Mi opinión
Voy a aprovechar la ocasión para citar el trabajo último de Pedro Solano “¿Qué es un Parque Nacional? El ABC de las áreas naturales protegidas en el Perú” (Lima, 2020) vademécum muy valioso y bien pensado sobre las ANPs peruanas, tema en el que Solano suele dar cátedra por su amplio conocimiento de la materia y toda la experiencia ganada en los años de su magisterio en la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental (SPDA). Como bien dice el abogado ambientalista, las áreas de conservación regional, que bien podrían se llamadas simplemente departamentales, se crearon en la práctica en 1990 con el establecimiento de la ACR Tamshiyacu-Tahuayo, en Loreto y ganaron notoriedad con el establecimiento en 2005 de la ACR Cordillera Escalera, en las afueras de Tarapoto.
A pesar de que la ley que las echó a andar consideraba que se debían establecer en áreas que teniendo una importancia ecológica significativa no calificaban para ser incluidas en el sistema nacional, las áreas de conservación regional, casi treinta a la fecha cubriendo más de tres millones de hectáreas de la superficie del Perú, se han convertido en un instrumento muy útil para el ordenamiento territorial en regiones con diversidad biológica a conservar y están ayudando a proteger espacios naturales ambicionados por la colonización y quienes alientan el uso indebido de nuestros recursos.
La creación de estas áreas de carácter sub-nacional se efectúa luego de un proceso que pareciera más riguroso que el de sus símiles de carácter nacional: la propuesta original es preparada por el gobierno regional a través de la elaboración de un expediente técnico que debe ser evaluado por el SERNANP y aprobado ulteriormente a través de un decreto supremo con el voto a favor del Consejo de Ministros y la rúbrica del presidente de la República, hecho que se acaba de producir con la incorporación al sistema regional de tres nuevas áreas protegidas: la ACR Q’eros-Kosñipata, en el Cusco; la ACR Codo del Pozuzo, en Húanuco y la ACR Comunal Alto Tamaya-Abujao, en Ucayali.
El llamado gobierno de Transición y Emergencia del presidente Sagasti anota, robándole un giro literario-deportivo a Pedro, un segundo golazo de mediacancha. El primero, como se sabe, fue la creación de la Reserva Nacional Dorsal del Nasca, establecida en junio pasado.
Aplausos a los gestores de la iniciativa, se los merecen; aplausos estruendosos al ministro del Ambiente, sociólogo Gabriel Quijandría quien con la firma de los tres decretos supremos publicados el día de hoy en la edición del diario oficial El Peruano culmina una gestión que recordaremos con mucho cariño.
Sobre el establecimiento de la ACR Q’eros-Kosñipata, que motiva la nota que les dejo, solo agregar dos palabras.
El distrito de Kosñipata, en el Cusco, es la puerta de ingreso del Manu y escenario también de una tenaz lucha por la tenencia de la tierra entre el extractivismo más compulsivo y la conservación. O para decirlo con más claridad entre la minería ilegal empujada desde el Cusco en colusión con la agricultura de la coca ilegal y una legión de agricultores abandonados a su suerte, como en otras partes del país, por un Estado con poca, o ninguna, capacidad para articular salidas a la crisis histórica del agro nacional.
Por eso el reto que propuso Pro Naturaleza de convertir el Área Clave de Biodiversidad de Kosñipata en un Área de Conservación Regional ha sido muy ambicioso porque se trata, como lo señaló en el 2018 el propio Marc Dourojeanni, fundador de esa institución, de gatillar de una vez por todas el desarrollo económico de un distrito en pujante crecimiento. De allí la importancia del turismo que se ha empezado a impulsar y el desarrollo de la agroforestería, la apicultura, la producción de mariposas y otras actividades económicas.
Felicitaciones también a los directivos y técnicos de Pro Naturaleza por el establecimiento del ACR de 55,319.97 hectáreas que forma parte de un corredor biológico que tiene al Parque Nacional del Manu, al Parque Nacional Bahuaja Sonene, a la Reserva Comunal Amarakaeri y a las ACP Bosque Nublado, Wayqecha, y Japu – Bosque Ukumari Llaqta entre sus puntales y que involucró en su creación a las comunidades campesinas de Qeros, Quico y Marcachea, así como a las autoridades locales de los distritos de Paucartambo y Kosñipata y el Gobierno Regional del Cusco.
En la estación biológica de Wayqecha, en las alturas del Parque Nacional Manu, me encontré alguna vez con Marc Dourojeanni, el porfiado creador de parques nacionales y otras áreas de protección en nuestro país: Marc venía de Pillcopata donde acababa de presentar ante los actores locales los alcances de la propuesta que su institución y el Gobierno Regional del Cusco han sacado adelante. Allí Marc Dourojeanni me contó el sueño suyo y el de la institución que fundó en 1983: convertir estos bosques en un generador permanente de servicios ecosistémicos e ilusiones para seguir imaginado un futuro que tenga a la Tierra como la casa de todos. Se acaba de dar un paso sustantivo en esa dirección.
