Mi opinión
La entrevista que les dejo a Lonnie Thompson, el defensor del Quelccaya, el gigante de hielo de los ausangaterunas, fue publicada por OjoPúblico hace unos días. Se las dejo por aquí por la importancia que tiene: Thompson es uno de los más prestigiosos glaciólogos del planeta y un visitante frecuente de nuestro país donde ha realizado investigaciones tanto en la Cordillera Blanca como en la Cordillera de Vilcanota. Sus estudios sobre el glaciar Quelccaya han revolucionado el devenir de las ciencias de la Tierra, como le gusta decir al glaciólogo peruano Benjamín Morales Arnao, su compañero de cuitas por las montañas tropicales de esta parte del planeta, pues en los hielos perennes del macizo cusqueño se guardan, están grabados, los acontecimientos más antiguos que tenemos de la vida en el pasado remotísimo de Gaia y ese registro de hechos y seres vivos, virus entre otros, pueden servirnos para afrontar los retos del futuro. Thompson, de 77 años, desde 1974 le ha ido tomando el pulso al glaciar tropical más extenso del mundo y por eso sabe muy bien que los días del gigante están contados debido a los efectos del cambio climático, esa verdad tan clara para los hombres de ciencia que algunos líderes globales, Trump a la cabeza de todos, se niegan en aceptar. Y en su vigésimo séptimo encuentro con el macizo a propósito de la grabación de un filme sobre su vida y su trabajo en los techos del planeta propone dos medidas urgentes para aletargar su deceso: impedir que entren en operación los proyectos mineros en sus contornos próximos y convertir al Quelccaya, el Qoyllur Puñuna de los pastores de altura, en un nuevo parque nacional. Lo segundo para organizar un tipo de turismo que les brinde a las comunidades del área los recursos que necesitan para enfrentar lo que se viene. No olvidemos que frente al desarrollo atolondrado del turismo en Vinicunca, el destino estrella del Ausangate en versión Instagram, algunas de sus comunidades, advertidas del peligro que supone el manejo no planificado de sus recursos, decidieron establecer, de mutuo acuerdo, dos unidades de conservación: el Área de Conservación Regional Ausangate y el Área de Conservación Privada Ausangate, la primera, en el 2019, a pedido de las comuneros de Phinaya y Sallani, las dos comunidades más próximas al Quelccaya. El ACR Ausangate, establecido sobre un área de casi trece mil hectáreas en el 2025, en cambio, es de propiedad de la comunidad campesina Ausangate.
Por Bianca Padró Ocasio para Ojo-Público
Los glaciares tropicales en los Andes peruanos han perdido el 56% de su superficie total en seis décadas. Este retroceso, impulsado por la crisis climática, amenaza el suministro de agua para miles de personas y especies. Pero los glaciares tropicales también cuentan otra historia, una sobre nuestro pasado, que nos podría ayudar a entender el futuro de los incendios en la Amazonía y otras interrogantes que aún la humanidad no se ha planteado. Lonnie Thompson, investigador de la Universidad Estatal de Ohio (EE.UU.), ha estado viajando al Perú desde el 1974, recolectando muestras de hielo que son vitales para contar nuestra historia natural, antes de que estas desaparezcan por completo.
Lonnie Thompson, a sus 77 años, lidera una batalla contra el tiempo para conservar todo el hielo posible. Ha estado en casi todos los glaciares del mundo, pero tiene un interés especial por el Quelccaya, en la región de Cusco. Como otros glaciares tropicales, el Quelccaya ha perdido el 61% de su cobertura de nieve y el 42% de su capa de hielo.
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Thompson –profesor e investigador del Byrd Polar Research Center de la Universidad Estatal de Ohio– asegura que los glaciares tropicales seguirán siendo especiales para la ciencia porque conservan un registro único en el mundo por su ubicación cercana al ecuador. Son tan especiales que Thompson pudo reunir hasta 65 investigaciones publicadas en todo el mundo sobre los glaciares y la crisis climática, que utilizan el registro de hielo del Quelccaya como referencia.
