esa disminución de agua ha significado una menor generación hidroeléctrica resultando en apagones generalizados en el país entero. Estos impactos de la deforestación en la cuenca amazónica se extienden más allá de América del Sur, alterando los patrones climáticos en lugares tan lejanos como las regiones agrícolas en el centro de los Estados Unidos o Siberia en Rusia.
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En este momento, estamos en una carrera por comprender lo que significará que los bosques sean más cálidos, más secos, más húmedos y/o más inflamables, para el bienestar de los habitantes de la cuenca de la Amazonía y del bosque que los sustenta. Como Directora de Ciencia de Conservación Amazónica – ACCA, organización peruana con 25 años de trabajo en la conservación de los ecosistemas andino-amazónicos, coordino investigación en campo sobre los impactos del cambio climático en la biodiversidad. Esta labor se desarrolla en tres estaciones biológicas–Wayqecha, Manu y Los Amigos–ubicadas estratégicamente a lo largo de un gradiente altitudinal, o corredor climático, en el sureste del Perú. Las estaciones cubren una diversidad de ecosistemas desde las pastizales y bosques de nubes en los Andes hasta las tierras bajas de la Amazonía y son centros activos para la investigación, la enseñanza y la conservación.
En la estación biológica Wayqecha, ubicada en la elevación más alta, Ruthmery Pillco y su equipo utilizan técnicas avanzadas de telemetría para rastrear a los osos de anteojos y aprender cómo se mueven a través del bosque nuboso y los pastizales por encima de la línea de árboles. En la elevación media se encuentra la estación biológica del Manu, donde Juliana Morales recolecta insectos que transmiten la leishmaniasis, o uta, una enfermedad potencialmente desfigurante y a veces mortal que con el cambio climático se ha extendido al sur de los Estados Unidos. En elevaciones más bajas en la estación biológica Los Amigos, Elena Chaboteaux mide cómo los escarabajos toleran temperaturas cada vez más altas, y si el mercurio, un químico tóxico utilizado en la minería de oro cercana, podría afectar su capacidad para lidiar con el calor.
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Estas tres científicas trabajan junto a un grupo grande de colegas para comprender los rangos de distribución de las especies, ya sean insectos o mamíferos, y cómo esas distribuciones cambian con la elevación. Estos datos sobre las áreas de distribución de las especies, las tolerancias térmicas y la contaminación nos permiten comprender mejor los patrones actuales de diversidad en estos bosques y modelar escenarios de cambio climático.

Mientras me maravilla este trabajo en el sureste del Perú, sueño con cómo hacerlo más grande y mejor. ¿Cómo podemos atraer a una comunidad más grande de investigadores del Perú, del resto de Sudamérica y del mundo? ¿Cómo podemos expandir este trabajo a los corredores climáticos a lo largo de las laderas andinas en Bolivia, Colombia, Ecuador y otras partes del Perú? ¿Cómo podemos construir una coalición de investigadores y expertos locales en toda la cuenca que luchen para mantener estos bosques en pie?
La Amazonía es vasta y tenemos poco tiempo. Para enfrentar el cambio climático, conservar los bosques y profundizar nuestro conocimiento sobre las especies que habitan esta región, necesitamos personas sobre el terreno que estén comprometidas con la ciencia colaborativa y la transformación del conocimiento en acción.
Si quieres unirte a este esfuerzo, hacer ciencia en las estaciones, proponer colaboraciones nuevas, compartir tu conocimiento, por favor, no dude en contactarme.
Corine Vriesendorp, Phd
Director of Science
Conservacion Amazonica ACCA-Perú