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¿Y si me quiero quedar a dormir en el Cusco? Viajeros en el fin del mundo / Luis E. Valcárcel

Mi opinión

Los recuerdos del amauta Luis. E. Valcárcel sobre el Cusco de su infancia y adolescencia son de una belleza e importancia superlativas. Valcárcel, nacido en 1891, fue inusitado testigo de la explosión urbana de una ciudad que a fines del XIX apenas era una villa languideciente en una urbe cosmopolita y entregada de lleno al turismo.


Los recuerdos del amauta Luis. E. Valcárcel sobre el Cusco de su infancia y adolescencia compaginados en sus “Memorias” publicadas en 1981 y vueltas a imprimir por la Dirección Desconcentrada del Cusco del Ministerio de Cultura en ocasión de las celebraciones por el Bicentenario son de una belleza e importancia superlativas. Valcárcel, nacido en 1891, fue inusitado testigo de la explosión urbana de una ciudad que a fines del XIX apenas era una villa languideciente en una urbe cosmopolita y entregada de lleno al turismo.  Estoy volviendo a disfrutar el libro del autor de “Tempestad en los Andes” con lápiz y papel en la mano: cuánta información trae su testimonio personal de la vida cotidiana en la llaqta sagrada de los Incas.

A propósito de los alojamientos y el turismo en ciernes a principios del siglo que acabamos de dejar atrás dice el cusqueñista que tanto hizo por su terruño adoptivo: “En esas circunstancias las riquezas arqueológicas eran desconocidas y no valoradas, tanto por cusqueños como por foráneos. Solo a partir de la década de 1960 el turismo invade el Cusco con la propaganda que se hizo en el exterior de las ruinas de Machu Picchu. A partir de entonces la afluencia de visitantes ha ido creciendo inconteniblemente, hasta alcanzar los límites actuales, sin embargo, ya desde que se tendió la línea férrea aumentó el número de viajeros, particularmente de hombres de negocios o comerciantes. Es por eso que a partir de 1912 puede hablarse de grupos de viajeros que se sumaban a la vida cotidiana cusqueña. Dejó de ser extraño ver, algún domingo o sábado, pasear a un extranjero por su Plaza de Armas”.

Me encanta está afirmación. Soy de los que piensa que el turismo en el Perú nació con las fanfarrias que levantó el arribo a Machu Picchu del célebre Hiram Bingham, aventurero y experto en convertir sus hazañas personales en asunto de interés público. Su reportaje en National Geographic, la revista de la Sociedad Geográfica Nacional, catapultó al sitio arqueológico convirtiéndolo en poco tiempo en un atractivo turístico a nivel mundial.  

“Sin embargo, la ciudad no tenía los medios para alojar a un número elevado de visitantes. Los hoteles eran pocos. Estaban el hotel Central que quedaba donde actualmente está el hotel Cusco en la calle de La Moneda Vieja, porque allí funcionó La Casa de La Moneda. Posteriormente, en tiempos republicanos, en esa misma calle funcionó el cabildo, y a partir de 1950 se establecieron el cine-teatro Excélsior y una galería de tiendas. Precedieron a dicho hotel, el hotel Europa, en la calle Coca, y el hotel Francia-Inglaterra en el portal de Panes. Antes de estos tres hoteles los únicos alojamientos eran los tambos del camino y los tambos de la ciudad.

Para 1920 existía ya el hotel Ferrocarril que quedaba en la estación; el hotel Comercio frente a La Merced, de Mateo Kalafatovich; el hotel Colón, donde se practicaba toda clase de juegos, ruleta, billar, naipes, etc. Ahí, cierta vez, Julio Alonso, hacendado de Lares, perdió su hacienda jugando rocambor. Fuera de esos hoteles, si se quería alojamiento más barato y más modesto podía concurrirse a los tambos”.

Fantástico, como en toda ciudad que se precie de su talante turístico en el Cusco alguna vez funcionó un hotel Europa. Y un hotel Ferrocarril. Vaya ciudad tan empingorotada, la ciudad del Cusco del novecientos, digo, qué rumores de otros tiempos traen los relatos de este hombre a caballo entre tres siglos cuya obra deberíamos estar obligados a leer.

Pese a lo que se cree, Luis Eduardo Valcárcel Vizcarra (1891-1987) nació en Ilo, departamento de Moquegua. Fue uno de los fundadores del Instituto de Estudios Peruanos (IEP). Es considerado el padre de la antropología peruana.

Luis E. Valcárcel
Memorias
Dirección Desconcentrada de Cultura del Cusco
Ministerio de Cultura
Colección Bicentenario, 205

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