Mi opinión
Suelo estar atento a las declaraciones que cada cierto tiempo da Kristine McDivitt Tompkins, la ambientalista detrás de Tompkins Conservation, desde su retiro en California o durante sus breves visitas al sur de Chile donde suele llegar para empujar personalmente el trabajo de sus equipos en nuestro continente. En esta plataforma no nos vamos a cansar de visibilizar su legado y el de su esposo, el filántropo Douglas Tompkins, abanderado del rewilding, la reintroducción de especies silvestres en los territorios que ocuparon históricamente, y la creación de áreas naturales protegidas en el extremo de Sudamérica.
Hace unos días la periodista Antonieta de la Fuente la ubicó en Santa Bárbara para preguntarle sobre los avances dados por la administración Boric en materia de conservación de la biodiversidad. Para Kristine Tompkins “tener operaciones comerciales y negocios de extracción privados dentro de áreas protegidas, no debe ser permitido (…) si un país declara un área como santuario y no la protege, marca un terrible precedente para el mundo”. Sus declaraciones parecieran haber sido dichas pensando en nuestro país: como también lo hemos comentado por aquí, grupos de mucho poder detrás del negocio de los hidrocarburos siguen moviendo sus tentáculos para que el Estado desista en sus atribuciones de velar por la intangibilidad de áreas protegidas tan sensibles como los parques nacionales Manu y Bahuaja-Sonene. Les dejo por aquí la entrevista a la señora Tompkins. Sobre el particular, pensamos como ella.
Tomado de El País de España
Kristine Tompkins (73 años) está de vuelta en su país natal. Después de 28 años viviendo en la Patagonia y viajando constantemente entre Chile y Argentina, la conservacionista decidió instalarse por un tiempo en Estados Unidos. En 2020, a principios de la pandemia, tomó el último vuelo que partió de Chile antes de que se cerraran las fronteras y se instaló en su casa en Santa Bárbara, en el estado de California, en el mismo pueblo donde nació y desde donde surgió la marca de ropa de montaña, Patagonia, de la cual fue su primera CEO.
Ya han pasado tres años y aunque ha regresado en varias oportunidades al extremo sur del mundo, por ahora está cómoda viviendo cerca de sus amigos de infancia, al lado de sus tres hermanos, todos mayores que ella, y acompañada de sus perros labradores ingleses, a los que saca a pasear todos los días a las cinco de la mañana para luego hacer pilates y después instalarse a trabajar en el computador. Desde ahí monitorea la marcha de los proyectos de Rewilding, la fundación formada a partir de Tompkins Conservation en Chile y Argentina.
Recoge la videollamada de EL PAÍS instalada en su living, una sala amplia y cómoda, con decoraciones campestres y grandes ventanales que dejan ver algo de su jardín. Su rutina ha cambiado mucho, reconoce, desde que aquellos frenéticos años en los que junto a su marido Douglas Tompkins, fundador de las marcas The North Face y Esprit, decidieron dejarlo todo para instalarse en el sur de Chile y dedicarse de manera exclusiva a la conservación ambiental. Vivían volando en avionetas, cruzando Los Andes y recorriendo las cientos de miles de hectáreas que compraron para proteger de actividades industriales. Kristine siempre pensó que morirían en uno de esos viajes, pero Douglas se fue antes: en 2015 un accidente en kayak en el Lago General Carrera terminó con su vida, en el extremo sur chileno.
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Su historia juntos y el duelo de Kristine fueron documentados por Elizabeth Chai Vasarhelyi y Jimmy Chin para National Geographic en el filme Wild Life, que se estrenó en marzo de este año y que hace pocas semanas se transmite a través de la plataforma Disney+. La conservacionista no estaba convencida de contar una historia tan íntima a través de las pantallas. De hecho, no fue sino hasta el estreno en Austin, Texas, cuando lo vio completo y confiesa que al principio no le gustó. “La he visto como cinco o seis veces hasta ahora y cada vez me gusta más”, dice.
La historia narra también cómo tras la muerte de Douglas Tompkins, Kristine continuó con su cruzada de entregar, a través de Tompkins Conservation, las tierras conservadas al Estado chileno para que se transformen en parques nacionales, territorios protegidos de las actividades extractivas. Desde 2004, la fundación contribuyó a la formación de varios parques nacionales y en 2019, durante la segunda Administración de Sebastián Piñera (2018-2022) concretó la creación del Parque Pumalín en la Región de los Lagos y el Parque Patagonia en la Región de Aysén, que implicó la entrega de unas 400.000 hectáreas, la mayor donación de tierras privadas de la historia. Todos ellos son parte de Ruta de los Parques, una senda escénica que va desde la ciudad de Puerto Montt, la capital de la Región de Los Lagos, hasta Cabo de Hornos, el punto más extremo del continente americano, bajo la visión de convertir al turismo en un motor para las economías locales. La iniciativa busca además establecer un Corredor Nacional del Huemul (CNH), el ciervo chileno que forma parte del escudo nacional y que se encuentra en peligro de extinción.