Gracias a los gases preservados en los glaciares tropicales de Perú, también se podrá graficar una historia única de los incendios en la Amazonía y el posible comportamiento de microbios bajo cambios radicales de temperaturas a futuro.
Después de más de 40 años regresando a los nevados peruanos y perforando el hielo para analizar las historias atrapadas en sus capas, Thompson acepta sin rodeos que ya no se puede hacer nada para detener su acelerado derretimiento. Es como visitar un familiar enfermo, dice. Solo se podrá documentar su inevitable desaparición. Sin haberlo buscado, Thompson se convirtió en uno de los primeros paleoclimatólogos en el mundo en advertir públicamente sobre la crisis climática provocada por el calentamiento global.
Ahora, el reto para el equipo de Thompson no es solamente la lucha para recuperar toda la información posible antes de que desaparezcan los glaciares. La nueva administración del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, canceló este año el financiamiento federal que ha permitido que Thompson pueda investigar los glaciares tropicales como el Quelccaya.
En medio de su búsqueda por nuevas fuentes de financiamiento, Thompson espera que se pueda proteger el Quelccaya en un parque nacional que también sirva de fuente económica a las comunidades aledañas. Sobre estos temas y la urgencia de su nueva iniciativa, esta semana conversó con OjoPúblico.
Acaba de estar en Cusco, ¿correcto?
Correcto, sí.
¿Podría contarnos un poco sobre cómo fue ese último viaje?
Claro. La capa de hielo del Quelccaya, la más grande de los trópicos, es muy singular, y por eso queremos preservarla para el futuro. Esa capa de hielo guarda un registro climático de los Andes de los últimos 1.800 años, incluyendo datos de temperatura y precipitaciones. Pero ha estado retrocediendo de manera acelerada desde la década de 1970. Desde 1985, si vemos las imágenes satelitales y las comparamos con hoy, hemos perdido el 42% del área de esa capa de hielo y el 61% de su cobertura de nieve. Ahora incluso se está derritiendo en la cima, y el agua se filtra por las capas porosas superiores del glaciar, borrando la señal climática que podíamos recuperar en el pasado.
La capa de hielo está cambiando muy rápidamente. Creemos que se está acercando a un punto de inflexión, donde podrían formarse lagunas en la parte plana de la cima. Por eso estamos muy preocupados por la velocidad a la que está retrocediendo. Si vemos el margen occidental, retrocede al menos 14 metros por año. Es un proceso constante, y eventualmente esta capa de hielo desaparecerá, y los recursos hídricos que son tan importantes para las comunidades locales y para la región de Cusco desaparecerán junto a ella.
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¿Qué tendría que haber pasado cuando estuvo aquí por primera vez, en 1974, para que el deshielo no fuera inevitable y el glaciar hubiera conservado la mayor parte del tamaño que tenía en ese entonces?
El problema es el aumento global de la temperatura, que está afectando a todos los glaciares del planeta sin distinción: todos los glaciares en Perú, todos los del Himalaya, donde trabajamos, en todo el mundo, incluyendo la Antártida y Groenlandia, están derritiéndose en el mundo actual. Y sabemos exactamente lo qué lo está causando.
Es el aumento de dióxido de carbono, metano y óxido nitroso en nuestra atmósfera. Y, lamentablemente, no solo están aumentando, sino que se están acelerando, aunque tenemos programas como el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, que publica informes cada cinco o siete años. Es muy claro lo que está impulsando este aumento de temperatura.
La realidad es que, como seres humanos, no hemos hecho nada para frenarlo. De hecho, se está acelerando y las temperaturas seguirán subiendo. Y Quelccaya seguirá sintiendo el impacto de eso en su superficie, y eventualmente desaparecerá.
¿Qué lo atrajo al glaciar Quelccaya? ¿Fue porque era el más extenso?
No. Bueno, no fue una historia sencilla. Para mi doctorado, comparé el primer registro climático de la Estación Byrd, en la Antártida, con el primer registro de un núcleo de hielo del Camp Century, en Groenlandia. Fue entonces cuando entendí lo distantes que están en nuestro planeta.
