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UNA ALONDRA LLAMADA NELLY ROJAS VARGAS

San Bartolo, playa Sur La jubilación le llegó a Nelly en un momento inoportuno, justamente cuando su valía como comunicadora y gestora cultural había alcanzado una estatura que no logran obtener así nomás los más pintados en el oficio. Nelly Rojas Vargas, la voz durante más de 45 años de Radio Nacional, la productora y locutora de programas culturales de honda trascendencia –el último que produjo: “Canto Hermoso Sumak Taky o Ikara Irapaka”, merece ser estampado en letras de oro en la historia de la radiodifusión peruana- se despidió ayer de los suyos en una opaca pero sentida ceremonia en el edificio comercial de IRTP.

Digo opaca, traslúcida, porque Nelly Rojas Vargas se merecía una despedida, vaya eufemismo, apoteósica, en olor a multitudes, en un contexto y en un escenario diferentes. Ella fue una obrera, silenciosa y pujante, de la cultura peruana; su voz y su estampa hicieron mucho más que todas las peroratas seudo cultas de las camarillas de burócratas que han usurpado y usurpan la radiotelevisión nacional para rendirle culto al siseñó y las zancadillas.

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Nelly Rojas Vargas, una vida dedicada a la cultura peruana.

Así solemos pagar en este país injusto a los creadores de cultura, a los Margot Palomino, Jaime Guardia, Chimango Lares y tantos otros forjadores de lo nuestro que por miles entrevistó Nelly durante sus recordadas batallas radiales. Un portazo en la espalda y un adiós culposo, entre sanguchitos, discursos vacíos y lugares comunes.

Hablo con rabia, lo sé. Pero es necesario hacerlo. La aguerrida mujer que ayer, conteniéndose, nos refirió su paso por la radio y algo de su magisterio, es de acero. Como Sybila, como algunas otras mujeres coraje que he tenido la suerte de conocer. Y admirar.

Estoy seguro que sabrá entender nuestras miserias como colectivo y llegado el momento acuñará en el regazo los recuerdos y las fotos de esta ceremonia de un adiós que no es adiós, al lado de sus hijos –Efrén Ary, Martín Hernando y Javier Antonio-, con sus nietos, con los amigos de la radio que sin escatimar esfuerzos se juntaron en el piso ocho del edificio de IRTV para verla sonreír y apretar los dientes.

Saludos, querida Nelly, cuando este país recobre la cordura y sus hijos lo amen de verdad, recordaré tu nombre y tu valía. Tu espíritu combativo y tu amor por el Perú de todos los rostros, de todos los rincones. Mientras tanto sigamos dándole duro al compromiso, tú sapiencia y tu tarea son indispensables.