Solo Para Viajeros

La historia de Víder Loayza, guía cusqueño…

Mi opinión

La semana pasada Explora, la empresa de viajes fundada en 1993 por el explorador chileno Pedro Ibáñez Santa María, fue elegida como la Mejor Compañía de Exploraciones en el Mundo en los World Travel Awards de este año. Tamaña distinción hace honor al empeño puesto por sus equipos en Perú, Bolivia, Chile y Argentina, los territorios por donde se llevan a cabo sus operaciones.

Conozco el trabajo de los Explora peruanos, el mes pasado tuve el privilegio de alojarme por segunda vez en sus instalaciones en Urquillos, a un lado del nevado Pitusiray y los demás colosos de la Cordillera del Vilcanota. Felicitaciones. Se merecen tan importante distinción. Y más.

Durante mis andanzas por el Explora Valle Sagrado tuve el honor de conocer a Víder Loayza Chávez, guía de su staff y entusiasta como todos los demás muchachas y muchachos que me atendieron del arte de viajar, la filosofía que la compañía ha venido desarrollando en el sur del continente. Me impresionó la historia de Vídér, un todo terreno peruano haciendo lo que más le gusta, se las cuento en esta breve crónica. Linda semana para todos, #OtroMundoesPosible.


“Yo solo sabía caminar, eso era lo único que había hecho toda mi vida”. Víder Loayza Chávez, 29 años, tres retoños, guía de naturaleza en Explora Valle Sagrado y alguna vez ciclista de montaña ducho en alzar copas y desafiar la gravedad, me va contando su historia. Nos hemos reunido en uno de los amplios salones del hotel que se levanta a un lado de la campiña de Urquillos, en el departamento del Cusco, su hogar desde mucho antes que la empresa iniciara operaciones en el Perú el año 2016, para hablar de lo que más sabe.

Víder no tiene empacho en contarme que su suerte empezó a cambiar cuando se tropezó, sin quererlo, con don Pedro Ibáñez Santa María, el fundador de la marca que opera desde 1993 en Chile y su hijo, también Pedro, en una de las tantas quebradas de su natal Urubamba.

Corrijo, Vider nació en realidad en Quillabamba, en la ceja de selva cusqueña y recién a los cinco años se mudó con su familia a la ciudad de Urubamba donde ahora viven sus hijos. Y tampoco es tan cierto que solo sabía caminar: el estudiante de la modesta escuela fiscal 712, a pesar de sus pocos años, había sido de todo: agricultor, lavaplatos, albañil, obrero en una lavandería, cocinero, vendedor ambulante, verdulero, repartidor de encargos, etcétera. “Un miloficios, aunque mi sueño era ser policía, eso quería”, colige.

«Mi primera bicicleta me la gané trabajando en una lavandería: mi jefe me pagó con una bicla que me duró dos semanas».

Los Ibáñez

Los dos Pedros, así conocen a los Ibáñez en los pagos del Explora Valle Sagrado, recorrían por entonces, año 2012, tal vez 2013, Víder no lo recuerda con exactitud, las alturas cusqueñas tratando de encontrar las rutas más idóneas para las exploraciones que tenían previsto ofrecer a sus pasajeros en el hotel que se estaba construyendo en la ex hacienda Salabella.

Las alturas del Cusco, hay que decirlo, bullen de caminos, algunos tan antiguos como la leyenda de los hermanos Ayar, los padres fundadores del Tahuantinsuyo;  otros más modernos, más contemporáneos, levantados estos últimos a punta de tesón y amor por la tierra por sus herederos, los quechuas de las montañas del Cusco, una región sobre los tres mil metros de altura que conserva paisajes de una belleza indescifrable.

Para los Ibáñez conocer los senderos más auténticos del Valle Sagrado y sus contornos se había convertido en una obsesión. La empresa tenía claros los tres pilares que han hecho famosas sus exploraciones en el sur del continente: áreas remotas, exploración profunda y lujo de lo esencial. Para los dos Pedros se trataba entonces de encontrar los escenarios apropiados para armar la fiesta de las expediciones en los paisajes más insondable del sur del continente y desarrollar su propuesta del arte de viajar.

“Alguien me comentó por allí que había dos pasajeros buscando un buen guía para ir a caminar, pensé que era una broma: lo mío eran los descensos a todo pedal”, sonríe Vider al recordar su primer encuentro con don Pedro Ibáñez, fundador y propietario de Explora. Entonces, obviamente, el turismo, el guiado en alta montaña no ocupaba espacio alguno en los pensamientos del joven campeón de cuanta competencia de mountain bike se organizaba en el valle.

«Todo lo que sé lo he aprendido en Explora, esta es mi casa, aquí está mi familia»

¿Qué hacemos?

Gracias al conocimiento que tenía de cada uno de los rincones del Valle Sagrado de los Incas y el dominio del quechua, la lengua de los incas, el jovencito que había aprendido a montar bicicleta, de puro terco, a los trece años y se había convertido en padre de familia antes de acabar el colegio, se trasmutó en el baquiano que los Ibáñez necesitaban para recorrer al detalle las cordilleras cusqueñas. “Conocí a don Pedro cuando acababa de cumplir  los 20 años, vuelve a sonreír al recordarlo, no sé qué es lo que vio en mi, lo cierto es que fui su guía durante tres largos años: con los dos Pedros fuimos formateando las 32 rutas que la empresa empezó a ofrecer”.

