Solo Para Viajeros

Juan Loja, conservacionista

Complicado, lanzados los primeros fuegos de la contienda electoral programada para octubre próximo si algo está claro en Puerto Maldonado en materia de política local es lo siguiente: los candidatos que desean obtener las preferencias de los votantes están obligados a prometer el desarrollo del agro y, cómo no, a mencionar en sus discursos su complacencia con el modelo minero en boga.

La consigna que se lee en los letreros publicitarios que ha sembrado el candidato a la gobernación regional Amado Romero (¿lo recuerdan?, fue congresista de la República y se hizo famoso por el apelativo de Comeoro ) en La Pampa y en casi todos los barrios periféricos de la progresista ciudad tiene ese contenido, es clarísima: “Por la defensa del agro y de la minería”.

Punto, nada más.

Ese es el secreto del combo milagroso en Madre de Dios: desarrollo del agro -que se ha convertido en uno de los principales vectores de deforestación en la región-, de la minería y si se puede, hacer explícitas las distancias programáticas que se tienen con el rollo ambiental y el llamado radicalismo ecológico.

En el paraíso de la biodiversidad del Perú si se quiere ser alcalde o gobernador regional hay que ocultar cualquier tipo de filiación verde. Hacer lo contrario es jugar a perdedores. Y, obviamente, a ningún contendor le interesa que le endilguen esa ficha.

Pese a ello, toda la mañana la he pasado en el despacho del biólogo Juan Loja, amazónico por donde se le mire y responsable desde hace buen tiempo de la oficina regional de Conservación Amazónica –ACCA, una oenegé verde, conservacionista, con casi veinte años de trabajo en Madre de Dios, hablando de desarrollo sostenible y futuro verde.

Loja sabe lo que dice, es un técnico, un investigador serio, muy comprometido con el desarrollo del país, sin pelos en la lengua; un profesional que viene dando batalla desde su institución por ordenar el desmadre de La Pampa y haciéndolo desde la zona misma, con la gente que vive y resiste en esa porción del Perú que solo gana titulares periodísticos cuando se trata de contaminación ambiental, prostitución infantil y violación de los derechos humanos.

Estuve hace unos días en La Pampa con un grupo de técnicos de su institución y de otros organismos del Estado verificando los avances que se van dando en el desarrollo de la acuicultura de pacos y gamitanas. Notable, es la propia población minera la que consume los productos que los emprendedores acuícolas en este caso, pero también agrícolas y también forestales, van insertando en el mercado local.

Le pregunto a Loja si el rollo verde que defiende se opone a las actividades que los candidatos vienen ofreciendo como pan caliente de cara al siete de octubre que se avecina.

Me responde que no, que su oposición y la de la institución que representa es a todo modelo de desarrollo productivo que se haga al caballazo, a la diabla, sin respetar el medio ambiente y la seguridad jurídica de la zona. Y que en eso andan, juntando a los que creen en el desarrollo con responsabilidad y bien gestionado para refundar con ellos el territorio que no hace mucho fue ganado por la violencia que trajo la minería ilegal.

Trabajo complejo, sin duda… pero indispensable. Pese a todo lo que se ha dicho sobre La Pampa y los demás enclaves mineros en el departamento, todavía hay zonas liberadas de la destrucción, verdaderas cabeceras de playa que deberían servir para ordenar la casa de todos.

El trabajo de Conservación Amazónica-Acca, del Centro de Innovación Científica Amazónica – Cincia, del Instituto de Investigaciones de la Amazonía Peruana-IIAP, las instituciones que he visitado últimamente, es francamente encomiable, me sacó el sombrero para aplaudir su trabajo y convencimiento. Están dando batalla en un lugar del país que muchos dan por perdido y lo están haciendo por amor al futuro. A ese futuro verde que los candidatos a los municipios y al gobierno regional de Madre de Dios se niegan a ver por intereses particulares.

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Credence Clearwater Revival, día 89

Elmer, natural de Pucará, acaba de prender el fuego en la chimenea de metal que ocupa el espacio principal de la sala comedor de la vieja casa del Fundo Chincheros, en este borde de la Reserva Nacional Titicaca adónde he venido a parar.

