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Huanganas y chullachaquis

Diario de viaje, día 123. “Una fecha don Walter, me va contando Gilberto Inuma, amahuaca de Boca Pariamanu, en Madre de Dios, salió a mitayar con un muchacho. Boris se llamaba. Andaron y andaron duro por el bosque sin cazar nada, mala suerte tenían.

Cuando pararon a merendear, el muchacho le dijo a don Walter:

– Don Walter, voy a ir por allá, a ver si cazo huangana, me parece que las he sentido a la altura de esos árboles grandazos.

– Anda, pues, le dijo don Walter, pero ten cuidado, no vaya a ser que te encuentres con el tigre.

El chico se fue rapidito con su escopeta preparada, voy a tener suerte, se decía, ahora sí que voy a cazar. En eso iba pensando cuándo, juá, vio una huangana grande, grandaza. Apuntó con su escopeta y cuando ya le iba a dar, la bandida se metió en un hueco que había en el monte y desapareció.

El muchacho se quedó con las ganas, triste, aguaitó y aguaitó por todos lados y nada, ni rastros de la huangana. Corriendo regresó donde don Walter:

– Don Walter, don Walter, la huangana se esconde en el monte, solita se metió por un huecazo, le dijo, ni huella ha dejado.

Don Walter no le quiso hacer caso pero al día siguiente volvió y de verdad, no había nada, ni huellas encontró, era cierto, la huangana se había escondido en el mismo monte”.

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“Mi papá me contó, continua su relato don Gilberto, que es así. El Chullachaqui es el que protege a las huanganas cuando hay mucha cacería, mucho mitayo. Las huanganas son para el Chullachaqui como los chanchos para nosotros. Las cuida, las va contando, una a una, es como su ganado.

Cuando ve que las estamos cazando demasiado, las esconde, las guarda en un escondite. Bien vivo es el Chullachaqui, solito las guarda en el bosque un tiempo, como siete años más o menos. Después las suelta.

Es que en el potrero las huanganas se reproducen y el Chullachaqui tiene que volver a botarlas. Es en ahí que ya se puede volver a cazar. Por eso es que hay años en que ni se las ve y otros en que hay tantísimas. Mi papá me decía enséñale a cazar huangana a tu hijo y yo le contestaba, para qué, papá, si ya no hay. Va a ver, me decía, vas a ver. Y de verdad, un día volvieron las bandidas.

Ahora no tenemos huanganas, se han ido, lo que no sabemos si es porque el Chullachaqui las ha guardado o ya se acabaron porque los mineros se las han comido a todas. Habrá que esperar nomás, calladitos”.

18/10/2018