Mi opinión
K’erenda recién ha cumplido 24 años, es una niña, y tiene, lo sé, un mundo por delante. Ella es la última hija de Víctor Zambrano, héroe de la conservación y empecinado hacedor de un refugio de vida de cuarenta hectáreas en el corredor Tambopata, un pedazo del futuro que suelo visitar con frecuencia para llenarme de esperanzas. Y continuar…
En la mañana de hoy, a propósito de una larga entrevista con su padre, la he conocido: dichosa patria que tiene entre sus vástagos a una criatura embelesada con un jardín del Edén que un hombre bueno y terco como Víctor Zambrano ha sabido construir a punta de coraje para reconciliarse con su historia personal e indicarles a los incrédulos que es posible sanar lo que con tanta saña otros se empeñaron en destruir.
En Puerto Maldonado es vox populi, todos lo saben: el roble -podría decir el shihuahuaco o el castaño- cargado de años e ilusiones con el que converso retornó a su terruño en un borde de la Reserva Nacional Tambopata después de trabajar por más de veinte años en Lima y en el resto de ese país enemistado con sus provincias para constatar que el paisaje que velaban sus recuerdos ya no existía, había sido convertido en un triste potrero para el ganado, en burda tierra arrasada por los bárbaros Atilas que lo pervierten todo en aras de un progreso efímero.
Terco como los Ese’ejas que frecuentó cuando niño se lanzó al ruedo para rescatar lo poco que quedaba de esas selvas venidas a menos para tratar de transformarlas en lo que algún día fueron. Loco le dijeron, pero no se inmutó, siguió para adelante como había predicado durante sus años de instructor de infantes de marina. De eso hace treinta y siete años, lo dice mientras K’erenda, absorta, vuelve a tomar nota.
Ella es, finalmente, la receptora de su legado. Ella es la que con su nombre, K’erenda, amanecer brillante en la lengua de los gentiles, ha permitido sellar un pacto con el futuro. Ella es, lo sabe muy bien y no se corre, la heredera del Área de Conservación Privada K’erenda Homet, el territorio recuperado y fértil que Víctor Zambrano le ha regalado al planeta que habrá de sobrevivir al Armagedón ambiental que padecemos.
Treinta y siete años viene durando el afán de don Víctor, heroico presidente del Comité de Gestión de la Reserva Nacional Tambopata y en los años luminosos de la lucha de su pueblo por sobrevivir al olvido, presidente también de la Federación Agraria de Madre de Dios. Pumas, otorongos, huanganas, jaguarundis, ardillas y guacamayos, también lupunas y hasta una poderosa ayahuasca han vuelto a palpitar en estas tierras arrasadas y vueltas a nacer que visito cada cierto tiempo con tanta complacencia.
K’erenda nos observa y asiente. La muchacha que sigue a su padre en todas sus quimeras desde que aprendió a andar al lado del hermoso río Tambopata, el Baawuaja de los Ese’ejas de Infierno y Palma Real, estudió ecoturismo en la UNAMAD, la universidad pública de Madre de Dios y ahora capitanea el proyecto de turismo que forjó don Víctor.
Y vaya que lo está haciendo bien. La crisis de la pandemia que ha sometido hasta la indefensión el turismo en Puerto Maldonado no ha podido con la terquedad heredada del árbol recio y sostén del mundo que es su padre. Haciendo de tripas corazón, K’erenda transformó su albergue ecoturístico en un refugio para familias que buscan trabajo remoto y paraísos que abriguen esperanzas en un mundo mejor y pudo saltar la valla que nos ha puesto el Covid-19 y el cierrapuertas social generalizado.
De raza le viene al galgo, pienso. La muchacha inquieta que en el 2019 se convirtió en una de las ganadoras del concurso Protagonistas del Cambio que convoca cada año la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC) ha hecho más todavía: con lápiz y papel en ristre preparó una propuesta para construir un parque temático con esculturas de madera que simbolicen la fauna del jardín de ensueño que regencia con su padre y con el proyecto en mano obtuvo la financiación del programa Turismo Emprende que patrocina el Ministerio de Comercio Exterior y Turismo. Tremendo.
Para K’erenda sin educación ambiental no se avanza, ahora es don Víctor quien escucha. Claro, la niña de sus ojos anhela convertir el K’erenda Homet: Nature Reserve en un centro de interpretación y fábrica de ideas nuevas, en un ateneo capaz de recibir a jóvenes y no tan jóvenes dispuestos a proponer creatividad e ingenio para hacer del Tambopata, de la Amazonía entera, ese lugar mágico y especial que enhebran los sueños de su padre y de todos los que imaginamos un mundo mejor, reconciliado con sus fuentes. Y con su gente.
Lo va a lograr…
Qué lindo, hace muchos años, tal vez en el 2008, sentí idéntica ilusión mientras caminaba por las ciclópeas piedras del bosque de Huayllay, al otro lado del mundo y traté de contarlo por aquí: Hola Jana, qué lindo puede ser el futuro Sí, lo vuelvo a mencionar, el futuro que nos merecemos está a la vuelta de la esquina, K’erenda, tu padre lo sabe, solo es cuestión de seguir confiando en nuestras fortalezas, en nuestra inmensa capacidad para convertir los sueños en realidad. Tu padre lo hizo.
Tú también, brillante amanecer…
Buen viaje…