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Pero lo que a Kristine hoy más le quita el sueño es el proyecto Cabo Froward. Se trata de una iniciativa que pretende crear un nuevo parque nacional de unas 130.000 hectáreas en la zona más austral de la masa continental de América, en la Región de Magallanes, de las cuales 93.492 hectáreas serán donadas por Rewilding Chile y Tompkins Conservation y cerca de 34.000 hectáreas deben ser nuevamente categorizadas por el Estado chileno para que formen parte de este territorio protegido. Las tierras fueron compradas en 2021 por la fundación en conjunto con nueve filántropos chilenos e internacionales y, a diferencia de los otros proyectos en los que se han embarcado, Cabo Froward incluye una componente de conservación marina costera. “Es la primera vez que trabajamos en costa marina y eso es mucho más complicado”, explica.
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La entrega de las tierras al Estado fue aceptada por el Gobierno de Gabriel Boric en marzo pasado en una reunión realizada en La Moneda. “Todo el mundo estaba hablando de este presidente de 36 años y del cambio constitucional en Chile y la verdad es que no sabía qué esperar. No cualquiera a esa edad puede tener la temeridad y la habilidad de ser presidente de un país, es raro. Y fue solo una hora, pero fue muy positiva. Creo que es un muy bien escuchador, un buen pensador, muy inteligente y creo que tiene desafíos que están sobre el techo de lo que otros presidentes han debido enfrentar: Chile está tratando de reescribir su Constitución, tratando de mantener su economía a flote, y están todos los desafíos educacionales y de todo tipo, y es complejo. Estoy muy impresionada con él”, cuenta sobre su reunión con Boric.
Kristine también está preocupada. La ley que crea el Servicio Nacional de Biodiversidad y Áreas Protegidas, que el Congreso chileno despachó el 14 de junio pasado, finalmente no incluyó un polémico artículo que impedía la renovación y otorgamiento de concesiones salmoneras en áreas marinas protegidas. Manifestaciones de trabajadores de la industria del salmón, días antes de que se votara la ley, alertaron sobre el efecto de esta decisión en el empleo. Y aunque esta actividad quedó prohibida en parques nacionales, sí se permite en reservas nacionales, áreas de conservación de múltiples usos y áreas de conservación de pueblos indígenas.
“Tener operaciones comerciales y negocios de extracción privados dentro de áreas protegidas, no debe ser permitido. ¿Qué pasa si quieren sacar petróleo en estas áreas? Si un país declara un área como santuario y no la protege, marca un terrible precedente para el mundo. Hay que hacerse esa pregunta en el Congreso”, dice. Y agrega: “Nadie está diciendo que tienen que irse mañana, pero cuando las concesiones terminen no deben ser renovadas. Nadie quiere quitarle el trabajo a nadie, nadie quiere que las personas involucradas en el negocio de la pesca sufran, creo que deben tener el soporte del Gobierno, pero si encontramos ese argumento en todo momento, si nada es sagrado, entonces vamos a enfrentar un futuro donde todos vamos a sufrir terriblemente. Esto trae conflicto y eventualmente suelos marinos muertos”.
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Aunque sus opiniones son categóricas y es una mujer de convicciones profundas, eso no quita que algunas de sus amistades en Chile sean grandes empresarios involucrados en actividades extractivas. De hecho, Bernardo Matte, parte de la familia dueña de CMPC, aparece en el documental Wild Life durante el funeral de Douglas Tompkins. La firma es una de las principales forestales de Latinoamérica y de la eléctrica Colbún, que estuvo detrás del megaproyecto Hidroaysén para construir cinco represas en la Región de Aysén, el que finalmente fue desechado en el segundo Gobierno de Michelle Bachelet (2014-2018).
Kris se ríe. “Sí, es irónico que peleamos tanto con Bernardo Matte y con otros amigos de la industria de salmón. Pero creo que siempre hemos sido muy honestos uno con el otro. Recuerdo conversaciones con Eliodoro Matte también. Y tras la muerte de Doug recibí tantos llamados y cartas de personas que me decían ‘peleé tantas veces con él, discutimos mucho, pero voy a extrañar esa voz en mi cabeza por el resto de mi vida, esa insistencia de que íbamos por el camino equivocado’. Y creo que eso es el significado de la amistad basada en la honestidad y en la habilidad de debatir entre unos y otros. Siempre tratamos de convencerlos de estar a nuestro lado, ya fuera por las represas o por la industria del salmón. Y pensé: ¡Qué linda manera de hablar de una persona con la estuviste en desacuerdo todo el tiempo!”.
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¿Logró convencerlos? “Obviamente no sobre el salmón (sonríe)”. “Convencer es una palabra muy grande, pero creo que en los últimos 10 años hay grandes cambios de cómo las personas piensan acerca del papel de las industrias y la naturaleza. ¿Cómo eso afecta las decisiones que toman? No lo sé, pero te puedo decir que nadie de quienes hemos conocido en los últimos 30 años nos ha dicho que estábamos equivocados”.