Mi opinión
Me encantan los Polylepis, los árboles que aprendí a identificar desde mis primeras incursiones por la Cordillera Blanca y el Parque Nacional Huascarán. Los he visto y admirado a lo largo de casi toda la sierra del Perú y Bolivia. Y aunque también habitan las zonas altas de Chile y Argentina, la queuña – también queñual o queñua- es para mí el árbol más representativo de la riqueza forestal de los Andes del Perú. Por eso es que saludo el inicio de la versión Queuña Raymi 2019 , singular campaña de reforestación, que empieza en Huilloc este primero de diciembre.
Como se sabe, la feliz iniciativa viene siendo impulsada por ECOAN, la institución líder en nuestro país en conservación de los bosques andinos y sus imprescindibles entornos, desde el 2014.
El año pasado nutridos grupos de campesinos de 21 comunidades de la cordillera de Vilcanota, una de las más afectadas por la desaparición paulatina de la especie, se reunieron para plantar 140 mil arbolitos de queuña en las alturas del Cusco.
Tino Aucca, el hombre fuerte de ECOAN y curtido soñador en tiempos mejores, lanzó hace unos días la meta del Queuña Raymi que se aproxima: plantar 220 mil árboles de polylepis con la intención de dar batalla frontal al calentamiento global y a la pérdida de una memoria verde que estamos en la obligación de recuperar. Y hacerlo, además, con las manos de comuneros y activistas ambientales de diversos colectivos y empresas comprometidas con el cambio y el desarrollo social.
El 13 de diciembre me sumo al esfuerzo. He quedado en acompañar a mis amigos de La Base Lamay en la siembra de siete mil plantones de queuña en las tierras de la comunidad campesina de Huama. En estos días les cuento más de la iniciativa en marcha que debe estar terminando en febrero del próximo año.
Se puede, claro que se puede…
Esta planta nativa desde tiempos ancestrales ha sido la clave para proteger las cabeceras de cuencas el hábitat que necesita la biodiversidad de los bosques y humedales andinos. La queuña es uno de los árboles más resistentes al frío en el mundo, existen especies dentro de su familia que se desarrollan por encima de los 5 mil 200 metros sobre el nivel de mar.
La importancia de los queñuales no solo se mide en la capacidad de crecer en lugares gélidos, sino en las funciones ecológicas que cumple: regula el clima, previene la erosión, contribuye con nutrientes a la mejora de los suelos, almacena grandes cantidades de agua, alimentan manantiales y puquios (ojos de agua), etc.
Una queuña requiere el 5% del agua que utiliza un eucalipto para desarrollarse, por eso esta planta es muy útil para las políticas de desarrollo de adaptación al cambio climático.
En Ayacucho
En la comunidad de Chaquiccocha, distrito de Chuschi, provincia de Huamanga, vive Eugenio y su esposa Margarita, una pareja de agricultores que junto a la comunidad preservan el recurso hídrico en función a la plantación de queuñas
«Nosotros en la comunidad, estamos conservando la cuenca del Chiccllarazo, los puquiales y riachuelos con las plantas nativas, como las queuñas y las Putaccas para la captura del agua, y gracias a eso ha aumentado el caudal de los manantiales»,
En Andahuaylas
En el marco del proyecto “Desarrollo Integral Territorial en Atención de la Población del Valle del Chumbao” Huñuq Mayu inició la forestación con plantas nativas (queuñas y putacca) con el objetivo de preservar la micro cuenca del Chumbao en Andahuaylas, y de esta forma garantizar la seguridad hídrica, no cabe duda de las potencialidades de esta planta y su aporte importante a la adaptación al cambio climático, ya que es una de las especies que pueden ayudar a salvar el planeta.