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Perico Heredia, defensor de los bosques de Chachapoyas, un héroe (sin capa) de nuestro tiempo

Mi opinión

Mientras en Lima y en las demás localidades donde habita el país oficial se habla y se decide sobre los menos importante, en los territorios del Perú que estamos en la obligación de proteger de tantos desvaríos, los incendios forestales están destruyendo el patrimonio que nos puede permitir afrontar con éxito la crisis ambiental que padecemos. En el valle de Utcubamba, región Amazonas, el fuego estuvo a punto de destruir lo que con tanto celo están conservando un grupo de mensajeros del futuro.


Por Guillermo Reaño para Notas de viaje

Perico Heredia está ofuscado. O abatido, no lo  llego a saber. He hablado con él más de una vez en estos últimos días, primero para contarle que voy a volver a su finca de ensueño en los bosques del distrito de Magdalena, en Chachapoyas, convertida por voluntad suya y la de Lola, su madre, en un Área de Conservación Privada y luego para liberarlo un poco de las tensiones propias del trabajo hercúleo que ha debido hacer este fin de semana para controlar las lenguas de fuego que amenazaban con destruir su sueño y arrasar de paso con los predios públicos y privados de los alrededores.

Y también, cómo no, para decirle en nombre de todos que es un héroe, un peruano ejemplar que viene dando dura batalla para cuidar la biodiversidad de nuestro patrimonio natural en un tiempo en el que  son otras las fanfarrias y las preocupaciones del común.

“Es increíble, me dice compungido, mi madre se preocupó todo el tiempo en apoyar a nuestros vecinos  y ahora que los busco para que me ayuden a apagar el incendio que estaba a punto de acabar con todo, me dicen que me ocupe yo, tú eres privado, como si los animalitos pudieran distinguir entre propiedad pública y privada. La gente es muy materialista, no le gusta la conservación…”

Duro admitirlo, pero suele ser así.

Perico Herrera, el hijo de doña Lola Arce, la mujer que a inicios de este siglo decidió dejar la capital para vivir de sus sueños en el valle del Utcubamba, su sitio en el mundo, dirige con firmeza e ilusión el Área de Conservación Privada Milpuj-La Heredad, dieciséis hectáreas y un poquito más arrancadas al subdesarrollo para ser convertidas en una unidad de conservación -en una unidad productiva, de servicios ambientales, debería decir- donde se renuevan cada día las esperanzas en un mundo mejor y se protegen los bosques y matorrales secos de la cuenca media del río sagrado de los Chachapoyas, el hermosísimo río Utcubamba. Lo conocí personalmente hace unas semanas de paso por su predio con una comisión de opinantes invitados por la cooperación técnica japonesa para evaluar un simpático proyecto de ecomuseos en el circuito que se inicia en Pedro Ruiz, cerca de Bagua, para terminar en Leymebamba, sin duda uno de los paisajes más hermosos  y promisorios de nuestro país.

HEROES Y DE ACERO. Lola y Perico, madre e hijo, en la ACP Milpuj-La Heredad, la casita de sus sueños en medio de un bosque incólume. Y lleno de vida.

Al vuelo me contó del interés que tienen unos quijotes como él en constituir la Ruta Aviturística de la Cuenca del Río Utcubamba, una bird route para pajareros peruanos y extranjeros que registra entre sus tantas maravillas la presencia de más de 500 especies de aves, 46 de ellas endémicas de nuestro país. Solo en Milpuj-La Heredad e inmediaciones, uno de los dieciséis puntos de la ruta, se tiene un registro de 102 especies de aves, entre ellas el carpintero de cuello negro, el colibrí de Taczanowski  y la lechuza de Koepcke. Pero allí no acaba la cosa, en una nota publicada en Mongabay Latam por la periodista Yvette Sierra, se da cuenta que en Milpuj –tragadero en quechua- se han identificado 16 variedades de mamíferos, entre ellos dos elusivos felinos: el margay (Leopardus wiedii) y el gato del pajonal (Leopardus garleppi), ambas especies en feliz convivencia en un tipo  de bosque que pese a su sequedad estacional es un ecosistema de una biodiversidad extraordinaria.

CIENCIA. Las cámaras trampas en el ACP Milpuj-La Heredad han registrado presencia de Leopardus garleppi, el gato de los pajonales, un habitante del bosque que debemos proteger.
OSQOLLO: En Milpuj se protege a un gato que fue reverenciado en tiempos del Antiguo Perú, un felino presente en la iconografía chachapoya que estuvo asociado a la fertilidad, la productividad y a la predicción del clima.

Que naturalmente con el  incendio que se ha producido a vista y paciencia de todo el mundo este último fin de semana estuvo a punto ser consumido por las llamas.

“Tengo la garganta seca y un cansancio tremendo, no he dormido desde el viernes cuando se inició el fuego, comenta el buen Perico, pero toca reponerse para empezar a ejecutar los planes de sensibilización y restauración que se necesitan”. Qué bravo, qué osadía, el ingeniero que dejó su vida anterior para vivir entre “pájaros y árboles” y un gato que fue reverenciado por los antiguos chachapoyas y que en Milpuj se intenta proteger pese a quien le pese, no se arredra, quiere seguir en la brega. Va a seguir en la brega. Se lo he dicho al despedirme hace unos minutos: lo suyo, su gesta, es heroica, disonante en grado sumo con el proceder de unos pobladores desquiciados por la modernidad cutre que ha convertido a los ciudadanos de nuestro país en clientes (“si me pagas mi jornal, te ayudo a apagar el incendio”) y autoridades de pacotilla que no han comprendido todavía la importancia que tienen los bosques -y los ríos y cerros y los paisajes como el de Chachapoyas- para la sobrevivencia de nuestra especie.

A falta de manos, de voluntarios para apagar los incendios que se reproducen por cientos a lo largo de los andes-amazónicos de nuestro país -en el último fin de semana INDECI reportó fuego en Tumbes, La Libertad, Amazonas, Ancash, Junín, Cusco, Madre de Dios- es momento que las autoridades que calientan asiento en la plaza Bolívar se tomen el trabajo de legislar a favor de una ley que facilite el apoyo del Ejército en las tareas de combatir las llamadas quemas de temporada que se van a prolongar hasta diciembre por lo menos. Miles de soldados peruanos, capacitados por los bomberos forestales del SERNANP, el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado, que son magníficos en el oficio y que han salido muchas veces del país para combatir incendios en el extranjero, podrían convertirse en el cuerpo bomberil que nos hace tanta falta en estos tiempos de metidas de pata y poco compromiso con la conservación. Sí, ya sé que es mejor prevenir, que es más efectivo concientizar a los pirómanos de ocasión para que aprendan a manejarse con propiedad, que andar apagando incendios: pero en el país y en el planeta de las buenas intenciones (que no se cumplen) es necesario que se tomen medidas radicales. De facto. El problemón que tiene la humanidad por delante es inmenso, inconmensurable. Y en el caso de la Amazonía el tiempo que nos queda para que evitemos llegar al 20-25 por ciento de su degradación , lo que originaría su sabanización (es decir, su colapso como bioma clave para la permanencia de la vida en el planeta tal como la conocemos de acuerdo a lo que dice la Ciencia), está a un tris de nuestras narices, si es que no se ha producido ya.

Buen viaje…

IMBATIBLES. Gracias por tanto, compañeros.

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