Revisionista, nunca mejor empleado el anatema para calificar el trabajo de Andrea Wulf sobre la vida de Alexander von Humboldt, el científico nacido en Prusia que dedicó su vida a estudiar la naturaleza de nuestro continente después de haberlo recorrido, en parte, solo en parte, entre 1799 y 1804, justamente cuando el régimen colonial empezaba a resquebrajarse y el pensamiento ilustrado se hacía fuerte entre los reformistas americanos.
Viajero enciclopédico, amigo de Goethe, Schiller, Jefferson y Bolívar, el barón de Humboldt se ocupó de diseccionar el Nuevo Mundo como nadie lo había hecho antes, para ello ascendió montañas, se internó en selvas hasta entonces inaccesibles, navegó ríos de caudales tremebundos, midió con afán la temperatura equinoccial de una geografía que lo mantuvo en ascuas el resto de su vida. Y mientras se empeñaba en descubrirlo todo, se dio maña para mantener romances impetuosos y prohibidos, vislumbrar el nacimiento de las revoluciones que tomaron por asalto su siglo y hacer de la ciencia su ideario político.
De eso se ocupa Andrea Wulf, la estudiosa británica nacida en la India que se ha dado el trabajo de dar la vuelta al mundo para tratar de construir una biografía del científico más a tono con su contribución posterior, que es inmensa, magallánica, contemporánea. A Humboldt, lo sé por los trabajos de Estuardo Núñez, le interesó “la botánica, la zoología, la geología, la geografía, la etnografía, la arqueología, la economía y la industria, la minería y la situación social y política, las lenguas aborígenes y la historia antigua de nuestro continente”.
La revisión del personaje hecho por la maestra de historia del Royal College of Art de Londres nos devuelve un Humboldt mundano, intenso: un genio atrapado en los avatares de la política internacional del siglo XIX, un prisionero de su audacia y su anticolonialismo. Humboldt de acuerdo al retrato de Wulf fue el primero de nuestra especie en entender a la Tierra como un ser vivo, poblado por organismos integrados a un orden, a un Cosmos que empezaba a ser conturbado, transformado en aras de un progreso peligroso. Fue nuestro primer ecologista, el abanderado del grito a favor de la sensatez y una apropiada relación con la naturaleza que otros siguieron dando.
Lo comentó Raimondi, otro genio, “lo que admira en Humboldt no son sus observaciones, sino aquellas vastas miradas de conjunto, aquellas rectas deducciones sacadas de las observaciones, en fin, aquel grande espíritu de generalización que constituye la verdadera ciencia”. Hay que volver a Humboldt, él lo dijo todo. El relato de Wulf es notable por ello. Lo recomiendo.
Andrea Wulf
La invención de la naturaleza. El nuevo mundo de Alexander von Humboldt
Taurus
584 pp
2016