Tuve la suerte de que un geógrafo había hecho mapas de los glaciares del mundo y contaba con fotos aéreas. En esas fotos encontramos la capa de hielo del Quelccaya. En 1973, llevé esas imágenes a los Programas Polares del gobierno federal, en Estados Unidos, que financiaban la investigación de núcleos de hielo. Presenté mi caso de por qué debíamos investigarla.
El director del programa dijo: «Lonnie, suena muy importante, pero no puedo financiarlo porque no está al norte del Círculo Ártico ni al sur del Círculo Antártico». Entonces ese invierno fui a la Estación Byrd, en la Antártida, y en febrero recibí un télex del director del programa. Decía: «He financiado todos mis proyectos científicos serios y me quedan USD 7.000. ¿Qué podrían hacer con eso en ese glaciar tropical?» Respondí por télex y dije: «Creo que podríamos llegar allí».
El verano siguiente, entre cuatro personas, fuimos a encontrar esta capa de hielo. Eso marcó el inicio de una nueva tendencia porque, finalmente, encontramos la manera de perforarla y recuperar su registro. Eso abrió las altas montañas como lugares para hacer investigación de núcleos de hielo y glaciología. Todo comenzó gracias a Quelccaya. Y Quelccaya era muy singular. Su registro era tan claro que tuvo un gran impacto internacional. Desde entonces, hemos perforado en 16 países diferentes, además de la Antártida y Groenlandia, para obtener una visión global del clima registrada por estos glaciares.

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¿Puede explicar cuál es el valor de poder perforar y recolectar información que se remonta a tantos años atrás? ¿Qué aporta exactamente?
Uno de los grandes problemas que tenemos hoy es que nuestros registros instrumentales son muy cortos. Solo se remontan a unos 150 años. Pero la geología de este planeta es mucho más antigua que eso. Y estos núcleos de hielo nos dan una perspectiva sobre el cambio climático que está ocurriendo ahora y que nos afecta a todos. Ahí radica su valor.
Un núcleo de hielo es realmente el mejor archivo que tenemos en este planeta porque no solo registra la temperatura mediante isótopos y la precipitación con el grosor de las capas anuales, sino que también registra lo que provoca que el clima cambie, como, por ejemplo, las erupciones volcánicas, a través del tetra y el sulfato. Incluso hay un registro de la radiación del sol mediante nucleidos cosmogénicos como berilio-10 y cloro-36.
También hay una historia de los gases en nuestra atmósfera. Las burbujas conservan dióxido de carbono, metano y óxido nitroso, que en las regiones polares llegan a 800.000 años atrás. Esa es nuestra historia a largo plazo de esos gases. Y ahí es donde empieza nuestra preocupación; vemos dónde estamos ahora y dónde estaban las variaciones naturales, y el sistema está completamente desequilibrado.
Un núcleo de hielo es realmente el mejor archivo que tenemos sobre la vida en este planeta.
Entonces, ¿está diciendo que el conocimiento que se ha recolectado en Quelccaya ahora se usa en registros en todo el mundo para determinar qué va a pasar en el futuro?
Exactamente. Y fue el primer registro tropical de núcleos de hielo que hizo eso. Pero estas historias son esenciales. Una de las cosas que hacemos ahora es preservar partes de esos núcleos, porque estamos investigando cosas nuevas que hace 10 años no eran posibles. Por ejemplo, estamos reconstruyendo la historia de los incendios de la Amazonía. La que conocemos ahora proviene de imágenes satelitales.
Pero estos registros de hielo del Huascarán se remontan a 30.000 años atrás. Eso nos muestra la historia natural de los incendios. También estamos estudiando microbios, como bacterias y virus. Hace 10 años no podías hacerlo, pero en el hielo está preservada una historia de esto microorganismos y sabemos que son muy importantes para nosotros.
La pregunta es cómo se comportan en climas más cálidos y más fríos. Pues, el hielo lo conserva. Y solo puedo imaginar que, dentro de 20 años, nuevas tecnologías y preguntas surgirán, algunas que ni siquiera se nos han ocurrido. Pero necesitaremos tener el hielo y no lo tendremos en glaciares como el Quelccaya, porque se están derritiendo.
