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Trump en Lima

San Bartolo, playa Sur El problema no es Castañeda. Creer que vivimos bajo la férula de un crápula capaz de todo es equivocado. El señor representa muy bien a los que quieren una ciudad cuyos problemas se solucionen a cualquier precio. A la mala, entre gallos y medianoche.

Castañeda simboliza con creces a esos millones de personas, ricos y pobres, limeños de todos los sectores socioeconómicos, que hace buen tiempo decidieron optar por un tipo de sociedad cuyos valores democráticos se han dislocado. En esa masa informe y cada vez mejor alineada militan los que han hecho de las frases-consignas «chapa tu choro», «roba pero hace obra», «mata a tu cabro» (y cómo van las cosas «desaparece a tu rojete») pilares de una ideología ramplona, autoritaria, peligrosísima.

Derrotar ese pensamiento achorado, inmediatista, facho es tarea de titanes y nos va a tomar tiempo. Se equivocan entonces los opinólogos que escucho que quieren que acampemos en el territorio de una confrontación que podría llegar a un final feliz si revocamos al susodicho.

Dicho de otra manera: creer que la solución al problema que esconde el affaire Castañeda pasa por demolerlo a punta de insultos no conduce a nada.

Lo que hay que extirpar -y eso es, como van las cosas, casi un imposible político- es el ideario contemporáneo y me temo que global, basado en el miedo al que piensa, siente, actúa diferente a nosotros.

Ese, el distinto, el dialogante, el democrático, que se acomode al statu quo vigente y punto… y que no joda. Obras y no palabras, como en el gobierno del dictador Odría. La democracia de las encuestas, que le dicen.

Trump en Lima, pe varón.