Mi opinión
Me encantó la nota que acaba de postear Ladera Sur, la plataforma outdoor más completa que conozco en esta parte del continente, sobre el vuelo migratorio de un zarapito de pico recto entre Chiloé y Kansas, en los Estados Unidos. Lo he comentado antes: suelo visitar con frecuencia las publicaciones de esta revista virtual para mantenerme al día de las ocurrencias más notables en Chile y en el fin del mundo austral, la región que he recorrido hace algunos años y a la que vuelvo cada vez que leo a Luis Sepúlveda, el tremendo escritor viajero que acaba de retornar a la tierra víctima del COVID-19.
Aunque al Perú arriba mayoritariamente el zarapito trinador (Numenius phaeopus), común entre setiembre y abril en playas y marismas de casi todo el litoral, los zarapitos de pico recto que llegan a Chile, más conocidos en nuestro país como agujas de mar (Limosa haemastica), son unos aviadores de larga distancia portentosos y precisos. El de esta historia, un macho adulto, anillado y monitoreado durante su retorno a los Estados Unidos desde la Región de Los Lagos, cubrió en seis días y sin parar los 9,350 kilómetros entre un punto y el otro. Un despliegue de energía y previsión maravillosos.
Un dato más, los zarapitos antes de retornar a su lugar de origen se esmeran en incrementar su peso en un 30-40 % a fin de soportar los rigores del magallánico periplo.
Disfruten la historia, está buenísima. Ah, la guía de “Aves de Perú” de O’Neill, Schulenberg, Stotz, Lane y Parker, indica presencia ocasional de un tercer zarapito en nuestras playas: el zarapito de pico largo (Numenius americanus), divagante muy raro por la costa norteña. No lo tengo reportado.
Voló sin parar desde Chiloé a Kansas durante seis días: el sorprendente viaje de un zarapito que nos recuerda la relevancia de los humedales
Paula Díaz Levi para Ladera Sur
Durante seis días, un zarapito de pico recto recorrió 9.350 kilómetros desde la Región de Los Lagos hasta Estados Unidos, sin detenerse a descansar ni a comer, reflejando los ciclos de las aves playeras que viajan estacionalmente entre los hemisferios sur y norte del planeta. Un grupo de científicos rastrea el periplo de esta especie para descifrar los patrones de estas largas migraciones. Además, este caso evidencia la crítica relevancia de los humedales de Chiloé para la ruta migratoria de estos animales, por lo que algunos llaman a proteger estos ecosistemas con el fin de resguardar, a su vez, a estos avezados voladores.
A principios de abril se encontraba en Chiloé, en la Región de Los Lagos, cuando la llegada del otoño austral inauguró la temporada de viajes a Norteamérica. De esa manera aterrizó en el norte de Kansas, en Estados Unidos, luego de volar nada más ni nada menos que 9.350 km, durante 6 días, sin ninguna detención para descansar o alimentarse.
No hablamos de un avión, tampoco de Superman, sino de un zarapito de pico recto (Limosa haemastica), un ave playera que suele ser un visitante estival en nuestro país, y que migra hacia Norteamérica cuando comienza el otoño en este rincón del hemisferio sur. El protagonista del periplo descrito al inicio es un ejemplar macho adulto que fue capturado y marcado el pasado 18 de enero, y que fue rastreado hace pocos días, a través de la geolocalización, por científicos que estudian a las aves migratorias.
“El zarapito de pico recto vuela cada año desde su zona de reproducción en la tundra de Alaska hasta la isla de Chiloé para su invernada, en un viaje que recorre una distancia estimada de 30.000 km de ida y vuelta, donde se alimenta de la rica fauna bentónica existente en los humedales del archipiélago”, cuenta Diego Luna Quevedo, especialista en Conservación de la Red Hemisférica para Reservas de Aves Playeras.
De esta manera, el zarapito de pico recto retornó a Norteamérica luego de su estadía veraniega en tierras chilotas, o “invernada” si lo miramos desde el otro lado del mundo, reflejando las largas migraciones estacionales que realizan diversas especies de aves entre los hemisferios sur y norte, y viceversa. Naturalmente, Kansas constituyó una primera parada en medio de un viaje que continúa, constituyendo todo este proceso un caso de elevado interés para la ciencia por varios aspectos.
Por ejemplo, ¿cómo logran sobrellevar un vuelo tan largo sin detenerse a descansar y comer por varios días?