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La última vez que habló con OjoPúblico fue en el 2019, cuando estuvo aquí para subir al nevado Huascarán y perforar ese glaciar. ¿Qué encontraron? ¿Cuál fue la conclusión de ese viaje?
Bueno, primero perforamos dos núcleos en el collado de la montaña, a 6.050 metros, y luego dos núcleos hasta la roca base en la cumbre sur, a 6.768 metros. Estos son los núcleos de hielo más altos que podemos recuperar en los trópicos. Es la montaña más alta y los registros son fantásticos. Como digo, llegan hasta hace 30.000 años.
Hay un registro de temperatura, un registro químico. Estamos desarrollando la historia de incendios del Amazonas y también la primera historia de metano tropical de este planeta. Por ahora, los únicos registros de metano provienen de la Antártida y Groenlandia, pero tenemos un registro justo encima del mayor productor natural de metano del mundo: la selva amazónica y sus humedales. Y esa historia es fantástica. Los resultados de los análisis en el laboratorio recién se están publicando ahora.
También descubrimos que Huascarán tiene una ubicación única en este planeta. No tuvimos nada que ver
con dónde está, claro, pero está a nueve grados al sur del ecuador. Y sabemos que cuando las temperaturas
suben en la Antártida, bajan en Groenlandia, y cuando suben en Groenlandia, bajan en la Antártida. Sin embargo, Huascarán está justo en el punto de equilibrio, entonces no capta esos cambios opuestos, sino la temperatura global.
Es un registro hermoso e ideal, como un “Ricitos de Oro”. Y nos alegra haberlo recuperado en ese momento, porque, lamentablemente, con el tiempo seguirá el mismo destino que Quelccaya y ya no podremos obtener esos registros. Así que uno de nuestros legados es asegurarnos de que esos datos estén en los archivos internacionales para las generaciones futuras.
¿Qué se siente subir tan alto y hacer este trabajo, perforando hielo con información tan prehistórica?
Bueno, puedo decirte que antes era más fácil. Con los años se hace más duro. Cumplí 71 años subiendo al Huascarán. Miré a nuestro montañista Bejamin Vicencio y miré el trecho empinado que debíamos escalar y le dije: “Benjamin, creo que no puedo hacerlo”. Él me miró y dijo: “Lonnie, un paso a la vez”. Así que lo logré, pero no lo haré otra vez.
A través de la experiencia de seguir regresando al Quelccaya, ¿nos podría describir qué se siente ver lo que está en juego? No solo para las comunidades que dependen del agua glaciar, sino también para las especies, incluso la hidroelectricidad de la que depende gran parte del Perú. ¿Qué se siente ver lo que está al centro de todo eso?
Siempre reflexiono sobre el Quelccaya como ir a visitar a un familiar en una fase terminal de cáncer. No puedo detener lo que le pasa, pero puedo documentarlo para la posteridad. Quelccaya desaparecerá y con ella, los recursos vitales que necesita la gente local: el pueblo de Phinaya, pero también aguas abajo, en el río Urubamba. La hidroeléctrica de Machu Picchu, y también el suministro de agua para Cusco. Me sorprende lo limitada que es la disponibilidad de agua allí, sobre todo en la temporada seca. Cada año los glaciares se reducen y sale menos agua en la sequía. Es como tener una cuenta bancaria: si solo retiras y no depositas, al final, se queda vacía. Entonces para mí, el gran desafío es: ¿cómo sobrevive una ciudad, como Cusco, que crece 3,5% al año, mientras el agua disminuye? ¿Cómo puede ser sostenible hoy y cómo será sostenible en el futuro?
Leído en SOLOparaviajeros: «Mientras deportistas y científicos se daban la mano para proteger el Quellcaya y el Gobierno Regional del Cusco agotaba todos sus esfuerzos para establecer el Área de Conservación Regional (ACR) Ausangate, un área de más de setenta mil hectáreas que protegería ambos íconos, una oficina del Ministerio de Energía y Minas se afanó en entregar permisos de explotación minera en la base misma del coloso glaciar. Agua no, minería sí…», 8 de agosto de 2019
En ese sentido, ¿cree que Perú y sus funcionarios están haciendo lo suficiente para enfrentar esta amenaza inminente, que afecta los medios de vida de tantas personas?
