Mi opinión
La de Haití es una de las economías más pobres de América Latina y del mundo. El país caribeño sufre como ningún otro en la región las calamidades naturales y los impactos de la deforestación y la pobreza extendida.
Aun así, el océano que baña sus costas y los pocos bosques que se han salvado de la devastación, siguen siendo activos importantes para atender las necesidades alimenticias de su población mayoritariamente afro-caribeña.
Un equipo de la Fundación Albatros Media liderado por Alejandro Balaguer registró hace unos días -por aire, tierra y bajo el mar- la naturaleza haitiana, parte importante del Corredor Biológico del Caribe, con la intención de conocer los ecosistemas, la biodiversidad y los proyectos de conservación del país insular.
El proyecto contó con el apoyo de ONU Medio Ambiente, la Unión Europea y la Secretaría del Corredor Biológico en el Caribe (CBC) y forma parte de una campaña de concienciación de tres años a cargo de la fundación.
Les dejo la bitácora de este primer ingreso a un territorio formidable. En esta plataforma todos #SomosHaití.
Amanece, la niebla tiende un manto húmedo sobre el cordón de montañas que forman un corredor altitudinal que va desde las altas cumbres el Parque Nacional Natural de Macaya hasta llegar a la línea de costas del sur de Haití.
Azulinas nubes bajas se elevan sobre la geografía montañosa de Despail. Los rayos solares se abren paso, anuncian un día radiante; y hacen relucir los plantones de café y las hortalizas que crecen al resguardo de los viveros de la Fundación Nouvelle Grande Anse (FNGA), que ha dado acogida a nuestra expedición.
En sus instalaciones, ubicadas a 800 metros de altura en la zona de amortiguamiento del Parque Nacional Natural Macaya, Juda Saint Gilles, el coordinador técnico de la FNGA, un bien instruido y amable joven haitiano, nos cuenta que la fundación trabaja estrechamente reforzando las capacidades de las comunidades y organizaciones del Macaya.
El enfoque socio medio ambiental de la FNGA abarca una amplia variedad de proyectos y actividades que tienen como fin mejorar la calidad de vida de la gente del lugar e impulsar la conservación de la particular naturaleza del área. Trabajan en educación primaria, protección del medio ambiente, desarrollo integrado, agroforestería, economía verde, ganadería sostenible y mitigación de los desastres causados por los fenómenos extremos del clima, como ciclones, tormentas tropicales y huracanes, que suelen castigar a la isla.
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Los dos vehículos todo terreno de ONU Medio Ambiente, conducidos diestramente, sortean las trochas pedregosas y angostas que nos llevan al Parque Nacional Natural de Macaya, una de las áreas de conservación de la biodiversidad más importantes para Haití y del Caribe; y una fuente hídrica para la región sur que nutre las ocho cuencas que se originan en este paisaje de montaña.
Hacemos un alto en uno de los proyectos de adaptación al cambio climático de la FNGA, una edificación que presenta una gran rampa en el techo que sirve para captar el agua de lluvia y almacenarla en un gran reservorio ubicado en la parte baja de la rampa, donde cae el agua. El sitio es administrado eficientemente por las mujeres de Despail, que nos reciben y muestran cómo funcionan las instalaciones que son un banco de agua limpia para las comunidades aledañas. Seguimos viaje.
Ingresamos al área protegida que alberga más de 900 especies de plantas vasculares. Observamos especies de plantas nativas, epífitas, bromelias y orquídeas que se aferran a grandes árboles donde toman sol varias especies de lagartijas y se refugian del calor los caracoles. Al llegar a un cerro de piedra, horadado por los elementos hasta parecer una gran “queso gruyere”, nos sorprende la sinfonía por el croar de cientos de anfibios que se ocultan de nuestra vista en las cavidades de la gran roca. No se dejan ver, pero el sonido delata su presencia. Como escuchamos, a pesar de los embates del huracán Matthew, muchas de las ranas del Macaya hallaron refugio seguro.
Luego de una caminata de dos horas por el área del Parque Nacional, viendo el agua retenida por las plantas, nos queda la certeza que el monte del Macaya es una suerte de mega esponja natural que capta el agua de lluvia y de niebla, que luego se infiltra en los acuíferos al ser retenida la red vegetal.
Nos despiden un grupo de niñas y niños con impecables uniformes escolares que están fascinados viendo volar al dron de la expedición por las tierras altas que dominan Despail.
Luego de dos días de convivencia con los amigos de la FNGA, nos despedimos y volvemos a la costa del Caribe convencidos que la conservación de los ecosistemas y bosques de montaña que miran al mar resulta clave para evitar la sedimentación de los arrecifes de corales, los “bosques submarinos”, que mañana volveremos a explorar.
