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HISTORIA DE GUARDAPARQUES. Efraín Cáceres Cordero, ayacuchano, pasión por lo que hace

Mi opinión

Efraín Cáceres Cordero, guardaparque de la Reserva Nacional de Paracas, es uno de los muchísimos peruanos de ese anónimo ejército de defensores de la naturaleza de nuestro país que diariamente se baten cuidando lo que nos pertenece a nosotros y a los habitantes del planeta del futuro. Con él iniciamos la serie Historia de guardaparques, una selección de relatos de estos guardianes de nuestros recursos naturales. Con ellos, el patrimonio natural y cultural que nos legaron los que nos antecedieron está asegurado, tenemos la obligación de apoyar su incansable trabajo.


Por Guillermo Reaño con fotos de Gabriel Herrera para Proyecto Guardianes

En la Reserva Nacional de Paracas, el territorio marino-costero de 335 mil hectáreas que los peruanos decidimos proteger en 1975, hace casi cincuenta años, el cuidado de sus recursos naturales es una cuestión de todos los días. A eso se dedica desde hace 16 largos años Efraín Cáceres Cordero, ayacuchano de pura cepa, guardaparque del Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp) por decisión propia y esforzado, esforzadísimo, defensor de la naturaleza.

Hemos llegado a Rancherío, en Laguna Grande, el estuario de aguas cristalinas que deslumbra por su belleza extrema al norte de la Bahía de la Independencia. Cuarenta casitas de madera y techos de estera se apretujan en una orilla densamente poblada de embarcaciones en reposo. En este caserío en el fin del mundo sobrevive una comunidad de pescadores artesanales cuyos antepasados debieron llegar de Comatrana e Ica hace más tres de siglos y que hasta hace muy poco transportaban los productos que les regalaba el mar a lomo de mulas y de burros.

Más info en Guardianes, una iniciativa del Grupo Viajeros y el SERNANP que revalora el trabajo de los guardaparques peruanos

«Mellizo» (a la izq.) y los pescadores de Rancherío están cuidando un sector muy importante de la Reserva Nacional de Paracas: son los guardaparques voluntarios que el Sernanp estaba necesitando para cuidar de mejor manera nuestro patrimonio. Foto Gabriel Herrera / Viajeros.

“Mellizo”, en realidad Ricardo Palacios, el más hablador del grupo, nos recibe con efusión. Desde hace algún tiempo sus compañeros de faenas, los guardaparques del Sernanp y él dedican sus empeños a vigilar y controlar los bordes costeros que frecuentan y han decidido proteger. Son guardaparques voluntarios comunitarios, una figura nacida al calor de la lucha por la conservación de  los recursos naturales del Área Natural Protegida que por fin ha logrado integrar a las labores de vigilancia a la propia población local. “Aquí hay que estar alertas, afirma, sino protegemos lo que es nuestro lo perdemos, se lo llevan a la mala los chinchorreros y los que insisten en pescar a dinamitazos”.

Sí, es así, la crisis de la pesca fuera de las áreas protegidas de carácter marino que el Estado ha ido creando ha lanzado sobre Paracas a una legión de pescadores que en su desesperación arriesgan su vida tratando de extraer los recursos con explosivos y depredando lo que tienen a su alcance con medios prohibidos como el famoso chinchorro.

Esas malas prácticas las ha visto Efraín desde que llegó a Paracas después de graduarse en su tierra natal como técnico en turismo. “Llegué como guardaparque voluntario y el paisaje del desierto con el mar a su lado me cautivó  al instante, fue un flechazo. Eso hizo que decidiera volver para quedarme. ¿Sabes una cosa? Antes los chinchorreros y los dinamiteros se movían a su antojo, ahora ya no, les hemos puesto el pie encima. Claro, primero tuvimos que ganarnos el respeto y la confianza de la gente, de la población local que en un principio nos veía como enemigos, como tercos fiscalizadores, no entendían que nuestra labor es cuidar el área para que esté al servicio de todos”.

Paracas: el desierto y el mar de abrazan para generar vida. Sector Laguna Grande, Reserva Nacional de Paracas. Foto Gabriel Herrera / Viajeros.