El director del Bird Ecology Lab de la Universidad Austral de Chile (UACh),Juan G. Navedo, explica que “son superatletas obesos. Se sobrealimentan durante varias semanas de forma previa a realizar este increíble desafío y van acumulando reservas en forma de grasas, llegando a incrementar su peso en un 30-40%. Ese es el combustible principal que les permite continuar realizando esfuerzo”.
Pero eso no es todo.
El investigador de la UACh añade que “antes de salir también realizan ajustes notables de su capacidad locomotora, incrementando la masa de los músculos de vuelo y el tamaño del corazón. Además, estamos comenzando a descifrar algunos de los ajustes fisiológicos que realizan de forma previa a la migración para poder enfrentar, precisamente, los potenciales daños de un esfuerzo tan prolongado sin descanso”.
El seguimiento del zarapito de esta historia se enmarca en la investigación que lidera Navedo junto a Nathan Senner de la University of South Carolina. Para ello trabajan con un grupo de investigadoras e investigadores de postgrado de la UACh y de numerosas universidades de Chile, Argentina, España, Holanda y Estados Unidos. También cuentan con la colaboración de CECPAN en Chiloé, misma localidad donde se emplaza la Estación Experimental Quempillén de la UACh.
El director del Bird Ecology Lab cuenta que el objetivo de su investigación es “descifrar algunos de los patrones de migración de largas distancias para comprender los mecanismos fisiológicos y las adaptaciones necesarias para realizar desplazamientos sin paradas de hasta 10,000 kilómetros en un contexto de cambio global”.
Si bien esta especie se encuentra entre los extremos norte y sur del país, es justamente en Chiloé donde se presenta una de sus mayores concentraciones poblacionales.
De hecho, otros zarapitos marcados por el equipo ya han surcado los cielos norteamericanos, aunque no avanzaron tanto como el primero. Así sucedió con un segundo individuo que voló 8.000 km desde Chiloé hasta la Laguna Madre, en México, y un tercero que hace unas horas completó 8.670 km.
Para realizar este seguimiento, los científicos instalan un transmisor en las aves que les permite geolocalizarlas, es decir, obtener la ubicación geográfica real del animal.
Navedo puntualiza que “lo más difícil es capturar estos animales, lo cual se realiza en muy pocas partes del planeta. Una vez capturados y tomadas las muestras necesarias para las diferentes investigaciones en curso, se acopla un transmisor con un arnés ad hoc para que lo lleve en la espalda. El conjunto pesa menos de 8 gramos, esto es, menos del 2 o 3% del peso del ave, y envía la información sobre posición exacta conectado a través de satélites”.
Humedales: las estaciones de servicio del Pacífico
Son varias las poblaciones de aves playeras que están declinando a nivel global por los diversos impactos de origen humano que interfieren en sus ciclos de vida, ya sea por la degradación y fragmentación de su hábitat, la contaminación, la expansión urbana, entre otros factores.
Por lo anterior, el caso de este zarapito nos recuerda la relevancia capital de ecosistemas como los humedales para la migración y sobrevivencia de estos animales.
Al respecto, Luna asegura que las aves playeras migratorias son altamente vulnerables y sensibles a la perturbación de sus hábitats: “Su supervivencia depende de la calidad ambiental de un limitado número de sitios críticos como los humedales que utilizan durante sus migraciones entre las áreas reproductivas y las de invernada”.
En ese sentido, la costa de Chile posee una red de humedales que son de extrema importancia en la ruta migratoria de las aves playeras del Pacífico. Si lo llevamos al plano humano, es como cuando recorremos largas distancias y debemos parar en las estaciones de recarga o servicentros para descansar, alimentarnos y, en definitiva, recuperar energías.
Del mismo modo sucede con las aves migratorias, claro que, como bien lo mostró el zarapito que paró en Kansas luego de seis días de vuelo directo, requieren de un esfuerzo mayúsculo para continuar con sus migraciones.
Frente a todo esto, se hace necesario coordinar acciones y esfuerzos entre los países del hemisferio sur y norte que comparten a estas especies, en especial si se trata de conocer y conservar a la avifauna.
El especialista de la Red Hemisférica para Reservas de Aves Playeras subraya que “los humedales de Chiloé son críticos para la invernada de Limosa haemastica, albergando más del 90% de la población de la costa del Pacífico. Esta especie está clasificada como de ‘alta preocupación’ en el Plan de Conservación de Aves Playeras de Estados Unidos. Es por eso que resulta prioritario avanzar en figuras de protección oficial para diversos humedales de Chiloé”.