Abril 4, 2019
Port Salut
Hoy, luego de dos días de preparativos desde la llegada del equipo de la Fundación Albatros Media a Puerto Príncipe, ha comenzado la aventura marina y terrestre en busca de imágenes y testimonios que documenten los tesoros naturales de Haití, como parte de una campaña del Corredor Biológico en el Caribe (CBC) que cuenta con el apoyo de ONU Medio Ambiente y la Unión Europea.
La nación caribeña comparte un amplio paisaje marino con República Dominicana, Puerto Rico y Cuba, un vasto territorio que proporciona conectividad entre paisajes, ecosistemas y hábitats, asegurando el mantenimiento de la diversidad biológica y de los procesos ecológicos. Los corredores biológicos, como el Corredor Biológico en el Caribe (CBC), son reconocidos como una innovadora forma de fomentar conectividad, la conservación y con ello el desarrollo sostenible.
Llegamos a Port Salut, punto de partida que nos llevará a los muy pocos explorados sitios de buceo. Nos sorprende la línea de costa que se presenta afectada por el efecto devastador del huracán Mathew y por el elevamiento del mar. A lo largo del recorrido por Port Salut vemos como el mar ha horadado la playa, carcomiendo parte de las aceras, con su consecuente degradación, sedimentación, deterioro de la calidad de la biodiversidad y de las condiciones ambientales.
Embarcamos en una playa de pescadores artesanales donde descansan los típicos botes de madera y las coloridas embarcaciones a vela, que están esperando que pase la anunciada lluvia para salir al mar.
Luego de un par de horas de navegación bajo un techo de nubes plomizas, cae el aguacero justamente cuando pasamos las costas montañosas de Tiburón que se elevan sobre el Caribe. La silueta de la cadena de montañas se ve cubierta por grises nubarrones cargados de lluvia.
Viendo los cerros deforestados y el agua en abundancia que cae del cielo, pienso que si se hubieran mantenido en pie los bosques tropicales que existieron aquí el agua no arrasaría los campos a su paso, y aquella red vegetal la contendría, como una esponja que retiene el agua de lluvia y la libera lentamente.
Finalmente anclamos en el pueblo de pescadores Ansed’ Hainault al mediar la tarde.
Caminamos por las calles cargados de cámaras; somos la atracción del pueblo. La gente muestra curiosidad y se muestra hospitalaria, abundan las sonrisas. Una familia de pescadores nos invita a su patio donde están tejiendo unas redes de pesca con fibras vegetales, quieren que le tomemos fotos, vienen otros pescadores y también quieren ser retratados. Compartimos breves instantes de alegría en la sesión inesperada y nos despedimos como viejos amigos. Pararemos la noche en Ansed’ Hainault para mañana salir muy temprano.
Abril 5, 2019
Ansed‘ Hainault
Temprano en la mañana, el pueblo de pescadores Anse d’Hainault huele a madera quemada y brisa marina. Las mujeres calientan el desayuno con carbón y limpian la calle que se ha cubierto de lodo por el fuerte aguacero del día de ayer. Mientras, los hombres de mar preparan sus botes de madera y redes de fibras vegetales para salir a buscar el sustento.
Una fila formada por más de un centenar de botes artesanales de todo tamaño cubre la pedregosa línea de playa. A pocos metros de la orilla, un gentío se ha congregado alrededor de un puesto de palo y palma donde las familias están comprando hoy peces de talla muy pequeña. Un enjambre de niños corre a nuestro encuentro cuando llegamos cargados de cámaras y equipos al muelle donde nos espera nuestra embarcación.
Imitando a sus padres, varios de estos niños abordan sus pequeños botes de madera y reman alrededor de nuestro yate que está siendo alistado para salir a bucear. A media mañana, aún no hemos partido.
El capitán está teniendo dificultades para conseguir combustible extra, dada la escasez que sufre el país. Mientras esperamos, decidimos bucear en un pequeño arrecife cercano.
A pocos minutos de Anse d’Hainault, unos cuantos botes pescan junto al oleaje que rompe sobre el arrecife, donde nos han dicho que suelen verse escuelas de peces loro.
Nos sumergimos y comenzamos el buceo por una pared del arrecife. A diez metros, vemos corales que lucen llenos de vida, aunque otros se ven cubiertos por sedimentos.
Solitarios corales blandos se mueven como abanicos y danzan con la corriente. Unos pocos peces de arrecife pasan raudamente frente al lente, otros más curiosos se acercan cuando dejamos la cámara anclada en el fondo. De vuelta al muelle en busca de combustible para proseguir viaje a Pestel, nos atrapa nuevamente el aguacero. El capitán nos anuncia que tendremos que pasar la noche en Anse d’Hainault.