Víder se reconoce como autodidacta y aunque está a punto de obtener el título de guía oficial de turismo en un instituto de la ciudad del Cusco, no duda en afirmar que su escuela, la manera como suele conducir  a los visitantes que le toca acompañar, es la de Explora, la compañía que después de tenerlo como adelantado no dudó en integrarlo a su staff de guías profesionales. “No fue nada fácil: para ser guía de Explora hay que tener muchos conocimientos, dominar perfectamente el inglés y tener harta cancha [experiencia] y yo, para ser sincero, solo sabía caminar”, insiste.

Y se mata de risa…

Los hoteles y travesías –o viajes nómadas- que Explora ha implementado en los lugares más remotos del sur continental, todos, también cada una de las rutas desarrolladas, tienen la misma impronta: han sido diseñados personalmente por los Ibáñez. Para ellos, exploradores con mucho millaje a cuestas, “desde un primer momento, recuerda Víder, me di cuenta que los dos Pedros eran caminantes de los buenos, muy profesionales, muy dedicados”, los viajes que ofrecen no son aventuras simples que solo buscan el riesgo y las incomodidades, la filosofía de Explora va mucho más allá que un simple recorrido por los extremos del planeta. Los viajes de la empresa que hace unos días fue elegida como la mejor compañía de expediciones en el mundo en los prestigiosos World Travel Awards, buscan el sano vínculo con la naturaleza y la gente que vive en los contornos de los lugares que exploran.

Explora, el arte de viajar…

Veinte fueron los seleccionados de los 180 postulantes a la primera escuela de formación para guías de Explora del 2016. Uno de ellos, el buen Víder. Chano Casanova, actual jefe de guías del hotel en el Valle Sagrado y miembro también de ese esforzado contingente de muchachos y muchachas apasionados de las montañas y la cultura andina, la mayoría cusqueños, lo recuerda como uno de los más entusiastas estudiantes del curso. “Víder es empeñoso como pocos, me lo dijo cuando lo entrevisté, nos sorprendió su dominio del quechua y la facilidad con la que aprendía todo lo que los profesores vinieron a enseñarnos, es un ganador”.

Para Chano, fiel en esto al mandato de la empresa, un guía de Explora debe ser ante todo un compañero de viaje. “Trato en todo momento de serlo, comenta Víder Loayza, sé lo importante que es nuestro trabajo para cada uno de los visitantes que eligen viajar con nosotros”.

El joven maravilla

“Los dos Pedros son muy buenas personas, agrega, con el tiempo los he llegado a conocer un poco más, a ellos y al resto de los Ibáñez. Todos han venido al Perú, todos me conocen pero con el que mejor relación guardo es con Pedro chico, ja ja ja, el hijo de don Pedro, con él he caminado por todas partes”. Víder se toma un tiempo para contar una anécdota que ha marcado su relación con el más caminante del clan Ibáñez.

“Con Pedro abrimos la ruta del Incañán, una de las más duras que tenemos en el Explora Valle Sagrado. Ninguno de los dos la había hecho, pero él se sentía seguro conmigo: como te dije hablo quechua y no me pierdo nunca, sé cómo moverme en condiciones difíciles y esa exploración sí que era brava. En esa epoca no tenía equipo propio, caminaba con mis zapatillas de tela, mi buzo, mi chompa de lana y mi bolsita de plástico. Llovía y me mojé al toque pero había que seguir andando. Como a las dos horas de subir y subir, sin ver mucho, por la altura de Pampacorral, nos encontramos con unos campesinos que habían ido a tasajear una vaca que se había desbarrancado. Ellos me indicaron por dónde seguir y así lo hicimos hasta que empezó a nevar. Pucha, todo se puso blanco y perdimos el camino. “No te ves bien, hay que regresar”, me dijo Pedro y yo ni caso le quería hacer pero acepté su propuesta y empezamos el descenso. Llegamos a Cancha-Cancha casi muertos. Me fui a casa recontra rabioso. A los meses volvimos. Era temporada seca y podíamos ver por donde habíamos andado. No lo podíamos creer, habíamos estado en un borde peligrosísimo, a punto casi de caernos por un desfiladero. Lloró. Se sintió culpable de haber puesto mi vida –y también la suya- en riesgo. “Lo siento, Víder, me dijo, ambos tenemos hijos, debemos ser más precavidos”.

Pedro Ibáñez y Víder Loayza, una amistad nacida en la montaña.

Víder ensaya una última sonrisa. Sabe que en su oficio ninguna previsión es suficiente y hay que moverse con tino, sin apresuramientos. Desde el 2016 lo suyo no es otra cosa que guiar. Y claro, pasarla bien con sus compañeros de trabajo: “somos una familia, me dice, nos apoyamos mutuamente y estamos tratando de innovar todo el tiempo”. He tenido el gusto de haber recorrido algunas de las rutas más notables del Explora cusqueño y doy fe del esmero y profesionalismo de sus guías.

“Tengo tres hijos, termina de contarme, George, Marco Aurelio y Juan Salvador, a ellos les doy todo lo que no tuve, son mi mayor estímulo y mi mejor compañía”.

Víder deja la sonrisa a un lado y suspira. Debe volver al salón donde los pasajeros de este martes cualquiera se reunirán para planear la expedición del día siguiente.  El trabajo es así, Víder, el jovencito que terminó la secundaria en el colegio estatal General Ollanta de Urubamba siendo padre de familia, lo sabe. La suya es una historia de perseverancia y amor incondicional a su tierra.

 

 

 

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