Mi opinión
Un equipo del Grupo Viajeros recorrió en las últimas semanas los ríos Tambopata y Madre de Dios para tomar contacto con los guardaparques que protegen con su trabajo, y a veces con sus vidas, la Reserva Nacional Tambopata y el Parque Nacional Bahuaja-Sonene, dos de las gemas más brillantes de nuestro sistema nacional de áreas protegidas. En Madre de Dios el turismo y las actividades económicas cuidadosas de la salud del bosque siguen colisionando con la minería aurífera, un cáncer letal que ha hecho metástasis en uno de los paisajes más biodiversos del planeta. Guillermo Reaño y Gabriel Herrera nos cuentan en esta nota lo que vieron. Si no tomamos la sartén por el mango, que está calientísimo, lo que se nos viene sí que va a ser de terror… estamos avisados.
Por Guillermo Reaño para Notas de campo con fotos de Gabriel Herrera
Abner Guevara Papa hace 19 años que cuida la Reserva Nacional Tambopata. Lo conocí la semana pasada en el puesto de vigilancia y control Malinowski, en una de las orillas del río Tambopata, a unos cuantos minutos de las icónicas colpas Chuncho y Colorado. Mientras caminábamos por el sendero que conduce al comedor principal de su base de operaciones me fue contando que cuando asumió estas responsabilidades pensó que solo se iba a quedar por aquí unos cuantos meses, dos de repente, pero así es la vida, amigo, mira todo el tiempo que ha pasado, ya van a ser veinte años, no me arrepiento.
Como Abner, de Puerto Maldonado, en la Reserva Nacional Tambopata otros cincuenta guardaparques, peruanos y peruanas de diferentes provincias del país, han asumido con valentía la tarea de proteger la que tal vez sea el área natural más amenazada del sistema nacional.
Heroicos, verdaderamente.
El puesto de control al que he llegado es amplio y está muy bien implementado. Mientras me muestra las nuevas instalaciones de la Estación Científica que se está construyendo con el apoyo de AIDER, la institución que co-gestiona el área con el Sernanp gracias a un contrato de administración firmado con el Estado, una tropilla de monos choros se desplaza a su antojo por los árboles más próximos: la vista del lugar donde me encuentro podría ser la de cualquiera de los ecolodges que se han ido creando en Tambopata para atender a los visitantes que arriban de todo el mundo en busca de sus atractivos naturales.
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He dejado mis cosas en una habitación repleta de camas y mosquiteros en el área habilitada en el puesto para alojar a los infantes de marina que llegan a Malinowski para combatir del crecimiento de la minería ilegal, campamentos y dragas que operan a sus anchas en los cauces fluviales, incluidos. Desde que el precio del oro empezó su indetenible rush alcista la actividad ilegal en la zona de amortiguamiento de la Reserva Nacional Tambopata, esto es vox populi, se intensificó de manera notable, a pesar de las interdicciones que se han venido ejecutado desde que entró en vigor un decreto legislativo aprobado en el 2012.
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Las mencionadas interdicciones suponen el decomiso y la destrucción o demolición de la maquinaria e insumos que favorecen la minería ilegal, una actividad que ha sido incluida como delictiva en el marco de la Ley Contra el Crimen Organizado del 2016, que sigue vigente, por cierto.
Cifras que matan
He recorrido innumerables veces el departamento de Madre de Dios, conozco sus problemas desde hace mucho tiempo. No soy un turista más por aquí, he visitado Puerto Maldonado, la capital regional, desde los tiempos en que solo el restaurante Califa tenía la capacidad suficiente para atender a los que llegábamos desde el otro lado del mundo. En el 2019 me tocó cubrir las primeras movidas de la llamada Operación Mercurio y entrevistar a sus principales protagonistas, una de ellas la valerosa fiscal Karina Guillén. Los reportes que elaboré en aquella ocasión, también las críticas que me tocó hacer al operativo en mención, que fueron muy puntuales, deben estar dando vueltas por los archivos de La Mula, Actualidad Ambiental y esta plataforma.
Las pueden revisar.
