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Mi opinión

El Cuchara de Palo Restaurante, la creación de Román Vizcarra y Fielding Wood, una pareja peruano-estadounidense dedicada con terquedad y mucha imaginación a preservar los valores y posibilidades de la cultura nacida en estas cordilleras, es un simpático restaurante que se esmera en ofrecer a sus comensales lo mejor de la cocina tradicional peruana.


Aunque los pisonayes de toda la vida hace tiempo que fueron eliminados y que los buses del servicio turístico se han vuelto a apoderar de la calzada principal de la plaza de Pisac, sentarse a contemplar los andenes de la localidad donde nace el Valle Sagrado de los Incas y las asombrosas montañas que convierten sus contornos en un sueño irrepetible, sigue siendo el mejor de los pretextos para sentirse enteramente feliz.

Lo firmo.

Hace unos días me apoderé de una mesa de los balcones de madera del restaurante Cuchara de Palo de Pisac con la legítima intención de ver pasar las horas y paladear la carta de una propuesta culinaria de toques andinos y mucho slow de la que me habían hablado tanto.

El Cuchara de Palo, la creación de Román Vizcarra y Fielding Wood, una pareja peruano-estadounidense dedicada con terquedad y mucha imaginación a preservar los valores y posibilidades de la cultura nacida en estas cordilleras, es un simpático restaurante que se esmera en ofrecer a sus comensales lo mejor de la cocina tradicional peruana.

Y lo hace muy bien, con mucho aplomo; para ello han incorporado al chef aymara Víctor Condori, habitué de los mercados populares de Pisac y alrededores. Y habitué también de la huerta propia: los promotores del restaurante gestionan el Kusi Ñan Organic Farm, una finca orgánica repleta de insumos andinos, todos saludables, que permite darles trabajo, entre otras cosas, a los graduados de otro de sus emprendimientos, el Kusi Kawsay Andean School, una escuela de reminiscencias Waldorf y muchísimo de Freinet, el maestro francés detrás de la Escuela Moderna. Buenísimo.

Con tenedor y cuchara

Me animé a cumplir con lo mío de a pocos, sin prisas, probando primero la infusión de jengibre (kion) con miel de abeja que en este local que comparte espacio con el hotel Pisac Inn es una verdadera delicia. El matecito resulta súper recomendable para aplacar el mal de altura, los problemas digestivos y es ideal para el combate contra el cansancio que en días de caminatas y recorridos sin pausa complotan contra el bien estar de cualquiera.

 Mientras auscultaba la carta, que es variada y sutil, tuve tiempo para saborear el entremés que me ofrecieron los chicos del servicio: unas crujientes papitas del mismísimo valle retozadas en romero y aceite de oliva, claro, en agradable compañía de la infaltable uchucuta local.

Elegí como primer plato la Sopa típica de quinua que me hacía señas desde la carta: un elixir para conjurar el friecito y  el viento que arrecian en febrero por estos rincones de nuestros Andes. Me gustó: sólida, en su punto, con la adecuada dosis de habas, zanahorias, hojitas de espinaca y el infaltable sabor de una base bien hecha con los tomates y cebollas de la huerta más cercana.

De fondo opté por el Lomo de alpaca con salsa de sauco, puré de garbanzo y ensalada, un potentísimo manjar que se luce para hacer honor a lo mejor de la comida que algunos llaman novoandina y que en realidad más tiene de andina –en justo maridaje con lo español traído durante la colonia- que de lo nuevo. Me saco el sombrero: se puede construir un platillo de vanguardia apelando a lo tradicional y al buen gusto.

Dejé para otro momento el postre de reglamento. Preferí repantigarme en uno de los sillones del regio salón del segundo piso de la casona colonial para recobrar bríos mientras iba cayendo la tarde. Lo dije entre líneas, no hay mejor estímulo para continuar escudriñando la belleza de estos rincones que una buena pausa, en un buen ambiente y el restaurante de Román & Fielding los tiene por todos lados: en el primer piso, entre cactus y enredaderas; en el salón lounge donde me instalé para darle curso a mi opíparo banquete; en el lindísimo balcón o en la mismísima calle, frente a la plaza y a los miles de años de historia y buenas remembranzas de esa puerta de ingreso al Valle Sagrado de los Incas.

Me encantó Cuchara de Palo Restaurante, una mesa, bien servida y un fogón a tono con lo nuestro: la carta incluye los platos más tradicionales de la cocina peruana (Ají de gallina, Seco de Cordero, Lomo saltado…) así como los delicados inventos que han ido naciendo al compás de la consagración de la gastronomía andina contemporánea (Ceviche de trucha, Quinoa chaufa, Lomo de alpaca…).

Cuchara de Palo también prepara platos vegetarianos y pastas de estilo italiano para chuparse los dedos. He prometido volver para conocer el trabajo de las demás unidades productivas de la Asociación Kusi Kawsay.

Cuchara de Palo Restaurant / Pisac
El restaurante Cuchara de Palo está ubicado dentro del hotel Pisac Inn en la histórica plaza de Pisac, en el Valle Sagrado de los Incas, a solo 45 minutos de la ciudad del Cusco. Es una empresa de Kawsaypaq EIRL.
Cuchara de Palo celebra la riqueza de la cocina peruana con ingredientes frescos, orgánicos y de origen local, y sabores inspirados en la hermosa variedad de productos andinos.
Plaza Constitución 333 Pisac
www.cucharadepalorestaurant.com
Para reservas +51 84 203062
reservations@cucharadepalorestaurant.com
WhastApp: +519562922201
Abierto todos los días de 7 am a 9 pm

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