Mi opinión
En estos últimos días le he estado siguiendo la pista a los amigos de ECOAN, la ONG cusqueña que más sabe en nuestro país de reforestación con árboles nativos que este año cumple veinte de darle duro al cuidado de los bosques de queuñas del Perú.
Según datos muy confiables solo quedan en pie entre el 5 y el 10 % de los bosques andinos que algún día tuvimos y apenas el tres por ciento de los bosques de polylepis (queñuales) que crecen en las montañas más encumbradas de nuestro país. Una catástrofe de proporciones dantescas si es que consideramos que son precisamente las coberturas boscosas oriundas de estos trópicos las que mejor combaten los estragos del calentamiento global y el fin de los tiempos.
Conocer el trabajo de ECOAN en reforestación y conservación de los bosques andinos resulta una tarea que todos deberíamos asumir. En este país de memoria frágil y apego exacerbado por lo foráneo, el desconocimiento de la vida silvestre es una lamentable constante en todos los estratos sociales. De repente exagero, puede ser, desde hace años vengo insistiendo en la necesidad de volver a las aulas, todos, para iniciar un curso de peruanidad que nos devuelva la razón y nos prepare de otra manera para enfrentar el futuro que ya llegó. Y en ese curso tan necesario tenemos que escuchar a los reforestadores y defensores de los bosques de las tres grandes regiones del país y aprender de su encomiable magisterio.
Justamente ayer hablaba de esto en San Bartolo con mis amigos Tina Lerner y Chachi Román, apasionados del Perú forestal y los sueños que nos quedan por cumplir. Ambos han conseguido plantones de Prosopis limensis, la variedad de algarrobo que crece en la costa de nuestro departamento y en Ica, para sembrarlos en los parques y jardines de este balneario poblado de palmeras y molles brasileros: qué sirven, ciertamente, dan sombra y ornato pero definitivamente no son propios de estos pagos y podrían convivir, si nos lo proponemos, con los recios árboles que alguna vez salpicaron de vida la costa central peruana.
Sería extraordinario si en cada departamento nos avocamos a sembrar especies propias: de hecho, si procediéramos así estaríamos poniendo las bases para el rewilding o reintroducción de especies arrojadas de sus hábitats originales por la obstinación humana de ocupar a la mala los espacios de otros seres vivos, tarea que ha empezado hacer en Ollantaytambo y en el resto del Valle Sagrado otro amigo mío, Joaquín Randall, que por cierto está siguiendo el buen ejemplo y la promesa de un mejor planeta para todos en los que andan desde hace veinte años Tino Aucca y los compañeros de ECOAN.
En fin, no digo más, acompáñenme a leer esta nota que ha publicado la agencia Andina sobre una campaña de reforestación con lloques (Kageneckia lanceolate) en las sierras de Lima, en un rincón de la muy hermosa Reserva Paisajística Nor Yauyos Cochas. Lindo día para todos, a seguir poblando el planeta de árboles y más árboles: #otromundoesposible
Nunca antes el florecimiento de una planta, como la del ancestral árbol de lloque, fue tan esperada y celebrada por los habitantes de la comunidad campesina San Lorenzo de Alis, del distrito del mismo nombre, en la zona norte de la provincia de Yauyos, perteneciente a la cuenca del río Cañete, en la región Lima. Y es que su brote simboliza para ellos la esperanza de recuperar sus bosques nativos.
Ver cómo la cubierta de las semillas se abrían y brotaban los primeros tallos dibujó sonrisas en los rostros de las familias de ese lugar que está dentro de la Reserva Paisajística Nor Yauyos, Cochas.
Tras varios intentos de hacer germinar la planta de dicha especie vegetal a lo largo de casi un año, estuvieron a punto de tomar otros caminos en sus actividades agrícolas en esta zona del Bosque de Lloclla, lugar donde en los últimos años se ha registrado una notoria disminución de la cantidad de árboles nativos de lloque y chamana, especies que cumplen importantes funciones ecológicas.
Dichos árboles regulan el clima, previenen la erosión de los suelos y almacenan grandes cantidades de agua, que tras el proceso de filtración por la tierra alimenta los manantiales y puquios que benefician a la comunidad y a todos los usuarios de la cuenca del río Cañete.
