Mi opinión
De Huaraz a Chavín se extienden dos horas y un poquito más de recorrido en automóvil. El estado de la vía es un primor…hasta el túnel de Cahuish, pórtico de ingreso al callejón de Conchucos. De Cahuish a Chavín la carretera es un tormento, un homenaje a la corrupción y a la dejadez de las autoridades locales.
El Museo Nacional de Chavín, muy bien dirigido por Marcela Olivas, autoridad nacional en museografía y conservación, está abierto todos los días menos lo lunes. El horario de atención es de 9:00 a,m, a 5:00 p.m. y el ingreso es gratis.
La señorita que me atendió en el 2008, Yuliana Trejo, se quedó a trabajar en su tierra, en el último proceso electoral fue elegida regidora por la Municipalidad Provincial de Huari. Le espera un reto enorme.
Corredor de Conchucos, setiembre de 2008
Me quedo con la sonrisa enorme de Yuliana Trejo Rodríguez, natural de Huántar y graduada hace poco en turismo por un instituto de Huaraz. Ella fue quien nos guió por cada una de las siete salas del Museo Nacional de Chavín y la encargada también de relatarnos, con lujo de detalles, los pormenores del descubrimiento de los pututos que John Rick y su equipo de la Universidad de Stanford hallaron en las inmediaciones de la plaza circular en el maravilloso Castillo Chavín. Yuliana tiene veinte años y muchas ganas de recorrer el mundo, Y como tantos en Conchucos, cree fehacientemente que el turismo traerá desarrollo para su pueblo.
Las diecinueve caracolas de Strombus galeatus que Rick encontró en el 2001 conforman lo que la mayoría de estudiosos de la civilización Chavín suele mencionar sobre este pueblo que rindió cultó a dioses feroces y dominantes: el uso de las huayllaquepas o trompetas confeccionadas con estos moluscos en rituales y sacrificios sirvió tanto como las cabezas clavas y otros artificios para la creación de una escenografía estremecedora que permitió la consolidación de un modelo de desarrollo social que pervivió en nuestro territorio durante miles de años.
“Cuando se ingresa al templo de Chavín, se tiene la sensación de entrar en un mausoleo lleno de fantasmas feroces”, señala Lumbreras en su clásico libro Los orígenes de la civilización en el Perú. Cuando se ingresa al Museo Nacional de Chavín, moderno gabinete que agrupa lo mejor de la dispersa producción lítica de una civilización que impuso condiciones en las alturas de los Andes centrales y que ha sido levantado a pocos metros de la actual localidad de Chavín gracias al efuerso de la cooperación internacional, la empresa privada y el Estado, se siente reverencia y ganas de recorrer de nuevo cada rincón del fastuoso templo al pie del río Mosna, en el maravilloso callejón de Conchucos.
Viajar hasta Chavín por un camino que arredra a cualquiera para introducirse entre los laberintos del templo del mismo nombre, lo he comentado más de una vez, no garantizaba el éxito de una visita arqueológica a la capital de los hombres que sucumbieron a dioses tan particulares. El gasto de energía y la altura, el sol quemando en todo momento y la poca información confiable que se le daba al visitante, jugaban en contra de una visita que solía terminar en un mal gesto del visitante. “Mejor quedarse en el callejón de Huaylas y hacer lo de siempre: Llanganuco, Pastoruri y un poco de compras”, era la conclusión para los que se animaban a desafiar la ruta por el callejón de Conchucos.
Felizmente los tiempos son otros y a pesar de que la carretera sigue siendo un estorbo y el sol continúa maltratando los sentidos: el Castillo de Chavín luce renovado. La compañía minera Antamina ha invertido buen gusto y algo de dinero en iluminar el sitio para posibilitar lo que hasta hace unos meses era tan solo un sueño reprimido, la visita nocturna al Monumento Arqueológico Chavín. Formidable, con un funcionario de la empresa minera recorrí las plazas principales del adoratorio más importante de los Andes centrales y caí sucumbido al sortilegio que envuelve a cada una de sus piedras cinceladas por una raza que supo engatusar a campesinos de medio Perú actual con sus portentos y amenazas divinas.
La reja de fierro que protegía el ingreso al recinto donde descansa el Lanzón Monolítico ha sido reemplazada por una de vidrio, más amigable y provocativa. Lo carteles de espanto que decoraban la vista también fueron retirados y en su lugar se han puesto paneles mejor definidos y con una información más a la mano.
En Chavín nació, decía Tello mucho antes de que Caral emergiera como foco cultural, la cultura peruana. Cierto o no, en estos pliegues cordilleranos, vibra una historia que debemos conocer y que empezamos a develar gracias al turismo que se impone en muchos de los pueblos de nuestra inmensa geografía. Yuliana Trejo lo sabe muy bien, “este callejón se llenará de progreso y habrá trabajo para todos”. Claro, si es que decidimos dejar la modorra citadina y ponemos en nuestra agenda viajes al paradero Conchucos como la próxima opción.
Cada vez que paso por Chavín me doy una vuelta por el Museo Nacional para apreciar las novedades y hallazgos; es, sin duda, uno de mis lugares favoritos.
Julio de 2016
He vuelto y vuelto mil veces a Chavín, de hecho entre el 2013 y el 2014 viví en una casita de la histórica avenida J17 de Julio, al lado del tradicional restaurante de don Justino Valencia, patriarca de estas tierras. En esos años de peregrinaje y trabajo en estas sierras de Áncash tuve la suerte de encontrarme más de una vez con la atenta y siempre sonriente señorita Trejo. De hecho, que haya sido elegida en el 2014 regidora de la Municipalidad Provincial de Huari me llenó de alegría. Que una chica de un pueblito de las alturas de la provincia de Huari siga dando la talla es formidable, una ráfaga de esperanza de cambios y otras miradas.
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