Lamentablemente, ningún gobierno está haciendo lo suficiente. Especialmente nuestro actual gobierno en Estados Unidos. Esto es una crisis, y la crisis crece cada día. De alguna forma, pretendemos que no existe, pero nos va a golpear. Y nos va a golpear fuerte, de muchas maneras diferentes.
Creo que esto no es algo que pueda resolver un solo país. Pero trabajando juntos sí podemos resolverlo. Francamente, tenemos la tecnología: energía solar, energía eólica, que ahora es más barata que el petróleo y el gas. Y esta tecnología necesita adoptarse. Cuando veo a Cusco, imagino una ciudad del futuro que tenga carros eléctricos, Paneles solares rodeando las colinas que suplen la electricidad, aire limpio, sin esos motores a gasolina que no funcionan bien en altura. Y la industria del turismo será incluso mejor que hoy.
CIENCIA. Thompson comenzó estudiando las propiedades de los glaciares, pero con los años los fue asociando a la crisis climática. Foto: OjoPúblico / Giuseppe Vicente
Lo mencionó hace un rato, pero viendo lo que hace el presidente de EE.UU., Donald Trump y cómo afecta al resto del mundo —en su caso, usted tiene una relación particularmente cercana con Perú— ¿cómo ve que estas políticas van a afectar, a largo plazo, el trabajo que realiza aquí en Perú?
Bueno, diría que no sé exactamente cómo se va a desarrollar todo. Pero sé que eliminaron el programa de la Fundación Nacional de Ciencias (NSF), que ha financiado nuestras investigaciones durante los últimos cuarenta años. Esta vez, estoy aquí gracias al financiamiento de otra fundación. Entonces estoy buscando nuevas fuentes de financiamiento para continuar con nuestros programas de monitoreo. Pero también trabajamos con Inaigem y Cusco, personas que están en Quelccaya y que podrían continuar este legado de mapeo si yo no logro conseguir fondos para seguir viniendo aquí.
Es un momento inusual en EE.UU. No importa en qué ciencia trabajes: médica o climática, como nosotros. Es más difícil para la ciencia climática porque ellos no lo reconocen como un problema aunque el público sí lo reconoce, porque lo vemos todos los días en los eventos extremos.
Yo soy científico de corazón, y creo que cuando una puerta se cierra, otra se abre. Encontraremos la manera. Es igual a cuando vine por primera vez, en el 74. En la NSF no había agencias que financiaran lo que yo hacía. Entonces he cerrado el ciclo, estoy de vuelta a eso. Lo que sí tenemos ahora es una reputación que nos permite acudir a fundaciones y pedir apoyo para continuar nuestro trabajo.
Lamentablemente, ningún gobierno está haciendo lo suficiente. Especialmente nuestro actual gobierno en Estados Unidos.
¿Puede hablar un poco sobre lo que buscan hacer con Quelccaya? Decía que hay un deseo de protegerlo más. ¿Cuál es la idea detrás de eso?
Bueno, es un lugar muy especial. Es una parte hermosa del mundo, y he visto gran parte del planeta y la mayoría de los glaciares. Es único, y por eso debería preservarse. Además, tiene un ecosistema de plantas y animales que son exclusivamente tropicales de gran altitud y que necesitan protección. Por eso, veo la necesidad de tener un parque nacional en la zona de Ausangate y Quelccaya. Tenemos Huascarán, que es parque nacional, pero es la única zona glaciar protegida. Necesitamos una en el sur.
Si preservamos esa pequeña parte del mundo, quizá no podamos detener el aumento de dióxido de carbono ni el calentamiento, pero sí conservar un espacio para la próxima generación. He estado trabajando allí, publicando trabajos, y trajimos 65 investigaciones que se han publicado sobre Quelccaya para el Inaigem [Instituto Nacional de Investigación en Glaciares y Ecosistemas de Montaña] y la comunidad de Phinaya, documentando lo que ocurre en esa zona.
