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En contra de la banalidad

Mi opinión

Nunca tan ciertos los comentarios de Rolando Arellano, gurú del emprendedurismo y los nuevos peruanos: la banalización de los contenidos tiene que ver con la oferta no con la demanda. Y en estos días la oferta vino de Canadá trajeada con la blanquiroja compitiendo de igual a igual con los demás, con sus deportistas haciendo lo suyo y bien.


Por Guillermo Reaño / Notas de Viaje

Me queda claro que la des-basurización de la televisión y los demás medios de uso colectivo nos va a tomar mucho tiempo. Mucho tiempo y toneladas de ingenio. Sucede, como alguna vez lo dijera Marco Aurelio Denegri al referirse a la basurización de la televisión peruana, que la capacidad que tiene el televidente medio para asimilarla y el carácter adictivo de sus contenidos resultan extremadamente peligrosos.

Si la televisión basura cumplió su papel velado o manifiesto de reducir cabezas para tener gente manipulable, agrega Marco Aurelio, tratar de abandonarla resulta tarea casi imposible. El paciente -en este caso los millones de adictos a los contenidos fabricados por la caja boba- manifiesta las mismas conductas que producen las demás drogas. La sintomatología es idéntica. El público cautivo de lo banal se rehúsa a acatar las terapias y detesta a los especialistas.

Tremendo, ¿no? La televisión basura y la prensa chicha tienen la sartén por el mango. Sus capitostes conocen al milímetro el reino que gobiernan y no están dispuestos a darnos un respiro. Ejemplo de lo que digo, la performance peruana en los recientemente clausurados Juegos Panamericanos.

Resulta que la delegación nuestra cumplió en lo deportivo con los objetivos planificados por las federaciones participantes y el Instituto Peruano del Deporte (IPD). Nuestros atletas consiguieron más medallas de las previstas, marcando un record de indudable valía: la de Toronto 2015 fue la mejor actuación peruana en 64 años de panamericanismo.

Y aunque parezca increíble la gente, la audiencia cautiva al morbo de las tragedias, al sensacionalismo de Chollywood y la exacerbación de nuestras miserias como sociedad, empezó a reclamar más detalles -en vivo y en directo, en titulares de primera plana- de la actuación en la fusta deportiva de sus nuevos ídolos.

De locos, el interés por Inés Melchor y Gladys Tejeda destacó más que la crisis de alcoba de la Arizaga y Porcella. Nunca tan ciertos los comentarios de Rolando Arellano, gurú del emprendedurismo y los nuevos peruanos: la banalización de los contenidos tiene que ver con la oferta no con la demanda. Y en estos días la oferta vino de Canadá trajeada con la blanquiroja compitiendo de igual a igual con los demás, con sus deportistas haciendo lo suyo y bien.

El conato de tan inusual rebeldía, recordemos que el adicto suele manifestar una conducta pasiva y autocomplaciente, originó una reacción inmediata entre los formadores de opinión acostumbrados a producir estiércol. Ellos y los opinólogos de turno en redes sociales –memes en ristre- aterrizaron en el Toronto de su particular interés para escarbar el lado malo, sórdido, pestífero de las cosas buenas.

Había que vender, algo horrible tiene que haber detrás de los éxitos de los peruanos.

Primero fue la cantaleta de la ausencia de esponsors en la ropa deportiva de nuestros medallistas de oro, después la falta de auspiciadores. Tanto la federación de atletismo como los atletas aclararon las cosas. Luego vino el tema del dopaje del nadador Mauricio Fiol. La lamentable noticia, felizmente, fue extraída de las cloacas donde había ido a dar para encausarse, rectificaciones presidenciales incluidas, de mejor manera.

Al final fueron las denuncias sobre el maltrato y falta de apoyo al maratonista huancaíno Raúl Pacheco, uno de los favoritos de la federación de atletismo y víctima, vaya uno a saberlo, de sus propios errores. De hecho su entrenador achacó su derrota en la carrera de 42 km a su resistencia a tomar un hidratante preparado para paliar el calor de Toronto.

No propongo que se miren las cosas de manera triunfalista y se prohíban los disensos. Lo mío es un llamado a la cordura y una exigencia para el cambio inmediato de chip. El que seguimos utilizando ya no nos sirve, pasó de moda, corresponde a un Perú signado por el catastrofismo y el sálvense quien pueda. Hoy, vuelvo a citar a Arellano, el desarrollo económico ha duplicado el ingreso de los peruanos y  las desigualdades han disminuido ostensiblemente. Somos otros, pese a quien le pese.

Hoy, y me remito a los comentarios de los periodistas especializados –María José Fermi, de El Comercio, una de ellos – los deportistas peruanos reciben mucho más apoyo que nunca. El IPD entrega a las federaciones nacionales 300 por ciento más de dinero que en el 2011 y financia un agresivo Programa de Apoyo al Deportista (PAD) que incluye beneficios económicos, seguro médico, técnicos, viajes, becas de estudio y más cosas. Se han construido muy bien equipados Centros de Alto Rendimiento (CAR) en Cusco, Loreto, Lambayeque, Arequipa, Ica y Junín y los maratonistas de la sierra central son los mejor tratados debido a su indudable punche y fortaleza física.

Vamos, no somos todavía una potencia deportiva en la región; Colombia, que invierte mucho menos dinero en sus atletas que nosotros, obtuvo 27 oros en Toronto y se trajo de las olimpiadas pasadas ocho medallas, una de ellas de oro, la de la ciclista BMX Mariana Pajón. No lo somos, es un hecho fáctico, pero podemos serlo si es que dejamos el quejismo y la malaleche de lado y empezamos a reconocer los avances, las mejorías, los cambios evidentes en nuestro comportamiento.

Tenemos que des-basurizarnos, veinte años o más de consumir banalidades nos volvieron adictos a los barbitúricos informativos de los vendedores de detritus, de caca al decir del buen Marco Aurelio Denegri. Y aunque ellos se resistan al cambio y nos quieran seguir idiotizando es urgente cambiar, yo lo estoy tratando de hacer.