 Llegué en la mañana, muy temprano y congelado, desde Puerto Maldonado en ruta hacia La Paz para de allí pasar al oriente boliviano y si se puede a Brasil.

He decidido tomar unos días de relajo altoandino en este paraje surreal de la meseta del Collao. Me recibieron dos perros, una familia de primera y la comodidad de una finca ganadera implementada al detalle por uno de sus propietarios, Zeze Bueno de Mesquita Pino, un wayqui puneño que se ha empecinado en convertir parte de la hacienda familiar en un refugio para el descanso y los días maravillosos.

En la mañana pasé buenas horas tomando sol al lado de un ciprés centenario mientras veía pasar de cuando en cuando las bandadas de yanavicos –los ibis negros de la puna- y los patos cordilleranos. Ahora escuchó a los CC Revival en un aparato que el buen Elmer se dignó en prender. Vamos, lo voy a decir sin tanto drama: no sé nada de música, no pude cultivar y lo lamento la afición que mis hermanos mayores, sobre todo el primogénito, Carlos, cultivaron con tanta pasión.

Mis hermanos y sus amigos eran adictos al rock que entonces no se llamaba contemporáneo ni nada que se le parezca y los Credence Clearwater Revival, de los grupos que sonaban en casa, eran los que más me gustaban.

Termino el día escuchándolos a todo volumen. Son las nueve de la noche y mi habitación me espera para el descanso en medio de tanta soledad y tantos buenos recuerdos. Buenas noches, no se diga más…

Corumbá, día 106


Mi alojamiento en Puerto Quijarro, la última localidad boliviana que recorro, fue un hotel para comerciantes. Cuarenta bolivianos por una cama, un baño compartido, un ventilador colgado a duras penas en el techo y, felizmente, buena señal de Internet.

Mis vecinos de ocasión pasaron la noche bebiendo cervezas en latas y oyendo música a todo volumen. Yo anduve concentrado en lo mío: idear la mejor fórmula para recorrer el Pantanal, ese que guardo en mi retina, sin gastar fortunas, que por supuesto no tengo.

A las ocho de la mañana tomé el camino de Brasil y doce horas después de iniciado el ingreso por una frontera muy concurrida y llena de innecesarias demoras aquí estoy, en Corumbá, guardando reposo para salir mañana hacia Buraco dos Piranhas, un lugar recomendadísmo de la carretera Parque Pantanal.

Me voy a ir a dormir con la tranquilidad de saber que en los territorios aparentemente apaches –una frontera por lo general lo es- hay que abrir los ojos más de la cuenta y buscar el auxilio que se necesita en la gente.

Mis compañeros de ruta de esta jornada intensa fueron una pareja de chicos del interior de Brasil estudiando en una facultad de medicina en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, que me dieron miles de datos y millones de cariños. Lindos, qué energía y resolución las suyas, cuando se enteran que vengo viajando desde junio me convierto de inmediato en máster. Ojalá que nos volvamos a ver para preguntarles sus nombres…

También fue de mucha ayuda la simpática boliviana radicada en Brasil que hablaba un portuñol de maravillas y claro, no me puedo olvidar de ella, los tips muy oportunos de una jovencísima maestra de Lucerna, en Suiza, que salió de casa hace cinco meses para recorrer Sudamérica y todavía no acaba. Y por supuesto los alcances de los dos amables colombianos, de Medellín, que andan hace meses en moto por el mundo.

Ah, me olvidada: cómo no mencionar los datos carreteros del cumpa de La Paz que venía de Sao Paulo, su info actualizada fue de primera. Finalmente, la buena vibra de Jessica, una cruceña casada con un brachico que me aloja en su hostel de la avenida 13 de junio en Corumbá, terminó de iluminarme el panorama.

Ellos y el haitiano que se aloja en mi cuarto y también los artesanos que han llegado de Rio de Janeiro, trabajando, completaron la dosis de compañerismo y vivan los caminos del día de hoy.

Buena jornada, el mundo está poblado de buenos amigos. Lo firmo.