A eso se dedica cada día el guardaparque Cáceres, experto en turismo, en relaciones comunitarias y, lo dice con orgullo, en avistar aves y  proteger el ecosistema que habitan las más de 200 especies de emplumadas que han sido registradas en la reserva. Dejamos por un momento Rancherío para dirigirnos al sector de Chucho para reunirnos con otro grupo de pescadores aliados de la conservación. Son las doce del día y los hombres de mar descansan, la noche entera la han dedicado a la pesca a cordel.

Más info en «Requerimos hacer más visible la figura del guardaparque en nuestra sociedad», un texto de Antonio Tovar

En este caserío de cuatro o cinco casitas que parecieran haber sido construidas con los despojos de todos los naufragios del planeta viven solo varones. Sus mujeres y sus hijos, como las mujeres y los hijos de los guardaparques del Sernanp, aguardan su retorno lejos de este litoral lleno de vida. La familia de Efraín radica en Ica, allí lo esperan cada 22 días para abrazarlo. O 44, según según manden las obligaciones laborales.

Uno a uno los pescadores de playa El Chucho van saliendo de sus casitas para saludar al compañero de andanzas. Hoy deben planificar el patrullaje nocturno que tienen programado. Para ellos no hay descanso.

Pescadores del Chucho: gracias a su esfuerzo se está poniendo frenos a la peligrosa pesca con explosivos. En la foto con Efraín Cáceres celebrando la pesca a puro cordel de un gigantesco lenguado. Foto Gabriel Herrera.

“Entendimos que había que trabajar con la gente, no sin ellos, vuelve a decirlo Cáceres, los guardaparques del Sernanp en esta zona representamos al Estado. O en todo caso somos lo más cerca que tienen ellos de eso que llamamos Perú. Nos toca ser capacitadores, profesores, policías, hasta de bomberos hemos hecho, también somos médicos, jueces de paz, consejeros. Y ser todoterreno le da más importancia a nuestro servicio y nos llena de orgullo”.

Un curtido pescador lo interrumpe. “No solo eso, compañero, ahora también somos como familia y como familia que somos estamos enfrentándonos a esos que dicen llamarse pescadores pero que en realidad son depredadores”.

Leer más en Huele mal, algo se pudre en el mar de todos. La crisis pesquera y la Reserva Nacional de Paracas

Tienen razón. el mar peruano, éste que palpita frente a nosotros y también el de Grau, la porción del océano de nuestro Mar Tropical que le acabamos de entregar a los guardaparques del Sernanp para que lo cuiden, sufre distintas y graves amenazas. No importa, con guardianes como don Efraín y sus camaradas de Muelle, Rancherío, Chucho y tantos otros bohíos de pescadores como los que estamos visitando lo vamos a lograr.

La reserva desde lo alto de playa Mendieta: el mar de Paracas posee una de las mayores concentraciones de peces del litoral peruano. Foto Gabriel Herrera / Viajeros.

Volvemos a casa con más certezas que incertidumbres. Y con una frase que se nos empoza en el alma: “Aquí me quiero quedar, este es mi destino, me hice guardaparques en Paracas y aquí, guardaparque de la Reserva Nacional de Paracas, habré de terminar”. Firmado: Efraín Cáceres Cordero, ayacuchano de pura cepa y servidor público del Estado peruano desde hace 16 años.

Más datos

La Reserva Nacional de Paracas fue creada el 25 de setiembre de 1975 mediante Decreto Supremo Nº1281-75-AG con el objetivo de proteger muestras representativas de los ecosistemas marino-costeros del Perú. En el Área Natural Protegida se desarrolla una gran diversidad biológica que a la par de mantener importantes ciclos de vida en el océano circundante, genera ingresos económicos a miles de pobladores de la región Ica y aledaños. Su extensión es de 335,000 hectáreas, de las cuales el 35% pertenecen a tierra firme e islas y el 65% a las aguas marinas. Más de 400 mil turistas visitaron la Reserva Nacional de Paracas en el 2023 convirtiéndose en uno de los destinos turísticos más importantes y concurridos del Perú.

Embarcaciones de los pescadores artesanales de la Reserva Nacional de Paracas apostadas en el sector Muelle de Laguna Grande. Foto Gabriel Herrera / Viajeros.
Impresionante bandada de gaviotas de Franklin cerca de playa Lagunillas. Foto Gabriel Herrera / Viajeros.

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