Lo que me gustaría es que todo ese esfuerzo sirva para preservarlo para la próxima generación de jóvenes. Que puedan ver montañas glaciares durante el mayor tiempo posible y proteger los recursos de agua para Cusco y las comunidades aguas abajo.
¿Y cómo están trayendo ese esfuerzo a Perú? ¿Han recibido alguna respuesta positiva?
Bueno, trabajamos los últimos cinco años en la producción de un documental, y se llama “Canary”. Se llama “Canary” porque donde crecí, en West Virginia, los mineros llevaban un canario enjaulado a las minas. Y cuando el canario moría, sabían que debían salir. Entonces, el “canario” es un análogo a los glaciares: son nuestros canarios, nos avisan sobre el clima y que debemos actuar con urgencia.
La idea surgió de mi hija hace más de diez años. Me dijo: «Papá, un núcleo de hielo más no cambiará nada. Necesitas llegar a millones de personas». Así que cuando una compañía de Los Ángeles quiso hacer un documental sobre un científico, acepté probarlo.
La película busca inspirar a la próxima generación, pero también contar la historia de la crisis climática. Acabamos de terminar el doblaje y los subtítulos en español. Cuando venga en octubre, tendremos el estreno de “Canary” en Perú, empezando en Cusco. Ya hablamos con el Congreso, que quiere proyectarla allí. También queremos presentarla en universidades en Lima, Huaraz, Cusco, Sicuani y Puno.
Esperamos que la película ayude a impulsar la idea de proteger esta parte tan especial del mundo para el futuro.
En su opinión, ¿por qué los glaciares tropicales son tan especiales?
Creo que registran cosas que no puedes obtener de los [glaciares] polares. Por ejemplo, El Niño, es un fenómeno tropical. O en el Himalaya, los monzones. Estos fenómenos afectan a millones de personas. A medida que cambian en el tiempo, obtener esa historia en las bajas latitudes y preservarla para el futuro es vital.
Son registros únicos y muy difíciles de conseguir. Trabajar en esas alturas es un gran desafío. Tenemos registros de lugares como Kilimanjaro, en África. Nuestro equipo ha sido el único en recuperar hielo de allí. Hubo tres intentos previos, ninguno lo consiguió.
También tenemos núcleos del Ártico ruso, recuperados entre la caída de la Union Soviética y el nuevo gobierno ruso. Entramos, perforamos, obtuvimos el hielo y salimos. Y tenemos la única colección de núcleos de hielo tibetana en el hemisferio occidental, en nuestros congeladores. Es una colección global única. Queremos preservarla para el futuro.
¿Cómo se mantiene optimista viendo el retroceso de los glaciares?
Bueno, hay días buenos y días malos. Lo que me da optimismo es que hemos trabajado en estos 16 países, con todo tipo de culturas y todo tipo de persona. Hay más personas buenas, tratando de hacer lo correcto, que personas malas, que están destruyendo el sistema en el que vivimos. Mi idea es que si logramos aprovechar eso en el mundo, podemos cambiarlo.
A pesar de que tenemos a Trump como presidente, si vas a un estado como Iowa, producen el 30%-40% de su energía con viento. En Texas, hay más aerogeneradores que campos petroleros. La energía solar es tan barata que la economía impulsará la adopción de estas nuevas fuentes de energía.
Creo que puedes tener líderes que digan una cosa u otra, pero al final del día, el hecho de que estas energías alternativas sean más baratas y más limpias significa que serán adoptadas. Solo espero que ocurra lo suficientemente rápido para evitar algunos de los extremos del cambio climático que van a afectar a tanta gente. Y, desafortunadamente, las personas más afectadas serán las más pobres, que tienen la menor capacidad para enfrentar esos cambios.
Esto lo digo porque lo he visto. Trabajamos en ambientes extremos, trabajamos con comunidades indígenas y hay gente buena en todas partes. Prefiero enfocarme en eso.
Lo que me da optimismo es que hemos trabajado en estos 16 países y vemos que hay más personas buenas tratando de hacer lo correcto, que personas malas.
