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Vivir en el paraíso. La comunidad Ese eja de Infierno y el turismo en el Tambopata

Mi opinión

“¿Sabes quiénes son los verdaderos defensores de los bosques del Tambopata?”, la pregunta me la hace esta vez Eduardo Nycander, fundador de Rainforest Expeditions, la empresa de ecoturismo que gestiona, junto a la comunidad nativa de Infierno, el albergue Posada Amazonas, un alojamiento a dos horas de la ciudad de Puerto Maldonado, la capital del departamento de Madre de Dios.

“Los Ese ejas de Infierno”, se apresura a contestar el hombre que desde hace treinta años trabaja en uno de los escenarios más extraordinarios en vida natural del planeta. “Ellos y los demás pobladores de la comunidad de Infierno son los que han salvado de la destrucción estas selvas donde trabajamos desde hace tanto tiempo. Gracias a ellos, estos bosques siguen manteniendo la riqueza que encontramos cuando llegamos por primera vez”.

Rainforest Expeditions celebró en enero pasado tres décadas de trabajo ininterrumpido en la Amazonía peruana. Tres albergues de lujo dan fe del compromiso de esta empresa con el cuidado de los ecosistemas donde operan: el Tambopata Research Center, Posada Amazonas y Refugio Amazonas.

Acompáñame a conocer un poco más de detalles de la vida de los pobladores de la región del Tambopata.


Vivir en el paraíso

“Cuando llegamos al Tambopata en el año 1989 gran parte de sus bosques no tenían ningún tipo de protección, cualquiera podía ingresar a ellos y hacer lo que le venía en gana”, me comentó Eduardo Nycander la última vez que conversamos.

Pese a que los pobladores de Infierno, una comunidad nativa reconocida por el Estado como tal desde 1977, consideraban las selvas próximas a las collpas Colorado y Chuncho como parte de su territorio ancestral, legiones de madereros y cazadores inescrupulosos se aprovechaban de esta indefinición para llevarse todo lo que encontraban a su paso: guacamayos y otras especies emblemáticas incluidas.

Agustín Mishaja, famoso por su participación en “Candamo, la última selva sin hombres”, la película del cineasta Daniel Winitzky que mostró por primera vez al gran público la riqueza que escondían estos bosques, solía recorrer los meandros del Tambopata para mitayar (cazar y pescar al decir de los nativos de Madre de Dios) y respirar con los suyos el aire limpísimo de sus bosques interminables y cuerpos de agua.

“Me acuerdo clarito de estas collpas, desde que era un niño las he recorrido: a veces eran tantos los guacamayos picoteando en el barro que había que taparse los oídos para no ensordecer. ¿Sabes una cosa? A los Ese ejas nos gusta movernos por todas partes, somos antojadizos…”

Mishaja, así lo conocen en el Tambopata, fue el primer nativo Ese eja contratado por la recién fundada empresa para trabajar en esa selva a dos días de navegación del puerto más cercano. Sus tareas eran múltiples: había que hacer lo imposible para proteger los nidos de los guacamayos de los contornos y generar las condiciones óptimas para que los investigadores, la mayoría muy jóvenes, pudieran realizar con  éxito su trabajo.

Como Agustín Mishaja no podía dejar a su familia en Infierno, debió cargar con sus cuatro hijos e instalarse con ellos en las proximidades de la collpa Colorado. El mayor de su prole, el niño que entonces tenía solo siete años de edad, es en la actualidad un activo dirigente de la comunidad. Y un hombre dedicado al turismo y a conservar sus bosques. El menor, el que acababa de cumplir cuatro años, trabaja como guía de naturaleza en uno de los albergues de la compañía.

Agustín vive todavía en Infierno y recuerda con claridad esos primeros años: “Claro que conozco a Eduardo, me dice, era flaquito y se quedaba a dormir en nuestras casas como cualquier hijo de vecino. Eran varios los muchachos que trabajaban con él, con todos hemos jugado fútbol en la comunidad, a todos los he conocido”.

En 1989 Eduardo Nycander, arquitecto y fotógrafo de naturaleza, llegó a la región del Tambopata para trabajar por su conservación y adecuada puesta en valor.

Los Ese ejas, conocidos como huarayos por la población más antigua de Puerto Maldonado, son un pueblo de cazadores, pescadores y horticultores que ha estado presente en Madre de Dios desde tiempos inmemoriales.

A diferencia de los harakbut, el otro pueblo originario de esta región, propietarios por decirlo de alguna manera de los bosques de altura del departamento, los Ese ejas  se aposentaron en las llanuras  cercanas a los ríos  Baawaja o Tambopata, Sonene  o Heath y Kuisho Kuey (La Torre), Ibabi Anaji (Malinowski) y una parte del portentoso Ena ai (Madre de Dios).