La región del Cusco no solo es reconocida por su enorme valor cultural, sino también por su gran riqueza biológica y ecosistémica. Así lo demuestra, la flamante creación de su quinta Área de Conservación Regional: Q’eros Kosñipata.
Esta nueva área protegida está ubicada entre dos grandes joyas naturales y culturales, como son el Parque Nacional Manu y la Reserva Comunal Amarakaeri, en los distritos de Kosñipata y Paucartambo. Sus 55 mil hectáreas de bosques aún intactos permitirán conservar las punas de los Andes centrales y las yungas peruanas, consideradas entre las ecorregiones más frágiles de nuestro país. También contribuirá a la protección de los bosques remanentes de queuña y podocarpo (Polylepis sp. y Podocarpus sp.) y funcionará como un puente ecológico, necesario para el desarrollo de diversas especies.
El alto valor biológico de Q’eros–Kosñipata está determinado por su marcada gradiente altitudinal, pues va desde los mil hasta los más de cuatro mil m.s.n.m, favoreciendo así el desarrollo de múltiples ecosistemas y especies únicas que los habitan.
En las alturas del ACR Q’eros–Kosñipata existen seis lagunas que alimentan a una serie de ríos que discurren en su interior. Además, el ACR protege más de 300 quebradas; favoreciendo al desarrollo de diferentes actividades productivas y el abastecimiento de las comunidades campesinas. Por ello, la provisión de agua es el principal servicio ecosistémico que brinda esta área protegida.
Ya que diversos estudios y documentos técnicos sustentan la importancia biológica y ecosistémica del área sobre la cual ha sido creada, el establecimiento del ACR Q’eros–Kosñipata se convierte en un importante logro para la conservación de la biodiversidad peruana.
Un poco de historia
La nueva ACR se ubica sobre una zona identificada como Área Clave de Biodiversidad (KBA por sus siglas en inglés), la que además fue reconocida por el Gobierno Regional del Cusco como un sitio prioritario para la conservación. Sin embargo, es a partir del 2018, a la luz de los importantes hallazgos de los estudios técnicos complementarios realizados por Pronaturaleza – Fundación Peruana para la Conservación de la Naturaleza, que se visiona la necesidad de contar con una modalidad de conservación, que proteja las nacientes de agua, manteniendo así la importancia ecosistémica que albergan sus bosques y frenar el avasallante avance de la minería ilegal que presiona la zona.
Luego de presentar a la población local las características únicas de esta zona y los beneficios de protegerla; es que se obtuvo el respaldo social para conservar su riqueza natural y biológica. Con dicho respaldo, fue que el Gobierno Regional del Cusco, a través de su Gerencia Regional de Recursos Naturales y Medio Ambiente, expresó su interés en iniciar el proceso de creación del ACR Q’eros Kosñipata ante el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (SERNANP).
Al iniciar formalmente el proceso de creación de la futura ACR, Pronaturaleza apoyó al Gobierno Regional del Cusco, generando la información ambiental, social y económica requerida en cada una de las etapas del proceso de creación del área protegida. Para ello, el equipo técnico de la Fundación elaboró diversos mapas basados en el análisis de imágenes satelitales, realizó visitas de campo, sistematizó y redactó documentos técnicos y participó en un sinnúmero de sesiones de trabajo.
Las actividades necesarias para cumplir con cada una de las etapas del proceso de creación del ACR contaron además con un componente orientado a sensibilizar e informar a la población local sobre la importancia y los valores de la futura ACR. Para ello, se realizaron exposiciones fotográficas, acciones con alumnas de las escuelas locales, tanto en la parte amazónica como en la zona altoandina.
Si bien es cierto que el desarrollo de las acciones se vio afectado por las medidas de confinamiento social obligatorio al inicio de la pandemia por COVID 19, el equipo adaptó sus estrategias, y cuando se levantaron las restricciones de movilidad, se trasladó al campo cumpliendo rigurosos protocolos sanitarios.
Más datos sobre el ACR Q’eros Kosñipata
El ACR contribuiría a la conservación de hábitats importantes para especies como el oso de anteojos (Tremarctos ornatus), puma (Puma concolor), zorro culpeo (Pseudolopex culpaeus) , tigrillo (Leopardus pardalis), nutria (Lontra longicaudis), tapir amazónico (Tapirus terrestris), jaguar (Panthera onca), entre otras más.
La Concesión para Ecoturismo Gallito de las Rocas, forma parte del área del ACR, lo que evidencia la suma de esfuerzos y voluntades en favor de la conservación.
- Más info en Colonos en tierra firme. La historia de los Jilahuanco, defensores de los bosques de Kosñipata
El ACR Q’eros-Kosñipata no abarca territorio de comunidades campesinas y nativas. Si bien colinda con comunidades identificadas como parte de los pueblos quechuas, no generará cambios en los modos de vida, usos y prácticas de dichas comunidades, toda vez que no se superpone a las áreas de usos ancestrales ni a sus territorios comunales.