Mencionaba anteriormente que cree que el Quelccaya está en un punto de inflexión. ¿Espera volver al Quelccaya en Perú?
Bueno, veremos. Tengo 77 años, y subir a esas montañas ya no es tan fácil como antes.
Es admirable que aún lo haga.
Tengo un buen equipo de jóvenes que vienen detrás, y espero que ellos continúen con el legado cuando yo ya no pueda hacerlo. Sigo trabajando en mi salud, asegurándome de estar en la mejor forma posible para poder hacerlo mientras pueda, porque, como digo, es un lugar hermoso. Ver ese paisaje y tratar de preservarlo para el futuro es muy especial. Es espectacular, y no hay muchos lugares en el mundo como ese.
¿Existe algún cálculo de cuántos años faltan para que el Quelccaya desaparezca por completo?
La mayoría de los modelos sugieren que será hacia el año 2100. Pero, por lo que he visto en los glaciares y en otras regiones de baja latitud, tendría suerte de llegar al 2060. Una vez que el derretimiento comience en la cima, avanzará muy rápido. El agua es mortal para un glaciar. Comienzan a formarse lagunas, las lagunas absorben más energía y esa agua cálida simplemente atraviesa el glaciar.
El agua es mortal para un glaciar. Comienzan a formarse lagunas, las lagunas absorben más energía.
¿Cuál es su impresión sobre las personas que viven cerca de Quelccaya y cómo ellos ven la situación?
Tenemos una muy buena relación de trabajo. Mostramos el documental «Canary» en Phinaya, y la versión doblada recibió una respuesta excelente de la gente local. La verdad es que yo trabajé con sus padres, y algunos de ellos eran niños cuando yo llegué por primera vez. Pero se acuerdan de mí, así que tenemos una relación muy buena.
Ahora vienen turistas a Quelccaya, y hay miradores con nuestras fotos del glaciar desde los años 70 hasta hoy, para que vean los cambios que han ocurrido. Para la gente local, estos turistas representan una nueva fuente de ingresos. Me gustaría que el área se convirtiera en un parque nacional, y que ellos puedan beneficiarse a largo plazo de manera sostenible con el turismo en la región. Eso estabilizaría sus formas de vida.
Hoy dependen mucho de la alpaca y de si hay agua o no en un año determinado. Esto les daría más flexibilidad y más estabilidad. Si podemos ayudar en eso, es algo positivo.
Vi el tráiler de su documental, y alguien dijo que usted no buscó el cambio climático; el cambio climático lo encontró a usted. ¿Qué esperaba cuando comenzó su carrera?
Pensé que iba a documentar cómo se comporta un glaciar tropical en comparación con un glaciar polar.¿Cuáles son las diferencias en los trópicos? Tenemos una temporada seca y otra húmeda muy marcadas, lo que genera estas hermosas capas anuales en Quelccaya. Eso creí que íbamos a estudiar. Esa era la ciencia. Pero al empezar a reunir registros de todo el mundo, empezamos a ver en los isótopos que las temperaturas eran más altas de lo que habían sido en 2000 años.
Los glaciares estaban respondiendo a eso. Vi el derretimiento en la cima de Quelccaya por primera vez en el 1991. En 1992, testifiqué ante el Senado de EE. UU. sobre mi preocupación del cambio climático en estas zonas remotas del mundo: la temperatura subía y los glaciares se derretían.
Desafortunadamente, desde 1991 solo ha empeorado. Sigo esperando que el glaciar cuente su propia historia. Para mí, los glaciares son los que me revelan la verdad. Los glaciares no tienen agenda política. No pueden ser influenciados por lobistas o grupos de interés. Solo reflejan lo que hay en su entorno y responden. Y cada glaciar en este planeta está contando la misma historia. Ese es nuestro “canario”, y depende de nosotros si vamos a intentar salir de la mina de carbón a tiempo.
Para mí, solo tenemos tres opciones: mitigar, reducir el dióxido de carbono, adaptarnos al cambio climático, o sufrir. Sufrir no es bueno porque no se distribuye equitativamente. Los pobres pagarán el precio más alto.