Los estudiosos de los pueblos indígenas de la región, coinciden en afirmar que los Ese ejas fueron contactados a inicios del siglo pasado por los padres dominicos, quienes intentaron liberarlos de la explotación a la que estaban sometidos por parte de los caucheros que ingresaron al departamento tras los pasos del tristemente célebre Fermín Fitzcarrald. Según los ancianos de la comunidad de Infierno, ese tiempo duro, de grandes transformaciones en su forma de vida, supuso un golpe muy fuerte para el pueblo Ese eja, cuyos habitantes tuvieron que verse precisados a abandonar el territorio que habían heredado de los mayores.

“Sin embargo, poco a poco nuestros padres fueron volviendo, acota Agustín mientras me regala una inmensa sonrisa, y recuperamos lo que había sido nuestro, esta selva nos pertenece, por eso es que la cuidamos, por eso es que estamos aquí”.

En la Casa Cultural Ese eja

Infierno es en la actualidad una comunidad multicultural cuya población mayoritaria se reconoce como mestiza. Pese al cambio en la composición étnica de la comunidad las familias Ese ejas que mantienen esa condición siguen luchando por preservar sus costumbres y la lengua que hablaron sus mayores.

En la Casa Cultural Ese eja, el muy bien implementado centro de interpretación que la comunidad construyó gracias a la colaboración de Rainforest Expeditions, la empresa con la que administra desde el año 1996 el albergue Posada Amazonas, me reúno con Víctor Pesha, testigo privilegiado de la transformación de Infierno de una localidad alejada del desarrollo en una comunidad que marcha hacia la sostenibilidad y mira con otros ojos el futuro.

En la maloca-museo que visito, la gesta de los Pesha, Mishaja, Toyeri, Shajao, Poje, Chaeta, Yojaje, Dejaviso, Viaeja, Pichichewe y otras familias de Infierno, y también de Sonene y Palma Real, las otras dos comunidades Ese ejas de Madre de Dios, es explicada de manera muy visual a los visitantes que llegan de todo el mundo para conocer la historia del pueblo.

Víctor Pesha Baca, 57 años, ex presidente de la comunidad de Infierno y defensor de la cultura Ese eja.

Un cuadro de Ñape, el último chamán Ese eja corona la sala principal. Le pregunto a don Víctor, hijo de Miguel Pesha Tayori, otro líder histórico de Infierno, por la trascendencia de aquel personaje.

“Ñape fue el último eyámitekua o chamán de nuestra nación, me responde de inmediato,  nuestros abuelos nos han contado que tuvo que luchar contra los guardianes de estos bosques para adquirir los saberes que todo curandero tiene que conocer para poder ejercer su oficio”.

Esa lucha fue un combate a muerte, durísima, comentan los antropólogos que estudian la cosmovisión del pueblo Ese eja: se trató de una contienda netamente simbólica pues habían sido los propios guardianes del bosque o edósikianas los que decidieron que Ñape ocupara esa función. 

Para ser eyámitekua no solo era necesario tener un corazón bueno, también había que tener un espíritu fuerte.

Y Ñape cumplía con esas dos condiciones. Herido de muerte en el combate ritual por el impacto de una flecha de chonta, resistió como pudo hasta salir airoso de tan decisiva prueba. A partir de ese momento Ñape, ungido eyámitekua, recorrió el territorio Ese eja dando salud y bienestar a los que lo necesitaban.

“Tuvo una larga vida, prosigue Víctor, orgulloso, y así como había nacido, tuvo que partir. Y aunque después de él han habido otros chamanes en territorio Ese eja -uno de ellos, Roberto Kioshe, Shai jame Kioshe o Caimán- los mayores en Infierno están convencidos que Ñape fue último eyámitekua”

Miguel Pesha, profesor de lengua Ese eja y soñador

“No lo conocí, me va contando Miguel Pesha Tayori, 73 años, profesor de la lengua Ese eja en la escuela local por encargo de la asamblea comunal, pero mi padre me contó que Ñape solo curaba en las noches, con sus manos, tocando a los paisanos, sin usar tabaco u otras plantas. Dicen que cuando Ñape entraba al río, salía del río seco, sin nada de agua en el cuerpo”.

“Te cuento algo más. He vivido desde que nací en estos ríos y aunque he recorrido el mundo, sigo hablando y pensando como un Ese eja, un  Baawaja kuiñaji, un hombre del río Baawaja”.  

Miguel Pesha Tayori, 75 años, una vida dedicada a defender la cultura de su pueblo.

