Mi opinión
La columna de esta semana la he escrito pensando en los compañeros que celebran estos días el XIV Congreso Peruano de Ornitología en Celendín, Cajamarca. A ellos, especialmente, les quiero contar que el libro que publicó en el ahora lejanísimo 1964 la Dra. María Koepcke “Las Aves del Departamento de Lima” fue el compañero más preciado que tuvimos varias generaciones de pajareros peruanos, antes, mucho antes, que apareciera el sensacional compendio de “Aves de Perú” de Thomas Schulenberg, Douglas Stotz, Daniel Lane, John O’Neill y Theodore Parker. María Koepcke es la luz más brillante de la ornitología peruana, a ella le debemos casi todo. Fue una abanderada del amor más sincero y desprendido por las aves y sus entornos de nuestro país. Esta semana y la próxima la vamos a recordar en esta sección de #viajerosensepia
Por Guillermo Reaño para Viajeros en sepia / SPV
Él se moría por ella y ella, María Koepcke, una muchacha dulce, amorosa, educada con esmero en los salones de una burguesía seducida por las oriflamas del nazismo alemán, también.
Ella, que antes de ser la esposa de Hans-Wilhelm Koepcke, fue simplemente Maria Emilie Anna Von Mikulicz-Radecki, ya había sido ganada por la ciencia y el amor a la naturaleza cuando lo conoció, siendo ambos estudiantes de ciencias naturales en la universidad de Kiel.
Ella obtuvo su tesis doctoral con un estudio sobre las palomas silvestres y domésticas, él con un trabajo sobre las cochinillas. Se comprometieron en el 48 y tuvieron que separarse de inmediato: Hans-Wilhelm debía partir al Perú en busca de una plaza en el Museo de Historia Natural. Recién volverían a verse en mayo de 1950 para casarse unas semanas después en junio de ese mismo año.
Él era protestante, ella católica, la ceremonia tuvo que llevarse a cabo en un territorio neutral: el patio exterior de una iglesia miraflorina. Hans-Wilhelm, que era tozudo e irascible según testimonian los que lo conocieron, la observa desde los claroscuros de las fotos que han inmortalizado el momento con los ojos de la ternura y el amor desbocado.
Irma Franke, en los primorosos relatos que ha escrito sobre la pareja de científicos alemanes que hicieron de nuestro territorio su campo de estudio, comenta que el Dr. Koepcke solía caminar, mientras esperaba la llegada de su prometida, desde el Callao, donde había conseguido un ocasional trabajo, hasta Miraflores con el objetivo de ahorrar las pocas monedas que le permitieran cubrir los gastos de la boda.
El tenía 35 años, ella 26. Así suele ser el amor.
Instalados en una ciudad sin mucho que mostrar, pero estratégico punto de partida para recorrer el infinito territorio de un país que lo tenía todo, los Koepcke se dedicaron el resto de sus días en el Perú a viajar sin desmayo, como antes lo había hecho otro europeo entusiasmado con el mapa de nuestro país, Antonio Raimondi.
Hans-Wilhelm, que bien podría ser considerado el padre de la ecología peruana, escribió en uno de sus primeros trabajos publicados en nuestro país lo siguiente: “Las condiciones orográficas y climáticas contribuyen a que el Perú tenga la mayoría de los ambientes vitales que existen en el planeta: desde el bosque tropical hasta la exigua vegetación de las cumbres nevadas pasando por todas las alturas y climas intermedios, desiertos de arena y tierra, estepas, asociaciones propias del clima de lomas, pantanos de manglares, ríos y lagos de agua dulce de diferente tamaño, aguas salinas y termales, mares tropicales y templados, aguas poco profundas y zonas abisales y en fin tantos otros términos que significan diversidad de ambientes”.
María, su solícita esposa y compañera de campo -los Koepcke a poco de haberse instalado en la capital ya habían descubierto para el vulgo el bosque de Zárate, en las yungas limeñas- diría algo parecido en una carta que le escribe a Günther Niethammer en 1951: “El Perú es un país tan variado, que no puede haber para un ecólogo nada más bello que trabajar allí”.
La contribución a la ciencia del Perú de los esposos Koepcke ha sido inmensa y las más de las veces poco reconocida. Baste decir que el enciclopédico trabajo monumental que el Dr. Koepcke publicó a poco de la trágica muerte de su esposa, en 1971, “Formas de vida: La base de una teoría biológica universalmente válida”, un tratado de 1684 páginas sigue siendo considerado uno de los estudios más sólidos en su género. María es la gran ornitóloga de nuestro país, nadie como ella se había preocupado tanto por descubrir la belleza aviar de nuestro país, su libro “Las aves del departamento de Lima” de 1964 fue durante varias décadas la biblia de los birders que recorrían nuestro territorio. Sus descripciones en la clásica guía de campo que usamos durante tantos a los aficionados al fisgoneo aviar son claras y precisas y los dibujos de las 313 especies que ella elaboró en tinta china son de una belleza extraordinaria.
La Dra. Koepcke era una dibujante eximia y también una pianista dedicada, el arte corría por sus venas, sus observaciones y grabaciones sobre los cantos de las aves que fue registrando mientras recorría el país han contribuido decididamente al estudio ornitológico de esta parte del planeta. Seis años después, en 1970 «Las aves del departamento de Lima» fue publicado en inglés con un nuevo prólogo suyo y un registro de 331 especies. Ambas ediciones las tengo en el lugar más importante de mi biblioteca.
En 1968 los esposos y Juliane, la hija que tuvieron nacida en Lima en 1954, se instalado en la cuenca del río Yuyapichis, en los llanos de Ucayali, para continuar sus trabajos de investigación. Tres años después, en diciembre del 71, cuando María y su hija retornaban de Lima ocurriría el accidente de aviación que le costara la vida.
Esa otra historia la trataré de contar en mis #viajerosensepia del martes próximo.
Hasta la semana que viene.
Esta es la tercera entrega de una sección heterodoxa de Solo para Viajeros, SPV, la revista que sostenemos en Internet desde el 2014. Se trata de un guiño a la memoria, ese estado de ánimo tan selectivo y en el caso nuestro, peruchos y peruchas al fin y al cabo, tan volátil, escurridizo, olvidadizo. Ojalá que nos sobre fuelle para obligarnos a adjuntar cada martes una foto en sepia, en blanco y negro -o a todo color- de los hechos más importantes que construyeron las bases del futuro que estamos enhebrando. Vamos a intentarlo, espero que, con su ayuda, ustedes deben tener en casa, bajo cuatro llaves, testimonios gráficos que les interesaría compartir con nosotros. Ojalá. Ojalá lleguemos a la edición 50 de esta ilusión para detenernos un rato y seguir explorando nuevos sueños. Esa es la idea. |