Abril 7, 2019
Les Cayemites
Son las 6 de la mañana; el cielo se tiñe de una gama indescriptible de tonos naranja y rojo, cuando el capitán del yate enciende los motores para seguir la navegación con las primeras luces del día.
Hemos pasado una larga noche en el mar esperando que el sol nos permita ver y sortear el laberinto de arrecifes de corales de Les Cayemites, un grupo de islas e isletas en el golfo de Guanaba.
Desde ayer, buscamos llegar llegar a Pestel, un pueblo a apacible y hospitalario donde los pobladores de dedican mayormente a la pesca y al campo. Pero la noche nos tomó por sorpresa y nos frustró los planes.
Ayer, nos sumergimos en los sistemas arrecifales de Apricots y Anze D´Azur para filmarlos. Bajo el agua, donde esperábamos encontrar coloridos bosques submarinos, nos encontramos con paisaje submarino impactado.
Corales con mucho sedimento y es escasa vida que, dan la sospecha, que la causa de su deterioro podría ser por los efectos del huracán Matthew.
Sin embargo, nunca deja de impresionarnos el poder regenerador del mar. Durante la exploración del fondo marino vemos como pequeños corales duros y blandos vuelven a crecer. Son una promesa de vida. Es que los arrecifes son como viveros de larvas y peces juveniles que encuentran refugio en estos frágiles ecosistemas marinos.
Al llegar a la adultez, se dispersan beneficiando a los pescadores. Por ello, su conservación es vital para garantizar recursos duraderos. Hoy en Les Cayemites, realizamos un primer buceo vespertino. Sus arrecifes de corales, pastos marinos y manglares hicieron honor a su esencia de refugios de vida.
Abril 8, 2019
Pestel
La proa del yate de la expedición de Onu Medio Ambiente y el CBC en Haití, corta las aguas turquesas de la laguna marina que se extiende frente a Pestel. Estamos navegando en Les Cayemites buscando arrecifes de corales en sus aguas someras para documentar su estado. Nuestro dron emprende vuelo para localizar los mejores parches de corales desde el cielo.
En la popa, los amigos de la organización Reef Check preparan los tanques de buceo, mientras en la proa, la tripulación va dirigiendo al capitán entre los arrecifes que se observan a menos 5 metros de profundidad, cerca de una isla que presenta manglares saludables que protegen sus orillas del oleaje.
De pronto, el piloto de dron nos avisa que ha dado con el sitio esperado.
El capitán sortea zonas de pastos marinos y bancos de arena para acercarnos y realizar nuestro primer buceo del día en un mar que hoy luce con buenas condiciones de visibilidad. Nos sumergimos. Inmediatamente un mundo de corales duros y blandos en buen estado se extiende en el fondo de la laguna marina.
Incontables peces de arrecife se refugian entre las formaciones de coral que son viveros y hogar de las especies de vertebrados e invertebrados en sus etapas larvaria y juvenil.
Son una promesa de abundancia de pesca cuando lleguen a su etapa adulta y se dispersen fuera de la seguridad del arrecife. Tres inmersiones nos permiten capturar imágenes que muestran el servicio ambiental que prestan estos ecosistemas marinos claves para ayudar a la seguridad alimentaria del pueblo haitiano.
Pero estos paisajes marinos productivos presentan muchos beneficios más: los arrecifes y manglares son barreras naturales de contención contra la furia del mar. Es que las tormentas, ciclones, huracanes, oleajes e inundaciones son eventos que se repiten; y es un hecho certero que la naturaleza nos está pasando la cuenta por nuestros malos hábitos por las emisiones exageradas de los gases de efecto invernadero que calientan la atmósfera terrestre.
De acuerdo a los pronósticos, las tormentas tropicales y ciclones se intensificarían a medida que suba la temperatura del mar; por lo que grandes extensiones de arrecifes coralinos, que actúan como salas de maternidad, tal como estamos comprobando en el buceo de hoy, podrían colapsar.
Es por ello que son imprescindibles las medidas para reducir los riesgos ante los desastres y los embates del clima, como la protección de manglares y arrecifes coralinos; acciones necesarias para mantener y mejorar la calidad de vida de millones de personas en el Caribe insular.
Al finalizar la jornada submarina del día, navegamos a Pestel con un sentimiento de esperanza por la celebración de vida que pudimos documentar en Les Cayemites. En la tarde, subiremos hasta el Parque Nacional Macaya, para pasar la noche a 1,000 metros sobre el nivel del mar, en las montañas que forman un corredor biológico altitudinal que va desde las alturas de Haití hasta el Caribe.