Por efecto del cambio climático, que se manifestó con temperaturas extremas de frío y calor, las semillas del árbol dispersadas naturalmente no se pudieron reproducir quedando el bosque en riesgo de extinción. Esta situación preocupó y puso en riesgo a los comuneros no solo porque se estaban quedando sin bosques, sino también porque empezaba a escasear el agua.
Apoyo del Ministerio del Ambiente
En este contexto, aparece el apoyo del Proyecto de Mecanismos de Retribución por Servicios Ecosistémicos (Merese-FIDA) del Ministerio del Ambiente (Minam), que viene trabajando en la cuenca del río Cañete involucrando a distintos actores, especialmente a los grupos comunales de la parte alta, quienes desarrollan acciones de conservación y recuperación de ecosistemas altoandinos como pastos naturales, bofedales y bosques nativos.
“Hace años, la planta de lloque se propagaba de forma natural y con mucha más frecuencia. Eso ya no lo vemos. Por ello, tomamos la medida de urgencia de designar al Bosque de Lloque como zona estricta de protección”, refiere Juan Carlos Bejarano, comunero de Alis.
La especie nativa de lloque es muy poco conocida y escasa. La existencia de información es casi nula, especialmente sobre su proceso de reproducción, razón por la cual les costó mucho a los comuneros de Alis obtener los plantones para sembrarlos.
Proceso de repoblamiento
En el proceso de repoblamiento vegetal participaron las 115 familias de la comunidad, que se organizaron y empezaron la primera labor: la recolección de semillas, actividad que demandó gran esfuerzo de los pobladores que tuvieron que hacerla manualmente. Luego se establecieron los semilleros en el vivero forestal comunal de 1000 metros cuadrados, que también fue recuperado tras varios años de abandono.
Conseguir los primeros plantones tampoco fue tarea fácil, pues al ser un cultivo nuevo para ellos y no tener información sobre los cuidados de las semillas para su germinación, les tomó casi un año obtener las primeras plantas. Descubrir la temperatura adecuada, la cantidad de agua exacta o el tiempo de exposición a la luz fueron retos que tuvieron que superar durante este periodo.
El proceso de plantado se realizó igualmente de manera colectiva, cumpliendo sus tradiciones ancestrales. Provistos de galoneras con agua, las mujeres y hombres de la comunidad se internaron en el bosque y sembraron los plantones para el repoblamiento del bosque.
Lelis Ávila, presidente de la Comunidad Campesina de San Lorenzo de Alis, manifiesta que para preservar el crecimiento de los plantones se estableció la zona como reservada, evitando que los animales se desplacen por el lugar.
Gracias a estas acciones, ahora el Bosque de Lloclla cuenta con más de 60 hectáreas de árboles de lloque, que durante el invierno absorben agua que luego se devuelve a la naturaleza en las épocas de estiaje.
Además, el árbol proporciona madera de buena calidad, la misma que los comuneros utilizan para, entre otras cosas, fabricar artesanalmente instrumentos de labranza como picos y chaquitacllas, que emplean en la preparación de las tierras de cultivo.
Los comuneros de San Lorenzo de Alis son agricultores que se dedican al cultivo de la tierra, actividad heredada de sus antepasados, para quienes el árbol de lloque era muy importante. La experiencia les ha enseñado que de aquella planta depende toda clase de vida en la zona.
El sueño de Yaveli Gálvez, habitante de la comunidad, es que en diez años todos los plantones se desarrollen en un cien por ciento y que el proyecto culmine exitosamente. Su anhelo es que la zona sea frecuentada por los turistas y conozcan la exitosa experiencia de preservación del Bosque de Lloclla y los árboles de lloque.
Gálvez quiere que todo el mundo conozca que gracias a estas actividades que están realizando los comuneros de San Lorenzo de Alis, todos los pobladores de la costa cuentan con agua para sus cultivos, sus animales y para el consumo en las grandes ciudades.
Más datos:
A la fecha, el Proyecto Merese-FIDA viene trabajando en actividades de conservación en cerca de 14 mil hectáreas de ecosistemas en las cuencas de los ríos Cañete y Jequetepeque, beneficiando de manera directa a más de 1500 familias, además de promover iniciativas de empoderamiento local para alcanzar la gobernanza del agua y conservación de ecosistemas protagonizado por actores locales.
Yauyos tiene una geografía de diversos pisos ecológicos, profundos cañones, altas montañas y ríos torrentosos, que los antiguos pobladores de épocas preincaicas supieron dominar.