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Entonces me animé a decir lo que el sentido común dictaba: no se debía bajar la guardia en el combate a la minería ilegal y que el abordaje a la actividad en su conjunto tenía que darse de manera integral, transectorial, reconociendo que el problemón que debíamos afrontar con entereza y mucha decisión estaba íntimamente ligado a la crisis económica y social que abrazaba a millones de compatriotas del campo y la ciudad. Y que, por tanto, se hacía necesario insuflar grandes dosis de desarrollo de verdad en todas las regiones del país, no solo en las afectadas con el negocio ilícito, para apagar el incendio socio-ambiental. Nada de ello se ha hecho, lamentablemente, o se hizo muy poco, si se quiere, y lo que fue un éxito coyuntural, el desmontaje del aparato criminal en La Pampa, capital nacional de la minería ilegal, durante Mercurio 2019, devino en un soberano fracaso. “Los mineros antes se corrían de nosotros, me dice Abner Guevara, el celoso y muy cumplido guardián de una de las fronteras más amenazadas de la reserva nacional, ahora nos esperan como si nada y nos miran como si nosotros fuéramos los infractores”.
Cinco años después de la Operación Mercurio 2019, considerada por tirios y troyanos como la más vasta acción desde el Estado para enfrentar la minería ilegal, operación que contó con la participación de 1.200 efectivos de diferentes unidades policiales y 300 militares, además de la intervención de 70 fiscales, el 98% del área recuperada con enorme esfuerzo ha regresado a manos de quienes siguen explotando el oro al margen de la ley.
Penoso. No pasó nada. El ímpetu de la actividad penada por la ley es evidente. En los centros poblados de La Pampa la recuperación económica se siente por donde uno mire y el crecimiento del enclave minero es notorio. Muchos más negocios a la vista, mayores inversiones en actividades conexas, crecimiento poblacional desmesurado. También, claro está, más puestos de trabajo y bonanzas económicas particulares como cancha. Lo mismo se puede observar en el río Madre de Dios, una de cuyas orillas bordea el llamado Corredor Minero, el territorio de 500 mil hectáreas donde la minería artesanal y de pequeña escala ha sido permitida por el gobierno con el fin de organizar y promover esta actividad. En esa zona, desde el centro poblado de Laberinto hasta la desembocadura del río Los Amigos, por lo menos, el bramar de las dragas a toda hora y la degradación del ambiente, visible y dolorosa, ocurre ante los ojos de todo el mundo, policías, pobladores, turistas, curiosos.
Un informe del Proyecto Monitoreo de la Amazonía Andina (MAAP por sus siglas en inglés) advierte que entre el 2021 y este año la deforestación por minería alcanzó en Madre de Dios un total de 30,846 hectáreas, el equivalente a 43 mil campos de fútbol y que el 74 % de esta destrucción se ha dado en el Corredor Minero. El resto de la deforestación regional, prosigue el reporte, ocurrió en territorios que pertenecen a las comunidades nativas, en cuerpos de agua y en las Áreas Naturales Protegidas. El informe dice más todavía: “Cerca de 3000 mineros se han instalado nuevamente en La Pampa, un sector de la zona de amortiguamiento de la Reserva Nacional Tambopata donde se concentra gran parte de la minería ilegal de la región y que fue desalojada en febrero de 2019 durante la Operación Mercurio”.
La lucha contra estas mesnadas de mineros que pretenden desguazar los bosques de la Reserva Nacional Tambopata, el Parque Nacional Bahuaja-Sonene y la Reserva Comunal Amarakaeri, piezas valiosísimas de un corredor biológico en el que se encuentran también el Parque Nacional Manu y la Concesión para Conservación Los Amigos, la están dando los jóvenes guardaparques que me atendieron hace un par de semanas en Malinowski y también en los puestos de vigilancia y control de Sandoval y Huisine. Son de acero, la avanzada de un ejército de compatriotas que con su trabajo y compromiso están evitando que el desmadre madrediosense alcance proporciones mayores. Me conmueve la disciplina y la moral en alto de cada uno de ellos. Es menester apoyarlos, estar de su lado y seguir insistiendo en un radical cambio de timón en la estrategia que se viene ejecutando (Sic) para frenar el avance de la ilegalidad minera en Madre de Dios y en el resto de los territorios donde sus huestes vienen operando a su antojo, ganando posiciones ante el retroceso del Estado y el resto de la sociedad.
El ex ministro Castilla dio un dato hace unos días que me dejó helado: si la minería ilegal vinculada al oro, debido a los precios internacionales, está sometiendo al país a su antojo y destruyendo sus espacios naturales, la que se viene, la del cobre, metal cuyo valor en el mercado se va a disparar muy pronto, va a ser peor todavía. Advertidos estamos.
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