Don Miguel fue uno de los primeros Ese ejas en entusiasmarse con la propuesta de Eduardo Nycander y Kurt Hole, el otro directivo de Rainforest Expeditions, de formar sociedad y echar a andar el sueño de un albergue propio. Las infografías de la Casa Cultural Ese eja evocan con inusitado entusiasmo esos días:

 “Antes, mucho antes, los Ese ejas éramos errantes, no teníamos territorio fijo, mitayábamos por todos estos bosques, de río en río, era otra vida, sí, pero cuando conocimos a Eduardo y a Kurt nos dimos cuenta que nuestros recursos empezaban a perderse. A mis alumnos de la escuela primaria les cuento todo estos para que defiendan lo que hemos conseguido. Yo he sido presidente de mi comunidad y  haciendo gestión he conocido el mundo.  Así como me ves conozco Suiza, Estados Unidos, Noruega, Bolivia, Ecuador, tantísimos otros países, bonitos todos. Conozco África, he visto jirafas y otros animales que no tenemos por aquí. Donde voy cuento lo que hemos hecho…”

Iconografía Ese eja en la Casa Cultural de Infierno: Miguel Pesha y Eduardo Nycander, soñadores.

¿Me preguntas si somos felices? Sí, sobre todo cuando recorremos nuestros bosques y tomamos contacto con los seres que lo habitan…Si hubiera un nuevo Ñape, un nuevo eyámitekua todo sería diferente, los ese eja volveríamos a ser los de antes”, termina de decirme.

Las nuevas generaciones

En la puerta de la Casa Cultural de Infierno me recibe Ruhiler Aguirre Mishaja, el actual presidente de la comunidad nativa, un muchacho de complexión recia y rasgos indígenas que antes de ser dirigente fue responsable administrativo de Baawaja Expeditions, la agencia de propiedad comunal que gestiona el Ñape Lodge, el albergue que los ese ejas operan de manera autónoma desde el año 2008.

Sí, la experiencia ganada en el vínculo con Rainforest Expeditions le ha permitido a la comunidad manejar con independencia y buen tino sus demás activos naturales y culturales.

“Los ingresos que recibimos por nuestros albergues, me cuenta, se invierten en educación y salud, principalmente. El resto en atender a los ancianos, construir obras de beneficio comunal y a la implementación de nuevos proyectos productivos. Así lo decidimos en asamblea comunal. Los comuneros de Infierno, nativos y mestizos, hemos entendido que el desarrollo lo vamos a obtener en la medida que impulsemos nuevas actividades económicas, por eso nuestro interés en revalorar el trabajo con las plantas medicinales de nuestras huertas y bosques, la artesanía tradicional, el turismo vivencial, la piscicultura, la agroforestería y las demás actividades económicas que trabajamos”.

 “El nivel de vida en Infierno ha mejorado con el turismo, nadie lo puede negar. Sin embargo, nuestra población ha crecido y los recursos del bosque y de la tierra cada vez se hacen más escasos”, concluye el joven que pudo concluir sus estudios superiores gracias a un fondo que la comunidad creó para educar a sus jóvenes.

“El trabajo de rescate cultural y protección de nuestros conocimientos tradicionales, lo hacemos con nuestros sabios, con nuestros ancianos, con los pobladores Ese ejas que han sabido mantener la tradición de nuestro pueblo como José Mishaja, Miguel Pesha, Honorato Mishaja, Manuel Delaviso y un grupo de abuelas muy entusiastas”, me comenta Ruhiler antes de despedirnos.

Guías de naturaleza de Rainforest Expeditions,. la mayoría nativos Ese ejas, participaron con éxito en el último Global Big Day.

Ese eja Day

No quise irme de Infierno sin gozar del Día Ese Eja, una actividad que los guías de la empresa proponen a los pasajeros que visitan sus tres albergues para que conozcan, en carne propia, la forma de vida de los pobladores de una de las experiencias de ecoturismo más potentes de esta parte del planeta. Claro, sin perturbar la vida de la comunidad.

Atendido por los guías locales, la mayoría hijos de la primera generación de socios del albergue Posada Amazonas participé de una intensa jornada de pesca y pude, entre otras cosas, visitar una chacra nativa y el taller donde laboran sus artesanos. Probé su gastronomía típica y visité los colegios que gestionan y gran parte de sus proyectos productivos. Fabuloso.

La comunidad entera está profundamente involucrada en las iniciativas de turismo. Por ellos me entero que el albergue Posada Amazonas ha sido considerado como uno los negocios  más exitosos entre una comunidad local y una empresa de turismo en el mundo. Cada año las ganancias que produce el singular join venture entre Rainforfest Expeditions y la Comunidad Nativa de Infierno se comparten entre los pobladores que ven aumentar sus ingresos anuales en un 25 por ciento.

El sueño de los mayores hecho realidad. El bosque sigue vivo y las tradiciones se perennizan.

Buen viaje…

Silverio Duri, reconocido guía de aves de la selva amazónica.

 

Ese eja Day, una fiesta cultural.

 

Guacamayos azul y amarillo en la mítica collpa Colorado.

 

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