Mi opinión
Acabo de estar en Colonia del Sacramento y espero visitar este año nuevamente La Habana… y si tengo un poco más de suerte dar una vueltita por Cuenca y Antigua, en Guatemala. Vamos a ver como me trata el año. Como lo he comentado en este blog, me anima la ilusión de conocer las diez ciudades patrimoniales de la selección hecha por el el diario El País hace unos meses https://soloparaviajeros.pe/fotos-las-diez-ciudades-coloniales-mas-hermosas-de-america-latina/ , selección por cierto que dejó de lado a Portobelo, en Colombia y al Casco Viejo de Panamá.
Mientras preparo mis bártulos, les dejo esta nota del experto en ciudades milenarias Javier Lizarzaburu, de paso por Cuba, sobre la tarea emprendida por José Eusebio Leal, el célebre historiador de La Habana, para recuperar el magnpifico patrimonio de su ciudad.
Hace unos años publiqué una nota sobre el centro histórico de Lima y lo imposible que parecía echar a andar un proyecto de recuperación, que ya entonces era urgente. Los expertos consultados coincidían en algo: para hacerlo se necesita una autoridad, con liderazgo y poder. Y lo que estoy viendo estos días en La Habana hace que entienda esa visión como nunca antes.
No voy a pretender conocer las múltiples dimensiones y complejidades de este inmenso proceso de recuperación, pero algo tengo claro: de todos los centros históricos de la región que conozco además de Lima*, el de La Habana Vieja me parece el más completo, creativo y de mayor impacto.
No es un modelo perfecto pero es de lo mejor que he visto en la región. Pieza clave para entender el éxito de este proceso, qué duda cabe, es tener una sola autoridad, con la integridad personal y con el poder necesario, para llevar adelante un plan, una visión y, definitivamente, un gran sueño.
Digo ‘éxito’ sin tener todas las cifras conmigo – aquí hay cierta reticencia a mostrar números. Me basta con ver la dimensión del trabajo: de unos 3.000 edificios que se levantan en un área de unas 250 has, se han recuperado 400, además de cuatro plazas principales.
Según una fuente de la Oficina del Historiador, un equivalente muy lejano de PROLIMA, a la fecha se ha avanzado un 40% del área originalmente considerada en La Habana Vieja. Esto en unos 25 años.
Me encuentro aquí haciendo un Diplomado sobre Comunicación y Patrimonio**, donde suele repetirse la historia que sucedió una noche de octubre de 1993, y que cambió el futuro de la gestión del centro histórico habanero.
Un 4 de octubre de ese año se desploma una vieja casona en la Plaza Vieja, la plaza cívica más importante del centro. Pero además se produce en pleno «periodo especial» – una referencia al otro desplome que se había producido por esos años, el de la Unión Soviética, y que eliminó los apoyos y subsidios que recibía la isla.
Era una encrucijada esencial. Sin dinero, sin apoyo externo, con monumentos que se les venían abajo, había que tomar una decisión.
El Historiador en ese momento (o Director de la Oficina del Centro Histórico, cargo que existe desde los años 30 del siglo pasado), según ha relatado él mismo, llamó a Fidel Castro. «Necesito poder y un millón de dólares para echar esto a andar». Y consiguió ambos.
Don Eusebio Leal (73), el mito de La Habana Vieja, es un mito muy real. Hoy es una persona mayor, continúa en el cargo y casi todo lo que se ve aquí es fruto de su visión. Se le suele describir como un hombre ilustrado y visionario quien, por sobre otras cosas, es muy respetado.
Como consecuencia de esa conversación con el líder cubano, según ha quedado grabado en la memoria urbana, Leal tuvo todo el poder para hacer y deshacer. «Sin liderazgo no se puede recuperar. Es como tener una orquesta de virtuosos y sin conductor», señala Patricia Rodriguez, Directora del Plan Maestro.
Si bien tenía que coordinar con todas las otras oficinas y ministerios por temas de cables de electricidad, agua, desagüe, tráfico, transporte, vivienda, salud, educación, etc., su proyecto de recuperación de La Habana Vieja tenía la más alta prioridad. Y todos obedecieron.
La visión de Leal no es fácil de resumir en dos párrafos pero tiene algo o mucho que ver con una frase que ahora repiten todos los que trabajan con él: «la ciudad no es para verla sino para vivirla».
Digamos que su punto de partida fue poner la herencia arquitectónica de la ciudad al centro del desarrollo económico, que el país necesitaba desesperadamente, en medio de la peor crisis en cien años.
Quizás por la falta de otras opciones es que se vio en el turismo una salida rápida. En Cuba también hay un importante turismo de playa pero esto corresponde a otros sectores. El foco de Leal fue el turismo patrimonial en el centro histórico. «Fue todo un riesgo», admite Rodríguez, pero uno que resultó.
Con ese primer millón empezaron a recuperar tres casonas para convertirlas en hoteles de categoría, que a su vez permitieron empezar a generar divisas, y con eso seguir avanzando en la recuperación. «Porque esto no le podía costar al Estado», acota Rodríguez.
Más aún, no se trataba solo de recuperar casonas. Había que resolver todos los otros conflictos sociales que emergían como consecuencia de esa decisión.
Aquí aparece el segundo aspecto de este plan que lo hace diferente a todos los otros. «La ciudad es para su gente», señaló Leal. Y en lugar de un proceso al margen de sus habitantes, lo que se implementó fue un vasto proyecto social con vivienda y servicios para los habaneros.
En la actualidad unas 70.000 personas viven aquí, y para ellos y otros vecinos de la ciudad existe una serie de servicios desde salud hasta educación y entretenimiento, que pretenden incidir en calidad de vida.
Hay todavía serios problemas que resolver y claras contradicciones en el sistema. Pero en cerca de 25 años, en un contexto de limitación económica, y con necesidades apremiantes, el Historiador José Leal y su equipo, que ahora son unas 14.000 personas, vienen transformando el presente de una antigua ciudad, y el futuro de muchos jóvenes.
Esta nota no se agota aquí, pero sirva como una introducción. Y sirva también como un mensaje para las futuras generaciones en Lima: no es que no se puedan hacer las cosas. Se pueden. Los modelos son varios y en América Latina se vienen desarrollando desde hace más de dos décadas. Un poco de visión y decisión política no vendría nada mal.
*/ incluyendo Ciudad de México, Santo Domingo, Cartagena, Quito, Cuenca, Bogotá y La Paz.
**/ auspiciado por Unesco, la Oficina del Historiador y el Centro Internacional de Periodismo, José Martí.